Sara Curruchich

Han surgido como una nueva ola, refrescante y llamativa. Son los cantantes en lenguas indígenas, ahora convertidos en estrellas de la canción. Voces en aymará, guaraní, mapuche, maya, náhuatl o quechua aterrizan con fuerza en los hit paradle. De su triunfo en los escenarios digitales y tangibles depende que esas formas de comunicación se conozcan, perduren y den pie a la supervivencia de muchas otras más.

En América Latina existen más de 500 lenguas indígenas. Son las llamadas lenguas amerindias que han sobrevivido a la proliferación de los idiomas nacionales oficiales. Pero no hay cifras exactas de su población hablante. Los censos no han llegado a todas partes, las existencia de algunas ni siquiera se conoce entre sus vecinos, la idiosincracia indígena suele ser muy reacia a ofrecer datos, y no hay una forma real de preservarlas más allá de la tradición oral. ¿O si?

Es muy difícil para un país latinoamericano mantener su vigencia, en gran medida por lo intrincado de su geografía; cosa que le sucede a Brasil y sus 186 lenguas nativas con un gran porcentaje en el Amazonas. Pero también porque el llamado “acceso a la civilización” se da en el idioma nacional. No hay otras vías lingüísticas y establecerlas requiere de un plan tecnológico a muy largo plazo. En ese tiempo ya se habrían extinguido unas cuantas.

Los otros caminos son la recolección de grabaciones, la elaboración de diccionarios, la enseñanza oral y las nuevas líneas de investigación que entidades como el Instituto Caro y Cuervo de Colombia vienen realizando en el marco de la Cátedra UNESCO de Políticas lingüísticas para el multilingüismo.

Lo de la enseñanza oral es lo más atractivo. En México, país que tiene 68 idiomas indígenas y cerca de 350 dialectos, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas de CDMX, promueve un método de preservación llamado Nido de Lengua. Este consiste en que las personas mayores se reúnen con grupos de niños para transmitirles ese lenguaje, al estilo del Abuelo Simpson al pie del limonero.

En cuanto a la Cátedra UNESCO, esta dice que “los derechos lingüísticos de los pueblos propician el reconocimiento, respeto, protección y estímulo al uso de las lenguas en diferentes ámbitos, entre ellos el hogar, la escuela, las comunidades, el territorio ancestral, nacional e internacional, específicamente en el ámbito latinoamericano”. En suma, que son vehículos de cultura y de sistemas de vida.

Llegados a este punto, hay seis grandes grupos lingüísticos con unas cifras realmente enormes: el náhuatl, con 1,6 millones de hablantes; las lenguas maya, con 1 millón; el quechua, con casi ¡14 millones!; el aymará, con 1,5 millones; el guaraní, con 8 millones; y el mapudungun o mapuche, con medio millón. Y cada grupo tiene a su vez diferentes dialectos.

Pero a pesar de estas cifras, cada año hay menos población hablante. En Colombia existen 69 lenguas nativas, la mayoría son indígenas, pero también hay dos lenguas afro, una gitana y la lengua de las señas, unida legalmente a las demás por la Constitución nacional. El Ministerio de Cultura de Colombia realiza cada año un censo para ver el estado de salud de esas lenguas y a cada año desciende el número de hablantes. Es la triste realidad.

LOS CANTOS DEL IMPERIO MAYA

Sara Curruchich, nacida en San Juan Comalapa, en Guatemala, se ha convertido en la primera cantautora indígena guatemalteca en llevar sus cantos a nivel internacional en cachiquel, su idioma materno, y en español. Sara dice haber encontrado en la música la mejor forma de desarrollar la gestión cultural. De esta forma imparte talleres de música en diferentes comunidades de la región. Su álbum debut, Somos, ha sido todo un éxito tras ser grabado y producido en tres países, y tener la colaboración de Amparo Sánchez (Amparanoia). Todo un trabajo de folk, rock y música tradicional kaqchikel, perteneciente a la cultura maya.

