La voz de Latinoamérica
Una mirada a Mercedes Sosa, la diva de la voz poderosa y el bombo, desde el punto de vista de un documental.
Al comienzo de su carrera Mercedes Sosa no sabía que iba a dedicarse a la música, al menos no profesionalmente. Ese camino lo eligió con el paso del tiempo. Su origen humilde y el idílico paisaje familiar, donde la pobreza no fue un impedimento para la felicidad, fue impulso y motor de una existencia centrada en expresar a través del canto las pequeñas historias sobre los conflictos y la belleza latinoamericana.
Nunca pensé cantar para vivir, se le escucha decir en el documental de Rodrigo Vila: Mercedes Sosa, La Voz de Latinoamérica. No podía tenerlo en mente porque en un principio su vida fue la pobreza y el hambre. Las pesadumbres cotidianas para sobrevivir, las carencias, y en medio, su vocación inesperada y espontánea.
La pobreza no es pobreza si se tiene a la madre y al padre juntos, afirma en el audiovisual la cantora (tal como se definía a si misma) con humilde sinceridad. Ni Mercedes Sosa ni el documental sobre su vida son grandilocuentes, aunque relatan hechos históricos que marcaron un antes y un después en el panorama de la llamada música folclórica argentina. Éste es uno de sus principales méritos.
Vila acompaña a Fabián Matus, hijo único de Sosa, a recorrer los lugares representativos de su carrera y existencia, comenzando por el parque de su infancia y las calles de su barrio.
El documental está estructurado en capítulos que se detienen de forma minuciosa en cada etapa: el origen, el nuevo cancionero, la expansión, las amenazas, el exilio, la soledad y el legado. Cada episodio cuenta con la participación de sus colegas, familiares y amigos. Desde Charly García hasta Chico Buarque de Hollanda conversan sobre “La negra Sosa”, develando anécdotas que definen bien su personalidad apoyándose además en su testimonio a viva voz.
Investigación exhaustiva
Mercedes Sosa no se propuso la fama. Todo comenzó en 1950. De tanto mostrar el talento en su círculo más cercano, debido a la insistencia de sus amigas y siendo todavía menor de edad, participó en el concurso de una radio local en San Miguel de Tucumán, al noroeste de Argentina. Se presentó como Gladys Osorio, para evitar ser descubierta por sus padres que no veían con buenos ojos su interés por la música.
Su mudanza a finales de 1957 con Óscar Matus, su primer esposo, y la creación del Movimiento del Nuevo Cancionero, tiempo más tarde en la ciudad de Mendoza, le brindaron un aire de renovación a su carrera que aún estaba por definirse. En 1959 grabó su primer disco, La voz de la zafra, contando historias que conocía de primera mano.
Su separación de Óscar Matus, años después, la devolvería al territorio conocido de la pobreza por una breve temporada. Una época que definiría su futuro. Su forma de enfrentar los malos momentos descubrieron así una personalidad fuerte, la misma de la que se serviría para darle poder a su voz.
En sus primeras grabaciones con los sellos “X”, El Grillo y Philips, Mercedes Sosa cantaba como una mezzosoprano. Su tesitura era alta, lo que le daba un enfoque lírico y clásico, y al mismo tiempo dramático, a canciones como Sin Saber Porqué. Sosa confesaría que su referente en ese entonces fue la folclorista Margarita Palacios.
Según el especialista Leonardo Waisman, el ingrediente mágico de las interpretaciones de Mercedes Sosa es el color de su voz… y su vibrato, aplicado con bastante regularidad sobre las notas largas, llega a ser muy amplio. Su registro vocal fue de más de dos octavas, con un potente acento en los tonos graves.
Se cree que poco a poco fue cambiando a contralto, con una tesitura media. Waisman, sin embargo, disiente: sus grabaciones de los años siguientes a su retorno (a Argentina tras el exilio) conservan la misma tesitura que las de los años 60; sólo en su década final hay un marcado descenso, acompañado por una pérdida de calidad vocal.
Material inédito
Sin embargo, la película también es un reflejo de su fragilidad y el sentimiento de soledad que la acompañó en la vida. Como todo verdadero artista Sosa, no eligió ser quién fue, se dejó llevar por su instinto y siempre tuvo pequeñas dudas sobre el valor de su trabajo. Inquietudes que la hacían titubear cuando se encontraba desnuda ante la mirada del público.
Presentaciones y grabaciones inéditas enriquecen la historia que brinda nuevas perspectivas de circunstancias conocidas. Por ejemplo, su polémica participación en el Festival Nacional de Folclore de Cosquín en 1965, cuando se le negó la oportunidad de cantar y finalmente pudo hacerlo gracias a la intervención del músico Jorge Cafrune.
En el documental hay una gran interés en detallar no solamente la personalidad de la intérprete, también el contexto dónde tuvo que desenvolverse, así como la forma en que se involucró con sus colegas. Con Violeta Parra, por ejemplo, desarrolló un vínculo emocional a través de sus composiciones.
La voz de Latinoamérica también cuenta con la participación de figuras pertenecientes a las generaciones admiradoras de su obra, como René Pérez, Residente. Finalmente, se muestra que el impacto de la figura de Mercedes Sosa tiene que ver, sobre todo -y más allá de su voz y dotes interpretativos-, con la honestidad de sus intenciones. Su firmeza y determinación para cantar lo que ella misma necesitaba escuchar.