El rey cubano de Paris
Esta es la increíble historia de Raúl Zequeira: mambo, chachachá y boogaloo en Europa.
Con una vida novelesca, el cubano Raúl Zequeira llevó el chachachá, el mambo, el calypso y hasta el bossa nova, la pachanga y el boogaloo desde las boites parisinas hasta los salones de la aristocracia europea. Con una conexión permanente con músicos de La Habana y Nueva York, Zequeira estuvo siempre actualizado en cuanto a los ritmos que surgían y se hacían populares y sus más relevantes intérpretes. Su especialidad fue la noche y el divertimento, pero eso sí, siempre acompañándolos de la música de Cuba y de Suramérica y el Caribe. Los músicos que trabajaron con él lo recuerdan como un incansable promotor, músico creativo y empresario sagaz, un aglutinador -una especie de influencer latino en la prehistoria de internet-, un tipo al que todos en París respetaban. Acogió y dio trabajo a cuanto músico cubano carenaba en la Ciudad Luz, y convirtió su ascendencia y sus relaciones interpersonales en elementos de desarrollo y protección para sí mismo y para ellos.
De todo esto y más estaba hecho Raúl Pilar Zequeira y Alfonso, quien en los 64 años que vivió dejó hechos y anécdotas que demuestra la intensidad de su paso por este mundo. Nacer en La Habana Vieja, el 12 de octubre de 1920, tuvo necesariamente que dejar una huella en el carácter y la afición musical de Raúl. Vivir por mucho tiempo en la calle Crespo 111, sería definitorio para aquel muchacho que, como una esponja, absorbía todo lo que le proporcionaba ese barrio que en aquellos años era un hervidero de cultura autóctona e influencias foráneas crecientes.
Contrario a lo que pudiera pensarse, Raúl nació en cuna muy pobre, el último de siete hermanos, pero Toribio Zequeira y Catalina Alfonso, sus padres querían que alcanzara mucho más en su vida: se las arreglaron para que su hijo pudiera estudiar bachillerato. Pero vivía la música en su Habana natal, se nutría de ella sin saber que pronto habría de echar mano de todo ese bagaje, pues muy temprano decide que su sitio no estaba precisamente en Cuba en esos momentos.
En la Segunda Guerra Mundial el joven Raúl piensa que su lugar está en la lucha contra el nazifascismo, y en 1943 presenta carta ante el Senado cubano solicitando autorización para aceptar plaza para alistarse en los ejércitos de Norteamérica por todo el tiempo que dure la actual contienda contra las potencias del Eje Totalitario. En los dos años siguientes peleará en Corea, Japón y regresará con medallas a Estados Unidos.
Salí de Cuba en 1944, con 23 años. Estudiaba matemáticas superiores (…) Empecé a cantar un poco tarde, a los 28 años. Pero en Cuba siempre estuve relacionado con el ambiente musical, recuerdo que no me perdía un ensayo de la orquesta Hermanos Martínez. Martín Martínez, el padre y contrabajista de la orquesta, era mi profesor de música. Los Hermanos Martínez era una de las jazz bands cubanas, influenciadas por el jazz y la música de Estados Unidos… utilizaban varios saxos, tres trompetas… Nunca falté a un ensayo de los Hermanos Martínez, contó Zequeira a la periodista Jeanne Brody, de la revista Jazz Magazine.
Con 26 años, Zequeira llega a Nueva York el 2 de diciembre de 1946, donde permanece hasta julio de 1948. A las 48 horas de mi llegada a Nueva York a quien primero me encontré fue a Marcelino Guerra… Había un baile en el hotel Diplomat y fuimos juntos y cuando llegamos allí estaban Machito, Tito Puente, que fumaba un grueso habano, y también Graciela. Al día siguiente fuimos a un club en la calle 59, que estaba donde hoy está el Lincoln Center. Ahí me encontré con mucha gente que conocía, como Chano Pozo, con quien estuve muy ligado hasta su muerte. Una semana después, fui al Savoy Ballroom. Allí estaban tocando Duke Ellington, Dizzy Gillespie y Cab Calloway. Eran mis ídolos. Me quedé plantado allí, paralizado, escuchándolos, incapaz de bailar o beber en toda la noche, de la emoción. En cuanto llegué a Nueva York estuve conectado con el ambiente de los músicos.
