Juana Molina, tras 22 años de carrera musical y 7 álbumes publicados, fiel a su instinto, sigue transitando carreteras que no figuraban en el mapa, calibrando su propia brújula. Es una artista que se adelantó a su tiempo con una propuesta que al principio pocos entendieron. Su triunfo, más allá de su indudable valía musical, es haber convertido su carrera en un pulso en contra del cliché y los prejuicios.

Halo (Crammed, 2017), su último disco, es otro hito en su carrera. Un trabajo en el que la autora continúa imponiendo sus propias reglas demostrando su absoluto dominio y solvencia en las tareas de producción, un gusto exquisito y una elevadísima dosis de refinamiento experimental que la alejan notablemente de cualquier otra propuesta de pop o electrónica contemporánea.

Este disco ha sido recibido con entusiasmo y admiración por la crítica y el público. Juana es reclamada para actuar en todo el mundo, ha brillado con luz propia en el Primavera Sound y el Sónar y regresa de nuevo a Barcelona para llenar hasta la bandera la sala Apolo en lo que promete ser uno de los conciertos del verano.

Para la artista, que gozaba de una exitosa carrera como actriz en Argentina, no fue fácil dar el salto a la música, como ella misma nos cuenta por teléfono.

Juana Molina: Me costó mucho empezar. Pero siempre he estado muy contenta de dar un paso que siempre deseé desde niña pero por timidez o vanidad me costó mucho tomar: la decisión de dedicarme a la música. Los años y la experiencia fueron soltándome. Algunas veces tuve revelaciones que me hicieron avanzar cien casilleros. Fue enriquecedor no quedarme con algo sólido, en el programa de televisión con un futuro asegurado.

Aunque quizás hubiese sido triste. Dejar semejante carrera televisiva para hacer una cosa comercial era una opción muy triste así que nunca se me pasó por la cabeza hacer algo que fuera vendible. Mi preocupación como actriz era justamente que no estaba haciendo música. Y como artista musical no tenía otra opción que hacer lo que a mi me saliera sin premeditación.

Alex García, Radio Gladys Palmera: También es cierto que en 20 años todo ha cambiado en la industria musical

Juana Molina: Buff, sí.

 RGP: Y la escena musical en Argentina es un universo distinto en estos momentos. ¿Te consideras una pionera?

Juana Molina: Me considero una pionera subterránea. En los primeros shows que yo hacía la gente venía corriendo para ver cómo había hecho tal o cual cosa. Se interesaban por mi set técnico. Lo que yo hacía no la hacía nadie. Por ejemplo buscaba la loopera (el pedal sampler) antes de saber qué era. Tenía muy claro lo que quería hacer pero no encontraba la herramienta adecuada. Me ofrecían pedales de delay y cosas así, pero fue más o menos en mi tercer disco cuando di con ello.

 

Fue en 2002 cuando Juana encontró por fin el dispositivo Boss RC-20 loop station, que le permitía crear bucles melódicos y repetitivos e ir añadiendo capas con más sonidos, melodías y patrones rítmicos

 

Juana Molina: Yo quería representar mis discos en directo sin tener que usar una banda u orquesta, que no hubiera podido pagar y además creo que a los músicos no les hubiera gustado tener que tocar lo mismo una y otra vez

RGP: Bueno, lo que está claro es que entonces no había Garage Band

Juana Molina: Jaja.. no, no. Y nunca lo usé. Siempre lo veía allá abajo en la pantalla de la computadora pero nunca lo he usado.

Tras abandonar su carrera como actriz para dedicarse a la música publicó un primer trabajo producido por Gustavo Santaolalla, Rara (MCA, 1996), que no fue bien recibido en su país. Lejos de amedrentarse, se instaló durante un tiempo en Los Ángeles y allí se familiarizó con los sintetizadores y otros instrumentos electrónicos.

A su regreso a Buenos Aires grabó su siguiente trabajo, Segundo (Crammed, 2000) de forma autónoma, en su casa, experimentando y tomando las riendas de la producción ella misma. Un sistema de trabajo que ya no ha abandonado hasta la grabación parcial en un estudio de Halo. La positiva recepción de aquel segundo álbum en algunos medios especializados de Estados Unidos y Europa fue determinante para la posterior trayectoria de Juana en la que se consagró como una de las más poliédricas y carismáticas artistas independientes de la nueva escena latina internacional. Fue un trabajo de autoafirmación.

