Seguro lo primero que viene a sus mentes cuando piensan en el Perú es probablemente Machu Picchu y la ciudad del Cusco, Y sí, es parte de las maravillas que tenemos. Lo que el mundo aún no sabe es que hay una gran comunidad de afrodescendientes en el Perú, que es importante visibilizar, por ser una comunidad fundamental en la cultura y el desarrollo del país. Detrás del imperio incaico hay un país aún por descubrir.

Soy Javier Lazo, compositor y productor musical. Parte de mi vida la he dedicado a dejarme sorprender por esa fuente inagotable de ritmos, poesía, picardía, historia y testimonio de resistencia que es la música afroperuana. Gracias a Gladys Palmera que me permite contar algo de mi historia. Abro acá mi corazón para mostrarles cómo mi vida se transformó gracias a la música afroperuana.

Crecí en Barranco, un distrito de la costa de Lima. A mediados del Siglo XIX fue el balneario de la aristocracia limeña, pero cuando llegué, siendo muy niño, era un pequeño y amable pueblo donde convivían perro, pericote y gato, porque en el Perú quien “no tiene de inga tiene de mandinga”. 

Mi primer encuentro con la música criolla fue allí, en Barranco, en ese barrio bohemio, escuchando en la peña Don Porfirio las voces de los viejos cultores como Abelardo Vásquez, hijo y heredero del mítico Porfirio Vásquez. Abelardo, era un extraordinario cantor de marineras, valses, festejos, panalivios y mucho más. No muy lejos de ahí, cerca al malecón, trinaba la guitarra de Carlos Carrión, fundador de la agrupación Cambalache Negro. Ambos me abrieron el pecho, sembrando la sabiduría de su espíritu tan quimboso como elegante.

La música criolla nacida del mestizaje entre lo indio, lo africano y lo español, es como casi todas las músicas del Perú, producto del encuentro y del desencuentro de nuestras historias; una de las muchas músicas que definen lo que somos: una nación en construcción.

Es en los viejos callejones donde se escuchaban los repiqueteos de guitarra, golpes de cajón y guapeos sabrosos, convertidos en valses, marineras, tonderos, panalivios, festejos y landós, música que en mayor o menor medida ha sido el soundtrack de mi vida. En la música criolla está impregnada la huella de lo afroperuano que ha logrado construir su propio espacio.

Antes del folclor mis canciones estaban pobladas de acordes que venían del jazz y de la bossa nova; melodías melancólicas y letras con imágenes que luchaban por no ser comprendidas, hasta que apareció ante mi el cajón peruano y la revolución se hizo por dentro. Encontré mi camino y el propósito: sumarme a los que estaban creando un nuevo repertorio para la música negra del Perú.

¿Hubo presencia africana en el Perú? Claro que sí. Según el último censo oficial de 2017 hay 828.841 afrodescendientes.

Una gran parte de esta historia la han escrito las familias afrodescendientes, que en su seno mantuvieron el arraigo por sus músicas y danzas, estas expresiones ancestrales un día salieron del callejón y del poblado rural hacia los escenarios.

En la casa de mis abuelos tuve muchos descubrimientos, uno de ellos lo trajo el viejo televisor en blanco y negro que desde el centro de sala me mostró el programa Danzas y Canciones del Perú, en el que Nicomedes y Victoria Santa Cruz, dos magníficas almas creativas, me envolvieron con su sonido puro y su mensaje combativo. Sus trabajos de composición, investigación y recopilación han sido fundamentales para moldear lo que hoy conocemos como música afroperuana. Cabe anotar que sus obras transcurren en el contexto de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y el espíritu libertario que independizó al Congo y a otras naciones africanas sometidas por el colonialismo europeo.

Fue ese mismo televisor el que me reveló a Caitro Soto y Eusebio Pititi Sirio, quienes junto a Chabuca Granda -ícono de la música peruana-, marcaron el nacimiento de una nueva etapa. Ahora lo afroperuano no sólo narraba con picardía y rebeldía la nefasta época de la esclavitud, como lo hizo magistralmente Ronaldo Campos y su magnífico Perú Negro.

A mis cuatro años la radio me mostraba la revolución sonora que trajo El Surco, posiblemente la canción donde Chabuca Granda salta de lo tradicional a lo universal; donde jóvenes leyendas, como el guitarrista Félix Casaverde y el cajonero Caitro Soto, se unen al genio catalán Ricardo Miralles -responsable del álbum Mediterráneo de Joan Manuel Serrat-, para crear la joya afroperuana de la hispanidad, el mítico álbum Tarimba Negra grabado en Madrid en 1977.