Son los años del auge del bebop y del surgimiento del cubop. Se hace amigo de Machito, que despertaba interés en los músicos norteamericanos y sectores de la comunidad latina de Nueva York. Probablemente, sería allí donde aprendería sus primeras nociones del music bussiness, que le servirían para ser el empresario que también fue en Europa. En Nueva York recibe como veterano de guerra el reconocimiento y la ciudadanía estadounidense y nace su hijo Mario Raúl, pero sus ansias de constante búsqueda le impiden echar allí raíces, y el 17 de julio de 1948 aborda el buque Marine Jumper y pone rumbo al puerto de Le Havre, Francia.
CRUZANDO DE NUEVO EL ATLÁNTICO
Con toda la música que llevaba consigo, la que siempre le acompañó y de la que se permeó en Nueva York, Zequeira iniciaría un camino exitoso en Francia. Era un músico con una cultura y un sentido de pertenencia. Su inicio en los escenarios franceses lo insertan brevemente en el ámbito del jazz parisino. El propio Zequeira lo explica: Comencé mi carrera artística como cantante de Stéphane Grappelli. El día que debía empezar, estuve sumamente emocionado: me encontraba frente a alguien a quien había conocido a través de sus discos. Mi vida ha estado marcada por un disco suyo con Django Reinhardt con el quinteto del Hot Club de París. Desde que estaba en Cuba, con 17 años, ya escuchaba a Django y a Grappelli. Después pasé a Chez Ledoyen, en los Champs Elysées, que aún existe. Mi repertorio entonces eran temas populares cubano de la época, como El cumbanchero, dos temas de Chano Pozo: Nagüe y Con tu cara de parampampín. Todos con títulos bastante cómicos.
Luego trabajaría con el clarinetista y saxofonista Hubert Rostaing -al decir de Raúl, uno de los más grandes clarinetistas, que podía batirse en un mano a mano con Benny Goodman, quien se había impresionado tanto con la capacidad musical de Rostaing, que le autorizó a utilizar su nombre en su publicidad, ¡y ya se sabe cuán estrictas son las leyes de publicidad en Estados Unidos! Cuando llegamos a Roma para tocar en el Casino delle Rose, nos topamos con una foto de Rostaing con Benny Goodman. Yo diría que Rostaing fue el primer francés en tocar salsa. El grupo estaba formado por cuatro saxos, que incluía a los hermanos Rakosi, una trompeta y el pianista era Raymond Lefèvre, muy joven. Con Grappelli tocábamos lo que se llamaba típico, cuando Grappelli quería que los músicos se relajaran un poco. Había el piano, el bajista pasaba a la batería y se quedaba el cantante; alguno de los músicos tocaba las claves, a contratiempo -daba igual-, las maracas y con todo esto llenábamos el tiempo. Con Rostaing era diferente: hacíamos un show, descansábamos y después tocábamos 45 minutos para que la gente pudiera bailar. Rostaing me pregunta si tenía algunos arreglos y le muestro todo lo que había traído de Estados Unidos, se alegró muchísimo. Con él tocábamos también temas de Pérez Prado.
Canta también en Chez Maxim’s y en 1951 es contratado para presentarse en el famoso Moulin Rouge. El dueño era Jo Frances, fue quien montó el Balajo a La Bastille. Pasé una audición a las dos horas y media de la madrugada, después del primer espectáculo. Tres trompetas, cuatro saxos un trombón y la sección rítmica completa. Mis arreglos eran para cinco saxos entonces sabía que literalmente iba a explotar. Cuando llegó el momento, escogí Mambo en Trompeta, obra escrita y arreglada por Pérez Prado. Sabía que los metales de la banda eran muy buenos -Gérin, Gégé y Faisant- y cuando la orquesta empezó, fue el asombro de todos. Jamás en Francia -estábamos en 1950- habíamos oído a una orquesta impactar de esa manera! Hubert Rostaing y la orquesta del Moulin Rouge fueron los primeros en comprender que en la música cubana había algo que no habían captado aún, que estaba fuera de su control.