 

Juana Molina: Fue un disco que marcó mi camino. Yo con Rara estaba confundida. Pensaba todavía en el formato de cancionero. Que entrara en los estándares de la música que se escuchaba. Admiraba mucho a Gustavo Santaolalla y él me recomendó que usáramos una banda. Esa decisión me inhibió un poco pero confié ciegamente en lo que Gustavo me aconsejaba porque yo no tenía un rumbo muy certero. Yo quería ser algo pero todavía no sabía cómo.

Así que la propuesta intimista de mis maquetas se transformó en algo que sonaba muy bien, bárbaro para aquella época. El problema es que después me di cuenta de que aquello a mí no me representaba musicalmente. El error fue mío. Estaba verde. Recontraverde.

Después de eso me marché a Los Ángeles. Tenía una especie de borrador de mis nuevas canciones. Y me di cuenta de que aquel borrador podría ser el disco que buscaba. Al oírlo comprobaba que no podría reproducirlo en un estudio. Cada vez más gente empezaba entonces a disponer de software musical que les permitía grabar en sus casas y por eso lo hice yo misma. Es algo casi imperceptible y sutil. Esas grabaciones muestran ese camino que yo estaba haciendo de descubrir sin saber qué iba a pasar a continuación. Ese álbum, Segundo, es como una expedición que hubiera sido minuciosamente filmada.

Y es un disco que no tiene los estándares de dinámica y volumen de la música que suena en las radios comerciales o en las plataformas de streaming. Tienes que subir el volumen. Pero tiene todo lo que necesita para mí. Es como un diario de descubrimiento.

Luego llegó su tercer álbum, Tres Cosas (Crammed, 2002), donde utilizó el pedal de sampleo por primera vez. Y, sobretodo, la invitación de David Byrne para que le acompañara abriendo sus conciertos en una gira norteamericana. El ex-Talking Heads repetía cada noche como un mantra al público que el álbum Segundo era uno de sus favoritos.

A partir de ahí la popularidad de Juana Molina se disparó a nivel internacional.

RGP: Ese afán de exploración ha continuado hasta ahora que estás presentando en directo Halo, tu último trabajo. Es curioso que muchos críticos dicen que se trata de un álbum más oscuro

Juana Molina: Sí, a mi también me llama la atención eso.

RGP: Sin embargo a nosotros nos parece luminoso y vital

Juana Molina: Estoy de acuerdo. Será porque hay alguna canción muy lenta pero no me parece que el espíritu del disco sea la oscuridad. Pero no me importa, quizás sea claroscuro. Tiene muchos matices y una amplia gama de timbres.

En cualquier caso la relación con la música o la pintura es muy personal y siempre uno relaciona la obra que tiene delante con lo que lleva dentro. Es inevitable la comparación. Y también es inevitable que un periodista lea lo que dijo otro y comente lo mismo. Hay muchos periodistas que no se toman la molestia de tener una opinión propia.

RGP: Como ese criterio algo absurdo sobre lo que es bailable o no. Con tu música sucede mucho. En este disco hay incluso ciertos patrones rítmicos más o menos sutiles que nos recuerdan al norte África

Juana Molina: Por supuesto. Mira, yo desde hace unos años siempre pido que allá donde toco sean lugares sin butacas. Ocurre algo cuando la gente está de pie que no se da cuando está sentada. Si estás sentado igual te apoltronas y terminas como mucho moviendo un pie, cosa que yo no veo en el escenario. En mis shows pasan cosas raras, absolutamente inesperadas. Así que si mi música es bailable o no también es muy relativo como tú dices. Se puede bailar un waltz y nadie va diciendo que sea música bailable.

Los shows en vivo ahora son más potentes. Uno se va transformando con el feedback del público. No tiene que ser igual que un disco. Un directo ha de ser otra cosa. Está bien reconocer las canciones pero no tienen que ser siempre iguales a las grabadas. Yo dejo de tocar una canción en las giras cuando me aburre, o detecto que tiene que ser de otro modo y le cambio los arreglos.

Como alquilamos el backline cuando viajamos a veces te encuentras con que el teclado, por ejemplo, no lee mis sonidos programados con anterioridad. Entonces ese show lo tienes que hacer como si te tiraras a una piscina sin agua y ver qué ocurre.

