Jazz Batá fue el inicio de Irakere
Una entrevista a Carlos D'l Puerto a propósito del álbum Jazz Batá 2 de Chucho Valdés.
Carlos D’l Puerto, el legendario bajista de Irakere, ha dejado un estilo y sello propios en la historia del instrumento en Cuba. A 46 años de la grabación del LP Jazz Batá, nos comparte su visión acerca de este disco y anécdotas de aquellas míticas sesiones que terminaron en el vinilo que hoy es todo un clásico de la discografía del latin jazz.
Chucho Valdés, Óscar Valdés y Carlos D’l Puerto se encontraron por primera vez en 1967 cuando Armando Romeu los llama para integrar la Orquesta Cubana de Música Moderna, formada por decreto institucional al estilo de una gran big band, cuando ya el jazz en Estados Unidos transitaba desde hacía tiempo por los pequeños formatos. Con 26, 30 y 16 años los flamantes pianista, percusionista y bajista de esa gran banda eran, a simple vista, un trío inusual. Pero en cuanto a música, eran uno y tenían las mismas expectativas cuando entraron en un estudio para grabar Jazz Batá.
“Venía de trabajar con otros grupos: Los Armónicos de Felipe Dulzaides, Sonorama 6 y el cuarteto de jazz del saxofonista y escritor Leonardo Acosta, con el pianista Raúl Ondina y el baterista Armandito Romeu. En la Habana, había un movimiento muy pequeño de músicos en su mayoría jóvenes, que estábamos tratando de hacer jazz, aunque en realidad en esos años en Cuba el jazz estaba prohibido y bastante mal visto. Era algo que hacíamos más bien en descargas en casa de gente que eran fanáticos y creábamos esos lugarcitos privados donde íbamos y descargábamos un poco, y tomábamos lo que hubiera. Con Chucho y Oscar Valdés habíamos trabajado mucho juntos en la Moderna y en diferentes grabaciones; también tocábamos todo tipo de música en el Hotel Atlántico de la playa Santa María del Mar, amenizando cenas, y en medio de todo esto nos surgieron muchísimas ideas, que fuimos ordenando en cuanto a cómo abordar los temas que tocábamos. Fue así que nos propusimos seriamente hacer algo experimental, mucho más creativo que lo que veníamos haciendo. Chucho era muy inquieto y entrar a un estudio para grabar lo que ya veníamos haciendo fue como la continuidad de ese trabajo.”
El LP Jazz Batá se grabó en los estudios Areíto (antiguos Panart) en 1972, pero salió editado en Cuba por EGREM un año después. Tuvo una sola edición posterior, en Italia, en 1977, y con el tiempo, cada vez más los melómanos vuelven una y otra vez sobre este vinilo ya clásico.
“Entramos al estudio… Chucho llevó lo que era el tema principal, la melodía, pero, según recuerdo, todo lo empezamos a trabajar allí, de una manera muy creativa, escuchando cada sugerencia de alguien cuando tocaba, y el otro instrumento le contestaba, le seguía. Teníamos una afinidad muy grande y tratábamos de conversar a través de los instrumentos, de crear un ambiente muy comunicativo entre los tres. El disco lo grabamos muy rápido, en 2-3 días, creo recordar… ha pasado mucho tiempo. Pero en realidad los tres teníamos experiencia en grabaciones en estudio, por lo que probablemente haya sido así. En ese momento la situación de Cuba era bastante caótica: no recibíamos instrumentos ni cosas de ninguna parte, no había nada. Entonces, las grabaciones de Jazz Batá las hice con un micrófono casero, improvisado, que me construyó un amigo mío tomando piezas de unos micrófonos de teléfonos, y esto es interesante, porque en realidad, mucha gente puede pensar que el tipo de sonido que yo estaba usando en ese disco era un poco diferente al convencional del contrabajo. Pero por supuesto, ese tipo de micrófono inventado debido a las carencias, le daba ese sonido un poco más electrónico, que el del instrumento acústico real; pero era lo que teníamos en ese momento, era lo que había.”
El desempeño del bajo en Jazz Batá hace suponer no sólo la voluntad de experimentación de Carlos D´l Puerto, sino también que su punto de partida se halla en algunas influencias.
“La mayor dificultad que tuvo mi generación, la de Chucho, la de Paquito D’Rivera, la de todos esos músicos que nos hicimos en aquella época, es que no teníamos información alguna: no entraban discos a Cuba; nadie, casi nadie tenía un tocadiscos; una grabadora, olvídate! Lo que la gente tenía entonces eran discos viejos de los años 50, o 60 muy tempranos. Nos reuníamos un grupo de los más jóvenes en casa del vibrafonista y baterista Armandito Romeu Jr., quien tenía muchos discos viejos, del tiempo de su papá, y ahí nos enterábamos un poquito de lo que se había hecho antes en el jazz, sobre todo por las figuras más importantes. Todo el que conseguía un disquito, cuando terminaba de trabajar, iba para allá y lo llevaba, porque el único del grupo que tenía tocadiscos era Armandito. Y entonces nos poníamos en cola para escuchar el disquito que cada uno traía. En mi caso, tuve acceso a un disco del trío de Charles Mingus y creo que cogí mucho de él, si es que tengo que identificar alguna influencia, pues por lo menos a él lo escuché. También los que tenían aparatos de radio de onda corta -en este caso los mayores, Chucho y Carlos Emilio (Morales)-, los llevaban y oíamos un programa que se llamaba La Hora del Jazz que, creo recordar, conducía Willis Conover; entre todos los pitidos aquellos de la mala recepción de la onda corta, algo escuchábamos, pero por supuesto no tuvimos nada hasta que empezamos a viajar, y pudimos comprar discos y una grabadorita. Por eso te digo que nuestras influencias fueron muy pocas. Y creo que eso tuvo su aspecto positivo, pues hizo más atractivo, más sui géneris el trabajo del Irakere para los mismos jazzistas y los que nos escuchaban tocar: era, precisamente, que nuestros estilos eran bastante originales.Por supuesto, uno siempre tiene influencias de alguien. En general, los arreglos de Chucho, toda la cooperación de todos en los ensayos, fueron creando un tipo de música; el tipo de latin jazz que hacíamos y también la música bailable que hacía Irakere, era todo bastante diferente, revolucionario, y eso fue una de las grandes cosas que tuvo Irakere.”