¡Esa noche fue la primera vez que vi a músicos franceses hacer un ensayo después de terminar de trabajar, y con tanta alegría! No les importó que fuera tan tarde y que habían terminado su trabajo: sabían que había algo que no alcanzaban a captar y querían comprenderlo y descubrirlo, y lo hicieron con alegría porque les había gustado la música cubana, con esos metales estridentes. En un momento me pidieron descansar 15 minutos para tomar una copa y volver después al ensayo. Terminamos muy tarde. Después pasaron los años, nuestros caminos se separaron, pero cada vez que me encontraba con Gégé, me saludaba con la primera frase de respuesta de las trompetas.
Quizás haya sido Raúl Zequeira uno de los primeros cantantes cubanos en presentarse allí y conseguir notoriedad dentro de la cartelera del afamado Moulin Rouge. Con esta favorable experiencia, y la aceptación de la música que él proponía, Zequeira decidiría fundar su propia agrupación. Poco después me puse a componer, con la ayuda de un órgano y un bajo eléctrico.
En L’Éléphant Blanc, Zequeira comenzaría a relacionarse con lo más granado de la aristocracia europea, que también, a tono con la moda, quería bailar a ritmo de chachachá y la música del Caribe: desde Charles Chaplin hasta Alí Khan o el Rey Hassan II de Marruecos; desde el príncipe ruso Seguei Obolensky hasta el playboy dominicano Porfirio Rubirosa. En 1957, Alí Khan contrata a Zequeira para presentarse con su septeto en la fiesta de cumpleaños de su hijo Aga Khan. Después el Aga Khan lo convertiría en el grupo musical de planta su recién inaugurado hotel en Gstaad, Suiza, a donde se trasladaría Raúl con su familia. Para el aristócrata, Zequeira sería el referente de la música afrocubana y caribeña: lo llevaría con sus músicos también a sus negocios hoteleros en la Costa Smeralda, en Cerdeña, Italia. Zequeira, por su parte, lograba respeto de aquellos personajes, por saber acompañar con su música y también con su discreción lo mismo los florecientes negocios del Aga Khan, que las conquistas enfebrecidas de Rubirosa.
Con la ventaja que le reportaba estar siempre actualizado de lo que en música se cocinaba en La Habana, Nueva York, o Río de Janeiro, Zequeira es decisivo en la difusión del mambo y el chachachá en las noches parisinas de los años 50, lo que extendió también con sus actuaciones a Suiza, Italia, España o Grecia. Con sus orquestas, combos y grupos de diferentes nombres, recorrió el mundo cantando ese repertorio caribeño y latinoamericano que le hizo popular allí por donde pasó. Su natural propensión a ayudar y proteger a los músicos cubanos que llegaban a París, casi siempre en precaria situación, le permitió nutrir su grupo con buenos y experimentados músicos, con muchos deseos de tocar y avanzar, y trayendo las últimas novedades desde la Isla.
Entre los que pasaron por sus agrupaciones destacan figuras notables como Pepín Vaillant El Caballo y Gilberto Valdés Zequeira, junto a Leopoldo Piccolino Junco, Emilio Boza Bombón de Chocolate, Pepito Riestra, Aldo Jova, Cristóbal Suárez, Clemente Lozano, Pinillos, Rafael Ruiz, José Dolores Quiñones y otros.
En Cuba, su labor de difusión y promoción en Europa fue muy valorada: Zequeira fue parte del numeroso grupo de músicos cubanos que, trabajando en diferentes países, fueron invitados por Gaspar Pumarejo, uno de los magnates de la televisión cubana, para ser homenajeados en 1957 en el evento “50 años de música cubana por el mundo”, junto a nombres tan decisivos como Mario Bauzá, Machito, Arsenio Rodríguez, René Hernández, Zenaida Manfugás, Vicentico Valdés, Antonio Machín, Alberto Socarrás, Chino Pozo y muchos más.