Desde el balcón de mi casa de Barranco, en la década de los 80, fui testigo del paso de jóvenes creadores que años más tarde serían mis héroes. Pasaban levitando Andrés Soto y Kiri Escobar, los autores más innovadores que he conocido y con quienes -en mi opinión- se funda la nueva canción criolla. Su desenfado, su rebeldía, sus acordes contemporáneos y el interés que tenían por hacer canción social, sin caer en panfletos, me abrieron la cabeza y me senté, de un golpe, a contemplar el cambio.

En mi adolescencia llegan a mis oídos Roberto Arguedas y Susana Baca haciendo suya María Landó de Chabuca Granda y el poeta César Calvo. Una obra que me marcaría la vida para siempre, fue constatar que la poesía y la música negra nacían para quedarse dentro de mi.

Gracias a la generosidad de la investigadora y compositora Chalena Vásquez llegué al poblado de El Carmen en Chincha, Ica, provincia al sur de Lima, donde se celebran las navidades con comparsas llamadas Atajo de Negritos y Pallitas, villancicos que los españoles trajeron y que los pueblos andinos y afroperuanos transformaron en una bella e impresionante tradición de zapateadores y zapateadoras.

En El Carmen me deslumbró el violinista y zapateador Amador Ballumbrosio, patriarca de una familia de extraordinarios artistas, cuya influencia comenzó a hacerse notoria en el Perú con la unión que tuvo con Micky González, compositor y productor peruano-español que embebido del folclor, lanzó una apuesta al futuro sembrando en corazones como el mío, la semilla de lo nuevo.

Tuve varios encuentros con Lorenzo Coronado en El Carmen. Era el último guitarrista de la tradición de Las Pallas, quien me enseñó en unos cuantos giros melódicos su alma campesina, y en ese punto supe que ya no habría retorno, algo que hasta hoy agradezco.

Regresando de este maravilloso viaje tuve mis primeras clases de música con Carlos Hayre, una de las más grandes guitarras peruanas, compositor y genio innovador, sus trabajos al lado del compositor Manuel Acosta Ojeda constituyen pieza angular de esta historia. Tuve la suerte de aprender mis primeros acordes de la mano de Carlos y de tener largas conversaciones en el programa radial de Manuel. Quisiera mencionar que, a mi parecer, nadie como ellos supo sembrar, no sólo una forma única de hacer música, sino también una ética en la música, con ese espíritu rebelde podríamos tener mil años más de música peruana. 

Hasta que decidí estudiar en el Conservatorio Nacional de Música del Perú. Ahí conocí a Enrique Iturriaga, compositor académico sin etiqueta alguna, libre como el viento y las aves, fue el primero en incluir al cajón peruano en una obra sinfónica llamada Homenaje a Stravinsky. Este hecho además de ser altamente creativo, a mi entender, era un acto político. El cajón instrumento popular, creación de los afrodescendientes invisibilizados, se convertía por primera vez en el instrumento principal de una obra académica interpretado magistralmente por el maestro Ronaldo Campos, fundador de Perú Negro.

Confieso que prontamente me rebelé al escuchar que mis otros maestros decían que Chabuca Granda era tan sólo tres acordes y que lo afroperuano jamás tendría el nivel académico de la música clásica. Como comprenderán, viniendo de donde venía, abandoné más pronto que tarde ese nido de viejas ideas.

Tiempo despúes, mientras cumplía mi ritual de tocar la guitarra delante de mi casa, esta vez, desde el histórico barrio de pescadores de Chorrillos, en Lima, vi pasar a Susana Baca, me acerqué y le conté qué hacia. Fue muy generosa y me citó en su escuela Negro Continuo y en los años siguientes, ese espacio que ella había creado, me albergó y me permitió aprender de la tradición afroperuana sin cortarme las alas de pájaro rebelde. Hay una frase que siempre recordaré de esa época, una que ella solía pronunciar con su delicada y rotunda voz: Vamos a darle escuela a los músicos de calle y calle a los músicos de escuela. Ya se imaginarán a qué grupo pertenecía yo.

Una mañana llegué a casa de Susana con De los Amores, se la canté con mi guitarra y ahí comenzó a girar la rueda. Jamás podría haber imaginado que mi composición se cantaría en varios continentes y que ese intento mío de crear un panalivio nuevo, sería versionado y hasta coreografiado por la mismísima Pina Baush.