Jazz Batá no fue un disco que se hizo popular cuando se publicó y salió al mercado. Era un disco de élites, sobre todo musicales y nació destinado a ser leyenda, no sólo por su calidad intrínseca, sino porque su primer corte denominado Irakere, fue el que dio nombre a la histórica banda que poco después crearía su autor Chucho Valdés. Con el LP Jazz Batá era la primera vez que en una grabación comercial se incorporan los tambores batá a un formato de trio de jazz.
“A inicios de los años 50 se habían hecho algunas cosas con batá, por ejemplo, el ritmo batanga que creó Bebo Valdés, el padre de Chucho con aquella super orquesta que armó para estrenarlo. También en la Moderna se habían utilizado en algunos arreglos, pero en realidad siempre esos instrumentos, y otros, digamos, más folklóricos, se habían mantenido siempre limitados a las ceremonias religiosas, en un ambiente bastante cerrado. Y en realidad no se habían utilizado dentro de la música popular bailable, de concierto o de jazz, de la manera en que nosotros lo hicimos con el trío de Jazz Batá y después con Irakere.”
Y algo muy curioso cuenta Carlos D’l Puerto:
“Nosotros no volvimos nunca más a tocar aquellos temas del LP Jazz Batá. Incluso el tema Irakere, que es una belleza, nunca lo tocamos con el grupo Irakere; no volvimos a tocar nunca más ni Neurosis, ni el Son No. 2, que en realidad hubiese sido algo interesantísimo; creo que quizás en alguna descarga tocamos algo, pero nunca como algo formal.”
“¿Que cómo influyó Jazz Batá en mi estilo como bajista? Pues sin duda influyó, en lo personal, en mi estilo de tocar –que ya había empezado a ser un poco revolucionario, diferente a cómo se había estado tocando el bajo en Cuba hasta ese momento- , pues a partir de ahí esas libertades que me dio el trabajo con el trío y sobre todo el trabajo con Chucho y con Oscar, como músicos individuales fuera del contexto de las orquestas grandes, como era la Moderna, me ayudaron muchísimo a tener seguridad en cuanto a que esa forma de tocar tenía un lugar y un espacio, podía ser aceptada por la gente, podía ser interesante. Y ese fue el motivo fundamental de que empezara a crear esas estructuras un poco libres, esa forma de tocar oyendo a los demás y tratando de participar, no siendo solamente el instrumento que llevaba el ritmo, el tumbao constante todo el tiempo, -porque la gente solía decirte: “Ah! Tú eres el que tocas el bajo, el que hace pum pum pum, pum pum!” Ese disco sentó las bases de mi estilo personal, con el que comencé a hacer todo mi desarrollo musical.”
La experiencia del trabajo en este formato minimalista liderado por Chucho Valdés es diseccionada y resumida por Carlos D’l Puerto:
“El trío creado por Chucho, el de Jazz Batá, fue en realidad la piedra angular de todo lo que sucedió después con Irakere. Como disco también creó una nueva expectativa. En Cuba, la gente en realidad no se había puesto a grabar con esa libertad, con esa creatividad en todos los sentidos, y como te decía, un trío es para los músicos, probablemente, la formación más difícil porque los tres tienen que tener una relación entre ellos muy fuerte, conocerse, tener mucha afinidad con el otro músico; es un tipo de formación donde no puedes de ninguna manera esconderte, porque la ejecución resulta ser muy clara, muy transparente, todos los sonidos están muy presentes; o sea, no tienes otros instrumentos que puedan más o menos encubrir un error, o sea, es un trabajo que demanda muchísimo de los músicos.”
La trascendencia del disco Jazz Batá no pudo preverse en el momento que quedó terminado.
“El disco Jazz Batá fue, a mi juicio, un punto de cambio en el latin jazz, sobre todo del que empezamos a hacer nosotros en Cuba liderados por Chucho en Irakere. Por lo menos en mi caso, que era muy joven y un poco distraído (vamos a decirlo así), no pensé nunca que fuese a pasar algo con ese disco, porque fue un disco muy experimental, muy libre, que fue saliendo y que, digamos, lo fuimos analizando y entendiendo cuando ya estaba hecho, después que mucha gente tenía buenas y malas opiniones. Mucha gente dijo que estábamos locos… ya te puedes imaginar…”