En 1959, el 22 de noviembre, llega otra vez a Nueva York, ahora contratado por el príncipe Serge Obolensky para animar las noches del restaurante Mon Plaisiren el Drake Hotel, en Park Avenue. En el LP Oo La! Cha Cha (Felsted Records), Nick Hunt en la nota de contraportada destaca cómo Raoul ha sostenido la tradición de sus precursores, músicos cubanos que llevaron las sonoridades cubanas y latinas a París, como Don Barreto. Raoul es un director de banda bien posicionado en el circuito internacional, habiendo tocado en largas y resonantes temporadas en Nueva York y otras plazas. Su sonrisa destellante y su alegre voz coinciden con la vivacidad de su música, y todos estos ingredientes atractivos han sido capturados en este álbum. Los oídos exactos pueden detectar ligeras fallas en el trabajo conjunto de vez en cuando y algunos fallos de solistas, pero estos son compensados más que adecuadamente por el entusiasmo natural cubano evidente en cada pista. La sección de ritmo, en particular, sobresale por la cohesión y sus ataques nítidos e inspirados.
Zequeira fue sagaz para adaptarse, con sus músicos, a cada momento: a inicios de los años 60, y al regresar de Nueva York, se hizo eco en Europa del furor newyorkino por la pachanga, y luego incorporó también a su repertorio el naciente boogaloo, que triunfaba en el Nueva York latino.
Aprovechó el tirón del éxito del filme La Dolce Vitta haciendo popularísima su versión del tema Il Diavolo, que tuvo varios registros en discos. Lo mismo ocurrió con la banda sonora del filme italiano Baldoria nei Caraibi. En participación directa en el filme francés L’Affaire Nina B, de 1961, aunque ausente en los créditos, puede verse con nitidez a Raoul y su grupo en varias escenas.
En los años 70, siempre pendiente de la mode, se adentra en las nuevas tendencias que triunfan en Europa. Graba rumba catalana con su grupo, al que llama, a tono con el tema de moda, Los Borriquitos, y experimenta con la pop y el funk, sin olvidar sus raíces latinas. Es la época de sus éxitos French Girl y Chica Boom, producidos por Columbia y Disques Flèche, este último sello, propiedad del famoso cantante francés Claude François. La pegadiza Chica Boom atravesaría el Atlántico para ser grabada en Nueva York por los también cubanos Hansel y Raúl con la Charanga 76.
A inicios de los años 80, Zequeira se licencia en especialidades de música en la Universidad de París 8. Allí imparte también cursos sobre música cubana y caribeña.
La madrugada del 16 de junio de 1984, Raoul Zequeira había compartido con su amigo cubano Pedro Izquierdo Pello El Afrokán, de visita en París. Horas después, al llegar a su casa, moriría de una dolencia cardíaca.
Era Raúl un convencido de la riqueza y la capacidad de convocatoria y renovación de la música cubana, su capacidad de diálogo con otros géneros y fue exactamente lo que le convierte en uno de sus mayores difusores en el ámbito europeo y en especial en Francia.
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2 comentarios
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extraordinario milloners de felicitaciones por estos articulos desde popayan colombia saludos
Gracias por la muchas cosas que me faltaban de la vida de mi amigo Raúl.
Lo he conocido a lo largo de los 4 años que él fué en el departamento de música de Paris 8, primero como estudiante y rápidamente enseñando. El entró a 60 años en esta universidad que aceptaba trabajadores (desde su fundación en 1968) con razón precisa : él me explicó que lo hizo porque sentía una deuda por Francia, un país donde él no conoció el racismo, al inverso de su experiencia en los Estados Unidos. Su manera de pagar esta deuda estaba de estudiar suficiente para hacer un libro sobre los ritmos cubanos a destinación sobretodo de los músicos francófonos, en una manera transmitir los secretos que faltaba a estos músicos, mismo fueron buenos. Se hizó de los más populares en la universidad.
La muerte lo cogió con brusquedad antes de terminar esta obra. Su cadáver fué transportado al cementerio Colón después una misa en una bella iglesia de París. Él tenía otro proyecto : llevar grupos de músicos europeos a Cuba en el mismo propósito, en inmersión y estaba en contacto con la embajada por eso. Yo fui de los que realizaron este sueño, a partir de 1887-88.
Lo que transmitía y hacía escuchar en la universidad era lo último la música cubana del momento : Irakere, Son 14. El me presentó en Paris Arturo Sandoval que venía de dejar Irakere.
Si nunca habló de su estado de salúd, hablaba a veces de sus recuerdos de guerra. Me quedó de estas conversaciones que fué piloto de caza con uniforme de la RAF canadiense.
Daniel Chatelain