Los mayas vivieron su apogeo durante dos mil años y poblaron toda la actual América Central desarrollando un arte y una cosmovisión que Sara Curruchich quiere reflejar en sus canciones. No son cantos una lengua derivada del protomaya (el lenguaje madre de aquella cultura), sino cantos que muestran otra forma de ver el mundo y un respeto absoluto a la tierra y sus productos naturales.

Un poco más al norte, en México, la lengua más usada por las nuevas generaciones es el náhuatl, originalmente una macrolengua que hoy se habla en comunidades rurales de Morelos, Oaxaca, Puebla o Tlaxcala. Los cantos folclóricos en náhuatl hablaban, sobre todo, de religión, pero ahora han dado pie a canciones de rebeldía contra el orden establecido.

Por eso conviven en México los cantantes folk con los grupos de rock-náhuatl y de heavy-metal. Por un lado, Esmeralda de la Sierra, Mardonio Carballo & Juan Pablo Villa, Ollin, Quinto Sol, Xavier Quijas Yxayotl o La Murga Xicohtl; y por otro, Aztlan Underground, Dancing Deadlips, el vuh, Kalpulli, Kiauitzin, Pololtia Micpetlacalli, Rockercoatl o Zuqy.

Carballo y Villa tienen un espectáculo titulado Xolo, en el que van de la poesía a la música tradicional, en tanto que Rockercoatl se ha convertido en la banda rockera más popular de Tlaxcala-Puebla.

LA HERENCIA DE LOS INCAS

Mayas e incas, los dos grandes imperios precolombinos, se han juntado en la música de Pololtia Micpetlacalli (que traduce ataúd olvidado en náhuatl), proyecto viajero liderato desde Lima por Alexander Malven.

La cultura inca fue toda una civilización que ha dejado rastro en el aymará, el cauqui, el jaqaru y las distintas variedades del quechua. Pero también en la música andina, heredera de su instrumentación y danza. La quena o flauta de bambú, por ejemplo, viene de allí; y las danzas originales siguen siendo cultivadas en carnavales como el de Oruro, en Bolivia.

En quechua cantan varios artistas, algunos de ellos verdaderas estrellas como Sylvia Falcón, Renata Flores, Liberato Kali, Los Uchpa, William Luna o La Gran Pierina Caycho, quien se ha atrevido, incluso, con salsa en su lengua nativa, al igual que Luss Huamán.

Sylvia Falcón es una soprano nacida en Lima y por su registro vocal la han llamado “La nueva Yma Sumac“. El apelativo también responde a la puesta en escena de sus canciones, siempre intentando mostrar lo grandioso de aquella cultura ancestral y la devoción que impregnaban a sus cantos al sol y la tierra. Falcón se presentó en sociedad en 2007 con el álbum Killa Lluqsimun (cuando sale la luna, en quechua). No trascendió. Pero en 2015 grabó el Himno Nacional de Perú en quechua (acompañada al piano por Pepe Céspedes) y fue todo un suceso.

Renata Flores, trapera nacida en Huamanga, también necesitó de un impacto mediático para dar a conocer su arte. Apareció en La Voz Kids cantando en inglés, lo que gracias a su madre, integrante de una banda de rock, se convirtió en su fuerte. Para su fama fue determinante un cover, el de The Way You Make Me Feel, de Michael Jackson, reticulado por ella en quechua, Chaynatam Ruwanki Kuyanayta. Su álbum debut, Isqun, dedicado a la mujer indígena de los Andes, ya era un éxito antes de salir al mercado. A Flores también la han comparado con Yma Sumac, pero no por el tono de voz, sino por la búsqueda de mezclas y fusiones de su cultura musical con los sonidos anglosajones de vanguardia.

Ricardo Flores es de Lima, es intérprete de hip-hop y se le conoce como Liberato Kani (que en quechua significa amante de la libertad). Al igual que Renata, Ricardo aprendió la lengua de su abuela y la música de su padre y su abuelo, también músicos, aunque de chicha y huayno. Convencido del uso del rap como fuente de resistencia social, Flores huye de los tópicos del indio sumiso y resabiado. Su interés es el fortalecimiento de la lengua y por eso sueña con proyectos de investigación, y tal como lo afirmó a Alessandro Leone del diario El Pais, cuando el quechua se adapte un poco más a mostrar otras expresiones será mucho mejor. El ciudadano peruano no va a pensar que si uno se viste de una manera no puede hablar quechua y todas estas ideas se van a tumbar cuando el quechua esté por todos lados. Mostrar algo en quechua no será una cuestión de asombro, sino una cuestión natural.