A veces hay que simplificar, y entonces pueden haber grandes recompensas.

RGP: Con Halo ha sido la primera vez en muchos años en que has decidido volver a grabar en un estudio de grabación lejos de tu casa [en el afamado Sonic Ranch en Texas]

Juana Molina: En realidad ya tenía ocho canciones terminadas y en el estudio terminé cinco más que estaban esbozadas. También agregué algunas cosas. Pero fíjate tenía un tema donde la guitarra no me funcionaba y decidí grabarlo en el estudio. Así que me puse y he de decir que la guitarra sonó increíble, algo sensacional. Pensé “con esto ya es otra cosa”. Aún así la guitarra nueva grabada en el estudio no funcionaba, pero por otros motivos. No había manera de seguirla. ¿Por qué? Porque en las canciones todo va ocupando su lugar, cada instrumento, cada sonido. Y la guitarra vieja, aunque sonaba horrible, tenía su papel principal y todo se apoyaba en eso. Por tanto esa canción se quedó fuera del disco.

Lo que hice en el estudio se hizo prácticamente de cero. Volvería al estudio si en vez de tres semanas pudiera quedarme tres meses.

RGP: Porque estás acostumbrada a seguir tu propio tempo a la hora de crear un disco

Juana Molina: Exacto. No voy con todo hecho. Mis discos se van armando según lo que sucede en el día.

 

Juana es productora – autora pero le gusta trabajar y colaborar con otras personas. En Halo, colaboran Odín Schwartz y Eduardo Bergallo.  John Dieterich, del grup Deerhoof, también participó en algunos temas.

RGP: ¿Qué habilidades o cualidades son las que aprecias de los músicos y creadores con los que trabajas?

Juana Molina: De Odín me gusta su generosidad. Da mucho de sí para un producto que no es el suyo. Muchos músicos se guardan lo bueno para ellos. Todo se enriqueció gracias a él. Odín es más punk y yo más cuidadosa. Su juventud hace que tenga una relación natural con la tecnología. A mí esto ya me supera. Me da mucha pereza tratar de entenderlo. Me quedé con mi sistema y, salvo cosas que uso todos los días, del resto me olvido de cómo funcionan.

RGP: Eres muy exigente con tu trabajo, y además creo que está claro que componer y perfilar un tema son para ti procesos que requieren de gran concentración y paciencia.

¿Cómo sabes que ha llegado la hora de grabar nuevas músicas? ¿Sientes presión o miedo a la hora de dar ese paso?

Juana Molina: Siempre me da miedo. Pienso que lo último que hice es definitivamente ‘lo último’, que no tendré más ideas. La decisión de grabar es una responsabilidad mía y debo activarme. No siento que tenga la necesidad de grabar. Me siento y durante una o dos semanas hago cosas horribles, sin ninguna inspiración. Igual aparece algo y por ahí me voy metiendo poco a poco. Lo que no puedo hacer es trabajar en esto haciendo otras cosas. No tengo esa capacidad.

Cuando me pongo a hacer un disco sólo quiero hacer eso. Me levanto, me voy al estudio de mi casa, como, y sigo hasta que igual me dan las seis de la mañana. Es el tiempo de las musas, de las ideas que puedan desarrollarse. No me doy cuenta si llevo ocho horas seguidas trabajando.

No es un tedio, es algo que me gusta hacer. Es un azar controlado.

 

RGP: No debe ser fácil para artistas que hilan tan fino en sus propuestas hoy en día, convivir con esta realidad de hoy en la que muchos oyentes no tienen paciencia para adentrarse no ya en un álbum sino en un tema completo. ¿Cómo te afecta esta época de fragmentación en la que todo se consume a un click y en la que el zapping televisivo ha llegado a lo musical?

Juana Molina: Es duro, es difícil. Porque me doy cuenta que mucha gente me dice que lo que hago yo necesita más de una escucha. Para entrar en mi mundo. La música que más me gusta es la que al principio me generó una inquietud, una incomodidad.  Pero algo hizo que la escuchara de nuevo.

El oído es como un molde y lo que sucede en estos tiempos es que ese molde se ha vuelto rígido. Y cada vez entra menos información distinta. Cada vez es más difícil moldear el oído. Pero por otro lado me va muy bien, estoy contenta y no tengo nada de qué quejarme.

Juana Molina actúa el 10 de julio en La 2 de Apolo en Barcelona.

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