Picasso, Morente y el Guggenheim
Las etapas de Picasso se visten de colores, del azul al rosa... Hasta que aparece Dalí y el surrealismo.
El baile flamenco contemporáneo (el de Israel Galván, Rocío Molina, Andrés Marín y muchos más) no se puede entender si no entras en un museo de arte contemporáneo. Así que me meto en el Guggenheim de Bilbao con mucho flamenco en la cabeza y se me revientan las meninges y pierdo el sentido de la realidad en una orgía para el equilibrio y para los sentidos. El edificio es una experiencia, te cambia la manera de mirar, por dentro y por fuera.
No iba a Bilbao desde el Congreso de Música Tropikal de 1996 que organizó Antonio Mora. El edificio era entonces un amasijo de hierros sin pulir que recordaba las nieblas y los óxidos que rodeaban los altos hornos. La ría ya no tenía aquel color chocolate-chungo y parecía recuperada de los achaques y el chof-chof de la revolución industrial. Ha cambiado la ciudad, ha cambiado el tiempo y el espacio; ahora sale el sol, se ilumina el edificio de Frank Ghery y se ven los montes.
No pintaré más la flecha ni la orejita en el columpio, dice Picasso y canta Morente. Ahí baila la imaginación, se rompen las lineas y los paisajes.
Enrique Morente canta en el museo Picasso de Málaga en octubre del 2003. Es un cante extraído de “Recetas de cocina por soleares”. Parece usted un pintor le jalean a un Agujetas al que no llegamos a escuchar. David Lagos cantó por Mikel Laboa en el Guggemheim en 2007, años más tarde cantó para el baile de Israel Galván entre las esculturas de Richard Serra. Canta Morente Adios Málaga la Bella y se mete en la piel del pintor. Melón Jiménez le dedica unas alegrías a Picasso. Kati Golenko ataca unas seguiriyas modernas. Carles Benavent, Tino Di Geraldo y Jorge Pardo hacen ¡Pocopop! Pablo Picasso se autorretrata en la voz de Enrique. Daniel Casares interpreta La Calle de Avignon, una rumba. Ahí vemos que Las Señoritas de Avignon, tan cubistas ellas, no eran las de la ciudad francesa, sino las de la calle Avinyó un poco más allá de la casa que habitó el pintor en Barcelona, en la calle Escudillers, una de las cunas de la revolución rumbera.
Las etapas de Picasso se visten de colores, del azul al rosa. Llega Maui, se lo engarza en la falda y lo mira todo color vermut… en rojo.
Enrique Morente toma la brocha y el compás, la pintura respira y el cante… El cante tarda en abrirse paso entre formas y colores. Aparece transformado. Tallado en piedra. Clásico, moderno y hermoso. Lo titula Compases y Silencios y parece un escultura de Eduardo Chillida. El cante extraído de una piedra.
Aparece Dalí y el surrealismo de las manos de Melón Jiménez desde su reciente disco El Sonido de los Colores. Baila una rumba con los bigotes afilados.
Vuelve Enrique Morente por alegrías y no nos podemos despegar de aquel concierto en Barcelona 2010 donde interpreta Guern-Irak; un grito, desconsuelo eterno, otra vez.