La rockola que cambió mi vida
Este es el origen y la hoja de ruta de un colectivo de DJs surgido en 2011 en California y extendido ya a otras latitudes: Noche Romántica.
San Francisco es una ciudad llena de música, cultura, historia y de mucha diversidad. Los habitantes de esta ciudad son una combinación de familias que han estado aquí por generaciones y personas foráneas, como yo.
Uno de los vecindarios más conocidos, por ser un barrio latino y porque siempre sale el sol, se encuentra en el corazón del nublado San Francisco, llamado La Mission.
Gracias a mi tío Alfonso, quien fué como mi abuelo, pude conocer este barrio sobre todo la esquina de la calle 25 y Bryant St. donde se ubicaba El Puerto Alegre Nº. 2. Un lugar que te recibía con un letrero de palmeras, seguido de unos pisos rojos y con paredes llenas de piedras.
El Puerto Alegre Nº. 2 era el bar que mi tío Alfonso había comprado muchos años atrás, fruto de mucho trabajo en los campos de fresas en California. Este lugar recibía diariamente a personas provenientes de diferentes países de Latinoamérica, algunos recién llegados, otros ya establecidos en esta ciudad, la mayoría hombres solitarios buscando un espacio que los hiciera sentir más cerca de casa. Para mí no fué difícil encajar, ya que todos compartíamos ese sentimiento de estar lejos de nuestras familias.
Todo lo que sonaba en el “Puerto Alegre” provenía de una rockola. Temas como Algo de Mi, de Camilo Sesto; Verónica, de Los Beats; El Triste, de José José; Señora, de Hielo Ardiente; Recuerdos de una Noche, de Los Pasteles Verdes; Y Volveré, de Los Ángeles Negros; eran los más populares entre la gente, podían sonar una y otra vez en el mismo día y las personas los recibían con la misma emoción cada vez. Algunos cantaban, otros bailaban y algunos más no podían contener las lágrimas por la emoción de lo que estas canciones les hacían recordar.
En el año 2010 conocí a José Luis Arreguin (DJ Chicano Playboy) otro joven latino que vivía en La Mission. Platicábamos todos los días sobre nuestros gustos musicales y nuestra cultura, nos hicimos muy amigos y los dos nos llamábamos José.
Tiempo después regresé a San Francisco luego de haber estado días en la casa de mis padres en Wilmington. En esa ocasión aproveché para traerme en una bolsa de mercado abarrotada de discos viejos de la casa y sin pensarlo mucho me dirigí a Rock Bar, un lugar que también se encontraba en La Mission.
Rock Bar acababa de cambiar de dueño, viviendo los estragos de la gentrificación. La ex dueña que era latinoamericana había sido reemplazada por otro dueño, y otro lugar más que había albergado a la comunidad latina por diez años ya no existía.
Una noche José Luis y yo trajimos nuestros discos y sin saber cómo usar una cabina de DJ le preguntamos al mánager, Brion Nuda, si nos dejaba tocarlos mientras jugábamos billar. Él aceptó y los discos empezaron a girar. A la gente que se encontraba en el bar le encantó la música, incluído al mánager, quien al terminar la noche nos pidió que regresáramos otra noche a tocar. Nosotros le comentamos que no teníamos más discos y él nos dio sus propinas de la noche para que compraramos más. Así fué como nació la fiesta, el nombre ya lo tenía en mi cabeza: Noche Romántica con José y José, haciendo alusión al gran “Príncipe de la Canción”.
Después de tocar algunas veces, regresé a Puerto Alegre y le conté a la comunidad del lugar sobre Noche Romántica. Contentos con lo que estaba haciendo, algunos de ellos también quisieron regalarme sus discos favoritos para que pudiera tocarlos. Gracias a eso pude enriquecer mi set y mi conocimiento con boleros cubanos, rock de los años 60, cumbias, baladas románticas y rancheras.
Hoy Noche Romántica ha crecido y está en cuatro ciudades distintas: Oakland, Los Ángeles, Nueva York y Barcelona. Cada fiesta ha tomado su propia personalidad y su propio encanto, representado de manera propia su conexión con la cultura latina.
Personalmente, poniendo discos en Noche Romántica, siento que rescato ese pequeño rinconcito donde un latino se entrega a la nostalgia.