Seducidos por el lado oscuro del compás
Un vía crucis flamenco para los tablaos con C. Tangana, Rycardo Moreno y Rocío Molina.
C. Tangana y Rosalía protagonizan en 2016 un video con la canción Antes de Morirme. Casi noventa millones de visualizaciones en YouTube y la sensación que todo estaba por llegar. Cada uno por su lado experimentan con música y con marketing. Rosalía había estado con titanes de la fusión como Diego Cortés y Xavi Turull en Kejaleo (2013), pero abandona el proyecto. Luego se encuentra con Refree y reinventa lo de ponerse flamenca con un guitarrista (Los Ángeles) y El Mal Querer, pero la verdadera ruptura estética llega en directo. C. Tangana va tejiendo su respuesta en un disco que se aleja del ambiente urbano para, ojo al dato, canibalizar la rumba flamenca de mil maneras diferentes sin dejar ese aire indolente con el que lo interpreta todo. El Madrileño debería ser un disco más irritante para los rumberos que lo que fue Los Ángeles para los flamencos. A diferencia de los flamencos, a nadie le importa si copian a los rumberos.
Que nadie se ofenda, no voy a empezar una campaña contra Tangana por apropiación cultural de la rumba. Pero tiene mucho morro, tanto o más que Manu Chao, que se fue por los caminos de la rumba en tres continentes hasta dar con Clandestino. Tanto morro resulta muy, pero que muy rumbero.
EL CONCIERTO DE ARANJUEZ POR EL LADO CHUNGO
A Los herederos de Joaquín Rodrigo no les gusta la versión del Adagio de El Concierto de Aranjuez que ha realizado el guitarrista Rycardo Moreno en su último disco Mi Esencia, que Rycardo define como una autobiografía. El peso que tiene la interpretación del Adagio de Joaquín Rodrigo es ínfima. De hecho me parece más interesante la composición Andrómeda que Rycardo engarza con el Adagio de Aranjuez.
Supongo que a Rycardo le interesó la obra de Rodrigo en el mismo sentido que a Miles Davis: Maldición, esas líneas melódicas son fuertes, recordaba el trompetista en su biografía.
La música clásica sigue mirando por encima del hombro a todas las demás. Rodrigo despreciaba la versión que hizo Miles y se comenta algo similar con la de Paco de Lucía. ¿Pueden encontrar a mejores representantes del jazz y el flamenco?
No avisamos a Rycardo Moreno de esos antecedentes y ahora se retira un disco que ha trabajado durante tres años. En la situación actual volver a sacar la obra sin el Adagio parece un esfuerzo inútil, y no por el “Adagio” que es una flor muerta en mitad de un estanque. Rycardo tiene mucha música por ofrecer.
Miles Davis estaba convencido que Rodrigo cambiaría de opinión cuando le llegaran los cheques con sus derechos de autor y nosotros pensamos que los compositores (y los que viven de ellos) son seres con sensibilidad artística. Nos equivocamos.
ROCÍO MOLINA, BAILANDO ENTRE SOMBRAS
En la segunda parte de su trilogía de la guitarra, la bailaora se deja llevar por el lado oscuro.
La primera vez que vi bailar a Rocío Molina fue en la pantalla de un ordenador y no podía creer lo que estaba viendo y escuchando. Era un espectáculo junto a Rosario La Tremendita y jamás había visto algo así. La ruptura estética de baile, el tacón como un instrumento más, el cuerpo como caja de resonancia y la complicidad rítmica de dos mujeres desafiando las pautas y las normas del tiempo y el espacio.
Al poco tiempo pude entrevistar a La Tremendita por su segundo disco, pero Rosario recibió mi impacto estético con frialdad y me quedé sin argumentos para la entrevista. En esos momentos uno sospecha que hay algo personal enredado con el arte; luego leí que en aquel momento Rocío y Rosario eran pareja y que habían dejado de serlo.
Estaba en Sevilla cuando Rafael Riqueni recibió el premio Compás del Cante 2017 de la Fundación Cruzcampo. Después de la ceremonia nos fuimos a Triana, a su barrio, y allí nos tropezamos con Rocío Molina y nos hicimos un selfie con Teo Sánchez y Cristina Cruces. Es una de esas noches en las que la música te envuelve y apenas reconoces el significado de los encuentros hasta mucho más tarde.
Caída del Cielo es un espectáculo que me afectó físicamente, me sentí mal o ¿era algo que había comido? Sin embargo, el espectáculo me pareció prodigioso en todo con un momento brutal de los músicos en que interpretan un pasaje del Omega de Morente en dos minutos.
