En 1985 hubo gran expectativa por la salida del disco Escenas de Rubén Blades y Seis del Solar, tras el impacto causado por el anterior álbum debut de la banda, Buscando América. No defraudó, aunque no tuvo el arraigo y la repercusión del anterior, salvo Sorpresas, continuación de la mítica canción Pedro Navaja, y Caína. Se trataba, por supuesto, de un apócope de cocaína y más que de una advertencia, como dice la letra, de un testimonio de lo que se veía en aquel tiempo.

Al comienzo hay una parodia de I Get A Kick Out Of You, la archifamosa canción de Cole Porter que fue hecha para un musical de Broadway, Anything Goes, en 1934. Dos años después se hizo la adaptación cinematográfica. Allí, en el 36, se le cambió la primera estrofa: “I Get A Kick In A Plane” por “Some Get a Kick From Cocaine”, que es la que Blades retomó en Caína. Por supuesto esta versión fue prohibida en los años 30 para efectos discográficos y solamente se usó en presentaciones en vivo por parte de numerosos artistas.

La descripción de Blades es, como siempre, tan cinematográfica como real. Entre otras frases: “Es que tu crees que la tienes controla’, pero ella es la que te manda camará, mira ve. Se te ponen los ojos como un loco, y la vida no se te queda quieta, está desespera’. Botando la vida por la nariz, corriendo la base eternamente, y viviendo, pa’ morir. En el aeropuerto de Miami los perros comienzan a ladrar desde que bajas del avión si te conocen ya”.

Rubén Blades ha hablado muy poco sobre la droga, en alguna oportunidad en plan político para defender la legalización, pero nunca se ha referido a circunstancias personales de amigos o conocidos que tuvieron problemas con ella. De allí que Caína haya llamado tanto la atención, siendo sin duda la más descriptiva de todas las composiciones que ha hecho la salsa en torno a la droga.

El problema de estas canciones es que no hay una referencia directa. Siempre están matizadas por el doble sentido, por el sentido del humor, por la referencia casual y sobre todo, por la cantidad de nombres que ha tenido y tiene en las calles.

¿Como le decían a la marihuana en la época del boom salsero? En una ciudad como Nueva York con tantas nacionalidades y mezclas, pues de todas las maneras habidas y por haber: barillo, bayer, blond, cachiruza, canelo, canuto, chamiza, chester, chubi, churro, cogollo, cuete, faso, gallo, ganya, grifa, harina, joint, keto, kripty, macoña, mamporro, maracachafa, maria, marimba, maruja, mona, monte, mota, moy, oregano, perejil, peta, petardo, pincho, pollo, porro, pot, punto rojo, regs, saltapatrás, stone, toke, verde, yerba y yesca. Chano Pozo la llamaba manteca, Symphony Sid la llamaba te, los cubanos bailarina, los puertorriqueños pasto, los dominicanos melma, los colombianos bareto y los venezolanos pito.

¿Y la cocaína?: azúcar, blanca, blancanieves, blow, camerusa, cata, chaira, coca, coco, damablanca, escama, farlopa, grapa, merca, merluza, nieve, pala, papa, papuza, pasta, perica, perico, pichi, polvo, sniff, sniper, tecata, tecla terron o yeso.

¿Canciones con todas estas palabras? Difícil, aunque las hay. Sin embargo, también hay mucha mitología al respecto y no todo lo que parece ser una alusión lo es en realidad. Lluvia con Nieve no hace referencia a la coca, ni “tracatán, tracatán, monta mi caballo” es una alusión a la heroína.

Lo que si está comprobado es la Manteca de Chano Pozo, causa de su muerte el 3 de diciembre de 1948 en el bar Río Café de Lenox Avenue a manos de su dealer Eusebio Muñoz, El Cabito.

“Tengo una idea para un tema”, le había dicho Chano Pozo a Dizzy Gillespie un año atrás, y comenzó a tararear la melodía y a tocarla con su conga. “Ahí entran las trompetas…, y ahí la banda completa”, agregó.

Gillespie quedó encantado en aquel lejano 1947. El tema de Chano tenía todo el sentido y el sentimiento del be-bop, aunque no era jazz. Era música afrocubana, más dinámica y profunda incluso que la de Mario Bauzá. Dizzy se sentó al piano, lo acompañó y juntos tararearon la melodía central. Gillespie llamó a Gene Fuller y le dijo que transcribiera la composición de Chano. Así lo hizo incluyendo, de paso, su estilo particular para los arreglos, dejando que los riffs de las trompetas, los trombones y los saxos se mantuvieran en el aire y no sonaran secas como los chords.

El tema de Chano fue grabado junto a ocho números más en los estudios de la RCA Victor de Nueva York entre el 22 y el 30 de diciembre de aquel año, y allí fue que, una vez superadas las prevenciones que tenía Kenny Clarke, Dizzy le preguntó al conguero porqué se le había ocurrido llamar de esa manera a su efusiva creación.

“Es que así le dicen a la marihuana en Cuba: manteca”.