Ya en el año 2001, junto a Susana, se habían publicado mis canciones en sellos como Luaka Bop en Nueva York, había compartido con Craig Street, el productor de Cassandra Wilson y Tom Waits durante la grabación de Eco de Sombras, había musicalizado poemas monumentales como Canción de Negra, de Antonio Cisneros, y mis canciones estaban en sus discos al lado de Caetano Veloso y Björk. Fue un bello e irrepetible tiempo.

Lo que vino después, fue crear mi propio sonido, distanciandome de mis maestros tanto como reafirmándome en ellos.

Luego de terminar mi álbum Esperanza Grande junto al mítico cajonero Julio Chocolate Algendones, recibí una nota suya donde respondía a mi pregunta: ¿Para qué tocas, Chocolate? Su respuesta es un tesoro que aún me alimenta: Tocar para curar.

Mis encuentros con músicos y productores alrededor del mundo como Chango Farías Gómez, Pedro Aznar, Michael League, Matt Geraghty, Willy Suchar, Gelson Briceño, Zé Luis Oliveira, Pepe Felly Manuaku, Hugo Candelario, Sandro Moreno, Alex Mesquita, Cyro Baptista, Zach Brock, Sam Barsh, Novalima, Rubén Goldin, Miroslava Katsarova, Alexis Tamayo, Rodrigo Pereira, Gabriel Colman, entre tantas figuras con quienes he compartido mi música, son la certeza que atesoro de que lo afroperuano es una fuente creativa para el mundo.

Este camino que ya cumple 29 años, es la búsqueda por construir un sonido que algunos artistas, hombres y mujeres hemos llamado: La Nueva Música Afroperuana, el nuevo sonido de una música ancestral.

Como diría Victoria Santa Cruz: Lo afroperuano es universal, es un tesoro musical que puede ser interpretado por todos los músicos del mundo y así lo confirman mis viajes y encuentros.

Dedico estas palabras a la memoria de Rafael Santa Cruz, destacado músico e investigador peruano-español.

Quiero compartir una playlist especialmente preparada para sus oídos de exploradores. Ahí encontrarán a extraordinarias figuras de lo nuevo como Araceli Poma y su propuesta afroandina, una mujer valiente que está cambiando la forma de hacer música peruana desde Nueva York; Luz María Carriquiry y su encuentro con la poesía y los ritmos de latinoamérica; la agrupación Lundú, con su apuesta por crear un nuevo lenguaje desde Arequipa al sur del Perú; Las Guerreras de la Música Afroperuana, como un testimonio incontrastable del aporte de las mujeres y el maravilloso encuentro con estrellas del jazz y la música del mundo gracias a Just Play y al visionario Matt Geraghty, Novalima y el encuentro de la electrónica con lo tradicional, Daniel Bazán Jr. y su sonido urbano y jazzero junto a los ritmos negros del Perú, una variedad de trabajos tan innovadores como auténticos. Aquí encontrarán muchos tesoros que al descubrir amarán.

Bienvenidos a una música que transita de la diáspora africana y el mestizaje hacia la conquista del mundo, una música necesaria que va más allá de una región y que se declara ciertamente como afirmación de nuestra hispanidad.

Playlist

1. Susana Baca - Bendíceme
00:00:18
2. Araceli Poma - Libre Como el Agua
00:04:55
3. Luz María Carríquiry feat. Javier Lazo - Nuestro Amor
00:08:00
4. Susana Baca - De los Amores
00:12:04
5. Novalima - Tinkalamina
00:17:06
6. Just Play Perú, Milagros Guerrero - Tinkalamina
00:21:28
7. Araceli Poma - Al Pie del Cariño
00:24:40
8. Javier Lazo - Soldado Landó
00:27:53
9. Javier Lazo - Pordiosera
00:31:27
10. Javier Lazo - La Mascarada
00:35:03
11. Javier Lazo - Reina Mortal
00:39:20
12. Callejón Bendito - Reina Mortal
00:44:45
13. Araceli Poma - Dos Papás
00:51:45
14. Javier Lazo - Libre
00:54:59
15. Javier Lazo - Damisela
00:58:15
16. Juana Kikongo - Lundú
01:02:00
17. Viene Lundú - Lundú
01:05:45
18. Javier Lazo - Zaguán
01:09:45
19. Daniel Bazán Jr. - Quema
01:13:48
20. Just Play Perú, Caro Goyoneche, Sofía Buitrón - Tumba y Cajón
01:19:00

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