© Niki de Saint Phalle

Nació radical, feminista, creativa y así continuo hasta morir en 2002. Tenía claro que quería ser una guerrera o una escritora o quizás Juana de Arco. Fue una artista que en una mano tenía el pincel y en otra una escopeta. Porque Niki de Saint Phalle, que nació en una familia noble, era de las que disparaba a los lienzos. Trabajó como modelo para revistas como Vogue, Life o Harper’s Bazaar. También podía haber sido una bandida en el Oeste o Napoleón con vestido.

Catherine Marie-Agnes Fal de Saint-Phalle nació en París el 29 de octubre de 1930. Su padre era un banquero francés que lo perdió casi todo en crack bursátil del 29 y su madre, una americana refinada que apenas se implicó en su educación. Su padre se implicó demasiado y la sometió a abusos sexuales.

Niki se crió con sus abuelos franceses y con las monjas de un sombrío internado de Nueva York. Su espíritu libre la llevó a leer a Shakespeare, a Dostoyevski y a Edgar Allan Poe. Fue expulsada de uno de sus colegios cuando pintó de rojo las hojas de parra que cubrían los genitales de una de estatua.

El arte era el escape que ayudaba a aquella adolescente a sobrellevar una existencia anodina, desarraigada y sin horizontes que describía así: “de niña no podía identificarme con mi madre ni con mi abuela, ni con sus amigas. Eran un grupo de personas infelices y nuestra casa era muy asfixiante. Un espacio enfermo sin libertad ni intimidad. Yo no quería ser como ellas. Quería el mundo y el mundo entonces pertenecía a los hombres.”

Se casó con un escritor y emigró con su esposo a París, huyendo de la persecución de McCarthy en 1952. Niki, al año siguiente sufrió una crisis psicológica que la llevó a un hospital de Niza donde un médico le diagnosticó una esquizofrenia y la trató con ‘electroshocks’.

Así que el arte fue una especie de ejercicio terapéutico: “pintar calmó el caos que agitaba mi alma y fue una forma de domar mis dragones“, contaba la artista. Feminista convencida creaba mujeres felices y liberadas de las ataduras de la sociedad patriarcal. Gordas mujeres en tiempos delgados, con mucho color a las que llamó Nanas.

En Estocolmo colocó una de ellas en la que puedes entrar para salir por su conducto vaginal. Dentro hay un teléfono, un bar, una terraza, un tobogán y un cine donde se proyectaba en sesión continua la primera película de Greta Garbo. Niki la definió como “una especie de catedral moderna”.

Hubo una época en la que disparaba con una escopeta a los lienzos con bolsas colgando despiadadamente hasta que gotearan la pintura. Saint Phalle dijo en 1961 que dispararía a todo, comenzando con “papá, todos los hombres, hombres bajos, hombres altos, hombres importantes, hombres gordos, hombres, mi hermano, la sociedad, la iglesia … todos los hombres, papá, yo misma“. El feminismo de ahora comparado con los 60’s es cosa de niñas.

Casada posteriormente con Jean Tinguely, un escultor que movía hierros y maquinas inútiles, crearon la divertida Fuente Stravinsky junto al Pompidou, donde puede verse lo que se divertían juntos.

Niki, gran artista que está en todos los grandes museos, estaciones, y jardines del mundo. Sus mujeres con pechos en la cara tienen muchas curvas y hacen alarde de su sexualidad. Son poderosas porque son ellas mismas.

Niki de Saint Phalle y su atmósfera, tenía mucho que ver con el carisma de su protagonista, convertida en una artista tan famosa como Andy Warhol o Jasper Johns.

Si hubiera sido fea, los hombres habrían dicho que sufría algún complejo y enseguida se habrían olvidado de mí.” Decenas de revistas incluyeron en sus páginas la imagen desafiante de aquella joven sinuosa vestida como una astronauta fuera de su nave espacial.

Niki es una de las grandes que hay que conocer, porque habla de saltarse las reglas para ser una misma.

 

 

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