Manteca es un tema instrumental. Por eso el origen de su nombre se ha obviado y en el mejor de los casos se ha visto como un mal menor. Además, es evidente que de conocerse en su tiempo la habrían censurado y la música habría perdido una de sus más grandes joyas.

La música latina en Nueva York tardaría muchos años en encontrar evidencias de marihuana en sus canciones. Una de las más recordadas está en el disco Llegó Melón, de Johnny Pacheco y Luis Melón Silva, y se titula Don Toribio, una rumba de Pera Pubill Calaf, mejor conocido como Peret y padre de la llamada rumba catalana. En 1963, Peret compuso Don Toribio que grabó en el 66 para su disco homónimo lanzado por la casa Discophon. Distribuido a su vez por CBS el tema llegó a México y Lobó y Melón lo grabaron ese mismo año. Por eso no le fue difícil a Melón incorporarlo al repertorio de su disco con Pacheco.

En la canción hay un coro que dice: “A la luna yo no voy si no va la palomilla porque lleva colombiana y la lleva sin semilla”. Con colombiana se refiere a la marihuana, la más popular en los años 70. Y es que en la versión de Lobo y Melón simplemente decía “porque llevará manteca”, que era el término callejero desde el tiempo de Chano Pozo.

Tiempo después, en 1981, Daniel Santos grabó con la Charanga Vallenata dirigida por Javier Vásquez, el álbum El Marimbero. La canción homónima, escrita por el prolífico autor Romualdo Brito, era un paseo que dos años antes los Hermanos Meriño habían hecho popular como vallenato. La versión de Santos comenzaba diciendo: “Hoy me llaman marimbero por cambiar de situación, sin saber que yo primero fui gamín y pordiosero sin ninguna educación. Hoy porque tengo dinero largo me sigue el Gobierno queriendo saber quien soy”.

Esta canción, grabada en una época en que la salsa-vallenata estaba de moda gracias a Roberto Torres y a los sellos SAR, Caimán y Bárbaro, guarda una gran similitud con lo que muchos años más tarde sería conocido como narco-corrido. En ellos lo importante no es hablar de droga sino de narcos, de su vida y su mundo, su apogeo y decandencia, cuando “coronaron” y cuando murieron. Y de ese mundo si que hay más canciones.

En 1983 Tommy Olivencia grabó un tema de Raúl Marrero titulado Cómo lo Hacen y que vocalizó Frankie Ruiz. El tema en cuestión, muy al estilo de las narrativas con guiños de ojo de Marrero, contaba la historia de una pareja de emergentes o “mágicos” tan en boga en aquel tiempo: “Que bien vive ese señor, que bien vive esa señora, sin trabajar se mantienen y visten muy a la moda, y pregunto: ¿y cómo lo hacen?, yo no sé, ¿cuál es el negocio?, sepa usted”.

Breves alusiones al mundo de la droga hay, para leerse entre líneas en Alive and Kicking de Chamaco Ramírez o Adentro de Marvin Santiago. Sin embargo, ellos son más resultado de sus experiencias penitenciarias y de lo que en algún momento vieron allí; además, en una jerga tan particular como inentendible.

Más directas son las canciones de Impacto Crea, convertida más tarde en la Orquesta C.R.E.A. Conciencia, por obra y gracia de Gilberto Santiago, un preso por narcotráfico con un talento natural para la música. Cuenta la leyenda que fueron los propios compañeros de prisión de Santiago quienes lo instaron a seguir componiendo y le escribieron a Tite Curet Alonso para que lo ayudara. El gran Tite se convertiría en su padrino musical y consejero, y lo alentó en la grabación del álbum Impacto 2000.

Según sus propios realizadores, “el repertorio de Impacto Crea (y por ende de C.R.E.A. Conciencia) está colmado de letras que invitan a continuar luchando para demostrarle a la sociedad que cuando una persona quiere salir adelante, con dedicación y empeño, nada ni nadie podrá detenerla”. Pero también muestran lo duro que es la resistencia al cambio en obras como Cobarde, de la que Juan José García Ríos dice: “El número Cobarde es un guaguancó que nos muestra la inmadurez y la cobardía del adicto a enfrentarse a la vida, a sus responsabilidades y a la sociedad en general. Su compositor nos muestra al comienzo del número la vida negativa del adicto, y luego cambia el ritmo a un 6/8 para mostrarnos cuando el adicto corre para salvar su vida”.

La adicción, por todo lo que conlleva, está quizás más evidente y tangencial en la canción de Bad Street Boys No Fumes ese Crack, incluida en su álbum homónimo de 1988. La canción comienza y finaliza con un breve discurso callejero sobre los peligros del vicio en un tono de trabajo social. No tiene mucha profundidad, ni los giros literarios de Caína, pero es directa y efectiva, y es que a veces lo sencillo es para muchas personas, como todos estos músicos mencionados, lo más eficaz:

“No hay cosa más fácil que decir que no a los malos vicios y a la perdición. Es que nuestros niños se están suicidando y los que lo venden se hacen millonarios”.

José Arteaga.

Agradecimientos:
Washburne, Chris. Sounding Salsa. Temple University Press, Philadelphia, 2008
http://www.happinessonline.org/MoralDrift/mechanistic/p5.htm

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