Me puedo imaginar a una divinidad del baile como Mikhail Baryshnikov arrojado a los pies de Rocío Molina en el camerino del New York City Center. Conozco el espacio, hice cola para saludar a Sara Baras y hacerle una pequeña entrevista. Es un camerino normal, lo extraordinario es la gente que pasa por ahí. Antes de la pandemia vimos a Rocío Molina en el Café Berlín en un ambiente íntimo que complementa la sensación de lejanía que nos deja en la segunda parte de su trilogía sobre la guitarra.
La primera parte (Uno) es con Riqueni. Aún no lo he visto pero puedo sentirlo. Con Riqueni, mi baile recobra su naturaleza, es como hacer un recorrido de vuelta, como si oyera la música por primera vez y mi lenguaje corporal surge sin esfuerzo ni complicación.
Vi la segunda parte, Al Fondo Riela (Lo otro del Uno), en los teatros del Canal de Madrid. Rocío se sumerge entre sombras con dos guitarristas aparentemente opuestos en sus estilos. Eduardo Trasierra y Yeray Cortés. Vestida de negro en la caja negra del teatro con un suelo negro apenas vemos bailar sus manos con los sones de Trasierra. Luego aparece una pantalla que no alumbra el panorama. Esconde la cabeza y el rostro con una pamela de reluciente metal-de-plástico-negro y añade un chaleco (negro) al vestuario. A ratos proyecta la sombra sobre la pantalla, pero no estamos de cara a la pared como Platón en la caverna, ni en el teatro y su doble de Artaud. Hace falta afilar la mirada para discernir su figura y su baile, no hay sitio para los aplausos y no está claro si baila flamenco. Rectifico, Rocío Molina siempre baila flamenco, lo que no me queda claro es si baila los palos según las pautas y las tradiciones.
Está sometida al influjo de los dos guitarristas y cuando sale de escena ambos se enzarzan en unas bulerías supersónicas que parecen justificar el título del espectáculo, Lo otro del Uno. Rocío se aleja de la luz y de los focos y baila entre las mareas, Al Fondo Riela. Encuentro un significado que se corresponde con lo visto. Riela: “Brilla con luz trémula”.
Las dos guitarras llaman a la abstracción y cuando Rocío desaparece entonan el Anda Jaleo. El público intenta encontrar un lugar para el aplauso, incluso un desplante arranca un ¡ole! en un sector del teatro. Hay división de opiniones, hay gente que considera que a las divas de la danza hay que verlas en su esplendor y en sus miserias, que para eso están los focos.
Yo estoy seducido por el lado oscuro de Rocío. El texto de programa de mano es incompresible, se entiende mejor el que figura en su web: Es una pieza sobre el reflejo y la pérdida de la realidad, una obra donde salen todos mis fantasmas. Hay que pasarla y padecerla para llegar a la tercera parte que será una liberación.
LOS TABLAOS, LA PENITENCIA
Ya he dicho que tardé años en pisar un tablao, hasta entonces pensaba que eran lugares llenos de turistas donde el arte estaba condicionado a faenas de aliño. Después de perseguir a nuestras máximas figuras del baile por los mejores teatros del mundo mundial, adoro recordarlos en un tablao. Si me permiten el recuerdo es como volver a ver a Miles Davis en un club de jazz después de verlo junto a diez mil personas.
Tiene que ver con la intimidad del arte. Cierra Villarosa, antes lo hizo el Café de Chinitas y los demás están con el agua al cuello. Me encuentro con Manuel Liñan en el funeral del Villarrosa. Liñan me empezó a cautivar por sus coreografías y no se pierdan su último espectáculo, Viva!, la mejor receta que conozco para retomar el gusto por el arte.
Alguien me dice que los chinos han comprado el Villarrosa no sé si es verdad. ¿Para qué quiere un chino el Villarrosa? Puede poner un museo del flamenco o un restaurante.
En esta procesión, los penitentes que llevamos las cruces somos los de los tablaos (y me incluyo como aficionao).
El presente "collage" sonoro encaja algunas piezas del lado oscuro de nuestra música popular, algunas de ellas han sido capturadas por C. Tangana para construir su álbum El Madrileño. Dedicado a los tablaos que pugnan por sobrevivir sin afición y sin turistas, dedicado a Rycardo Moreno que se ha visto obligado a retirar su disco Mi Esencia ¡porque a los herederos de Joaquín Rodrigo no les gusta su versión del Adagio de Aranjuez!