Pamplona On Fire
Reflexiones flamencas desde el festival Pamplona on Fire,
Hemos repetido que el flamenco vive momento de gran brillantez y creatividad, donde la calidad de las propuestas apenas tiene reflejo en la continuidad de los proyectos. Vamos, que nunca ha estado el flamenco como ahora de rico y diverso, y llevamos desde 1979 sin un programa de flamenco en TVE (uno que dure más de quince entregas). Exacto, desde que Fernando Quiñones le preguntó a Camarón por “La Leyenda del tiempo”.
Han pasado 40 años y la riqueza y la calidad que sentimos los “allegados” al flamenco se nos niega desde los medios de comunicación, desde los despachos oficiales e incluso desde “la afición”. Esos que antaño pontificaban en la peñas, ahora lo intentan desde internet. Resulta enternecedor.
Hace unos meses en un foro de presuntas campanillas (el club Siglo XXI), un chaval con corbata, de unos 20 años, pregunta a la mesa sobre Rosalía. Después de la pertinente descalificación, pregunta un señor de unos 80 años qué cómo se atrae al flamenco a los jóvenes.¡Mecachis!
ISRAEL GALVÁN
Después de una semana en el flamenco On Fire de Pamplona. La clave me la ofrece el saxofonista Antonio Lizana tras ver el Fla.co.men de Israel Galván. Antonio parece tan deslumbrado por lo que ha visto como por lo que significa.
–Yo quiero hacer eso, pedirle a los músicos que, además sean más cosas en escena.
LOS PIES DE ROCÍO MOLINA
El día anterior hemos visto al batería Pablo Martín Jones lavarle los pies a Rocío Molina después de la escena en que “la sangre” dibuja extrañas formas en el suelo y en la pantalla de video.
Por la mañana hemos visto a parte de su banda con José Ángel Carmona cantando flamenco en el balcón de la plaza del castillo. Con Rocío Molina toca también el bajo eléctrico. De hecho la primera escena de Caída del Cielo da calambre y empieza en uno de los puntos álgidos del Omega de Morente.
Poco más de un minuto en el que la banda lanza un grito huracanado y estridente. ¿Saben lo que hay que calentar para llegar hasta allí de esa manera tan brutal?
SEGUIRIYAS O ROCK AND ROLL
Estábamos en la casa del embajador de Francia con Israel Galván, Dani de Morón y otros amigos, cuando confesé que me gustaba sentir a Israel Galván con los ojos cerrados en Fla.co.men. Es un ejercicio que siempre me ha servido para concentrarme en la música. La primera vez que ví el espectáculo en los teatros del canal de Madrid, estaba tan abrumado por la información que ofrece Israel que, cerré los ojos.
–Pues el espectáculo evoluciona por ahí, me contaron.
Lo intento otra vez en Pamplona. Cierro los ojos y no funciona. Han cambiado muchas cosas, los dos cantaores (Lago y Perrate) ahora cantan sin temor a sorprender, emocionar o lo que sea. Todo se entiende mejor porque está teatralmente más limpio (y seguramente uno ha crecido como espectador). Caracafé está soberbio, en lo que hace y lo que calla. Su manera de cruzar el escenario es una lección de rock and roll que nunca superaría Keith Richards en mil años (y la manera de cruzar el escenario de Keith es “imperial”, o como La Paquera).
Y de pronto ¡cataplúm! Israel apaga la luz y nos deja a solas con nosotros y con sus sonidos en estereo.
El espectáculo nunca deja de ser flamenco, pero uno lo ve con todos los sentidos y entonces suena el mejor rock que he escuchado en mi vida. Alguien me aclara que son unas seguiriyas.
UN PATATÚS CON ROCÍO MOLINA
Lo de la sangre lo llevo fatal y me da un patatús, sudores fríos, cambios estomacales ¿Será ese pincho que he comido? ¿A estas alturas me van a sentar mal las vanguardias? ¿Es un cambio hormonal? ¿Será la menopausia? pero eso… ¿no era exclusivo de la mujeres cuando se les retira le regla? ¿Eso le pasa a los hombres? ¿Soy un hombre?
Rocío Molina arrastra su pesada carga en escena. No se lo pierdan.
SOY UN MORO JUDIO QUE VIVE ENTRE LOS CRISTIANOS
Llegan Rocío Márquez y Jorge Drexler. Cantan al unísono la canción del moro judio, no creo que mejoren el original. Acaban con el Pena penita pena cada quién un ratito, la versión es estupenda, hasta que cantan otra vez los dos a la vez como si fueran Juanito Valderrama y Dolores Abril y a mí me suena a la Radio Telefunken de mi adolescencia. Entiendo la fascinación de Drexler por “lo flamenco”; habla como un adolescente enamorado y engatusa a un público distinto del de la noche anterior. Jorge no necesita ni cantar ni tocar la guitarra (y hace las dos cosas bastante bien). Pero lo suyo es el arte del vendedor de crecepelo. Cuando se queda solo canta la canción de la gala de los Oscar Al Otro Lado Del Río, que no está entre sus 20 mejores canciones. La ha convertido en un himno. Recuerden; pusieron a Banderas a cantarla porque Jorge era un desconocido en Hollywood y cuando recibió la estatuilla en lugar de hablar (que es lo que sabe hacer), va el tío y se canta la canción. ¡Zasca!
Me encuentro con flamencos cabreados por el espectáculo. “Si esto es un festival flamenco…”. Me acuerdo de Mayte Martín y Belén Maya el año anterior; ni un acorde flamenco. Sólo belleza.
DESDE EL BALCÓN
Ya saben que uno de los mejores ingredientes del Flamenco On Fire son los miniconciertos desde los balcones. Este año he sido consciente de lo complicado que es para un cantaor ni ver ni escuchar al guitarrista. Veo a Tomás de Perrate en un balcón y a Caracafé en el otro. Ver a tus héroes en la cuerda floja no hace más que aumentar mi admiración. En el balcón del Txupinazo tocan Pepe Habichuela y Ketama. Josemi me cuenta los silencios de esa plaza camino de El Bosquecillo, donde vemos a la banda de Ketama. ¿No es eso lo que hace Israel Galván? Desmontar y deconstruir cada elemento, cambiarlo de sitio, volverlo a poner, recomponer el puzle para ponerse un traje de sevillana y bailar un fandango que parece un zorziko.
EL FLAMENCO MOLA
Vuelves de Pamplona con una fe inquebrantable en el flamenco en todas sus formas y mutaciones. Los que crecimos con Paco de Lucía y Enrique Morente celebramos que el liderazgo, aquí y ahora, lo tengan Israel Galván y Rocío Molina.