LOS CANTOS CRIOLLOS

A toda esta proliferación de nuevos artistas reivindicativos, ha ayudado la folktrónica. Como decía José A. Rueda aquí en Radio Gladys Palmera, Si la folktrónica ha calado pronto y bien en Latinoamérica ha sido por la asunción de la palabra folklore como algo mucho más ancestral. Esta tendencia comienza más tarde -casi en la presente década- con la irrupción de artistas como Nicola Cruz y Chancha Vía Circuito. El primero nació en Francia, pero regresó pronto al país en el que tiene sus orígenes: Ecuador. Las armonías indígenas de Los Andes y la selva amazónica son la gran inspiración de Nicola, que retoma las premisas sonoras de algunos artistas del downtempo de principios de milenio: Thievery Corporation o Quantic.

Pero en el Caribe, donde el creole ha marcado a las islas pequeñas y angloparlantes antillanas, y lo afrocubano ha influido en las islas mayores, esa influencia viene de la salsa, especialmente durante su boom en los años 70 y 80.

La música afrocubana cantada en lengua yoruba, proviene de África Occidental, donde la hablan más de 20 millones de personas. Su lado folclórico y ritual, asociado al sincretismo, es mantenido por artistas como Lázaro Ros o la banda IFÉ, pero su lado más bailable siempre ha estado al servicio de la salsa, con referencias como Ricardo Ray y Bobby Cruz desde finales de los años 60.

Otra lengua africana popularizada por la salsa ha sido el wólof. Sus hablantes alcanzan los 5 millones y su impacto en el Caribe vino de la mano de la champeta, de la moda del zouk, de algunos discos de rumba congoleña y del joeson de Joe Arroyo, Yamulemau. En realidad quien popularizó aquella canción para el público americano fue el gambiano Laba Sosseh en una grabación para el sello SAR y titulada Diamoule Mawo. Hubo otras versiones anteriores, pero estas fueron las que calaron más.

En cuanto al Caribe continental, desde hace varios años hay un empeño de las instituciones colombianas por preservar la cultura de San Basilio de Palenque, declarado Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad por ser el primer pueblo libre de esclavitud en la América colonial. Pues bien, la lengua palanquera ha tenido en el músico Simón Mejía (Bomba Estéreo) y en la cantante Aida Bossa a sus grandes defensores. Nuevas formas para evitar que se olvide una tradición.

Esta selección parte de las nuevas creaciones musicales hechas en lenguas nativas. El viaje comienza en Centroamérica para sumergirse en la cordillera de los Andes, y saltar luego al Caribe continental. Cierran la sesión dos canciones del pasado reciente de la salsa, que ha sido exponente de lenguas africanas en América: el yoruba y el wólof.

Playlist

1. Kiauitzin (náhuatl) - La Llorona
00:00:34
2. Lila Downs (maya) - Hanal Weech (live)
00:03:42
3. Sara Curruchich (cachiquel) - Ixoqi'
00:08:03
4. Rockercoatl (náhuatl) - Tezcatl
00:11:44
5. Renata Flores (quechua) - Qam Hina
00:15:09
6. ANDU (aymará) - Jumampi Nayampi
00:19:12
7. Sylvia Falcón (quechua) - Tantarchay Kichkachay
00:23:36
8. Tierra Adentro (guaraní) - Aguije
00:28:17
9. Liberato Kani (quechua) - Harawi
00:31:24
10. Aida Bossa (criollo palanquero) - Asina Jué
00:34:23
11. Linaje Originarios (emberá) - El Condor Pasa
00:37:46
12. Ricardo Ray y Bobby Cruz (yoruba) - Lo Altare La Araché
00:42:18
13. Joe Arroyo (wolof) - Yamulemau
00:46:44

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