Aquel cine rumbero
La colección de carteles de Gladys Palmera refleja una época de baile, color, erotismo, rumba y pasión.
El cine mexicano guarda testimonios musicales muy interesantes. Baste decir que directores como Juan Orol, Emilio El Indio Fernández o Alejandro Galindo nos han mostrado esa riqueza en el cine. Pero poco nos hemos preguntado acerca de los músicos que participaron en esas películas, algunos, por no decir la mayoría, no son mencionados.
La filmografía del cine mexicano de los años 40 y 50, del siglo XX, se caracterizó por los dramas lacrimógenos y por el género de rumberas. Se afirma que Santa marcó el inicio del cine sonoro en México y además, esta fue una película clásica del genero de las “seducidas y abandonadas”, que dieron pauta a éxitos en taquilla que marcaron las claves de la “sensibilidad popular”; y pronto se establecieron fórmulas para una producción en serie de la industria cinematográfica, auge de cine de cabaret en donde abundaba la prostitución, “las mujeres caídas”, “los padrotes”, “chulos” o gigolós explotadores de mujeres. Pero también, desde luego, la música tropical, llamada así en ese entonces, en todos los filmes de rumberas. Es estos filmes donde permearían géneros como el danzón, la rumba, el son, el mambo y el cha cha chá.
Es en esa época donde surgen los grandes mitos y símbolos del cine nacional: rostros vueltos iconos. Tales son los casos de las rumberas María Antonieta Pons que, como menciona Fernando Muñoz, era un motorcito que todos querían poner en marcha; Amalia Aguilar, la bomba cubana de sonrisa perpetua, siempre en disposición para darle el tono exacto a lo que el mambo es y será por los siglos de los siglos, ¡amén!; Ninón Sevilla, arqueando la ceja y bailando algún ritmo brasileño o conjuntando un ritmo brasileño con una rumba; Meche Barba, hasta en los peores momentos en que es mala mala, no pierde un cierto mohín adolescente de niña saboreando un caramelo; y Rosa Carmina, rostro ovalado de vampireza,… de labios de los que sólo puede emanar la letra de Conozco a los dos.
Marga López, una mamá convertida en prostituta en la película Salón México; Carmén Montejo, Katy Jurado, la que dormía de día, en sus caracterizaciones de mujeres malas y de cabaret que se convierten en estereotipos femeninos de santas o prostitutas, madres abnegadas, esposas inocentes y cabareteras, y estereotipos masculinos donde el varón es el triunfador o el fracasado; ejemplos: Rodolfo Acosta, Juan Orol, Tito Junco, Arturo Martínez y David Silva.
Si, la década de los 40 es reconocida estética y económicamente como la cumbre de la época de oro del cine mexicano, y en el que el machismo definió las relaciones entre hombres y mujeres. Ejemplo de esto son Paco El Elegante (Rodolfo Acosta) en Salón México, Sensualidad, El Mar y tú; David Silva en Manos de Sed, Ventarrón o Esquina baja; o Antonio Badú en Hipócrita
La ciudad de México en los años 40 era un mosaico paradójico de modernidad, tradición, pobreza y nueva riqueza. Las historias del “cine de arrabal” intentaban negociar las contradicciones sociales surgidas por los rápidos cambios en las circunstancias sociales y económicas, ya se postulaba un civil como presidente de la República. El pueblo mexicano estaba en la disyuntiva de adaptarse al cambio y por otra los discursos nacionalistas acentuaban la importancia de preservar las costumbres y los valores tradicionales, se reafirma la famosa Liga de la decencia jueces inquisidores de las costumbres sociales y donde una de sus integrantes era Soledad Orozco, esposa del presidente Manuel Ávila Camacho.
Los salones baile, el cabaret, el teatro y el cine siempre estaban en la mira de estas doñas, por el mal comportamiento que pudieran adquirir los jóvenes. Así en esa etapa Salón México, Salón Colonia, Smyrna, La Playa, Los Ángeles, Brasil; cabarets como Río Rosa, Tabaris, Montparnasse, Hindu Palace o el celebre Waikiki; y clubs sociales como El Amanecer o Swing Club siempre estaban observados. En las películas aparecían fugazmente los letreros de salones de baile, cabarets y clubs sociales como los ya mencionados.
El boom inmoral se da con la llegada de Yolanda Montes Tongolele y la aparición del músico matancero Dámaso Pérez Prado, quién en su mente traía un ritmo fenomenal: el mambo. Este fenómeno social no pasó desapercibido y los directores de cine lo incluyeron en sus películas. Ya desde la década de los 30 se escuchan agrupaciones tocando música cubana y así vemos en la película Payasadas de la vida a Toña la Negra acompañada del Son Clave de Oro; y en la cinta Siboney a la Orquesta Caribe y M, con elementos de la orquesta de Ernesto Lecuona, además de María Antonieta Pons. Para 1939 se exhiben las películas Tierra Brava y México Lindo con la participación de El Cuarteto Hatuey, en donde parte de sus integrantes eran Óscar O’Farrill, genial trompetista sonero; Compay Segundo; Evelio Machín, primo de Antonio Machín; y la pareja de baile René y Estela (René Rivero y Ramona Ajón Estela).
Los cines constituyeron un foro en donde se concentraban estudiantes, obreros y pueblo en general, y si hablamos de Pérez Prado, no debemos pasar por alto que el Cine Goya, situado cerca del barrio de Tepito, era un lugar de reunión del estudiantado. De ahí que cuando en el Mambo Universitario se escucha Goya, Goya, universidad, preparatoria campeón,se referían al cine Goya.
Películas en donde se escuchan antecedentes de un genero musical como el chuá chuá. En donde los acordes de las orquestas de Luis Alcaraz, Chucho Rodríguez, Pérez Prado o Juan Bruno Tarraza dan pauta para los bailes de las rumberas, de los Hermanos Northon, Resortes, Tin Tán, Tun Tun, Vitola, Trosky, Borolas, Harapos, y de ver salones de baile como Los Ángeles, El Smyrna o El Salón México.
Ya en la década de los 40 se da más cabida a la música cubana y se incluye más en las obras cinematográficas. Y así vemos aparecer o escuchar a El Son Clave de Oro, Kiko Mendivé, Miguelito Valdés, Alfredito Valdés, Vicentico Valdés, Aurelio Yeyo Estrada, Los Guajiros del Caribe, Isolina Carrillo y su Cuarteto, ó bien El Cuarteto de Facundo Rivero, Moscovita & Guajiros, Melón, Juan Bruno Tarraza y su Orquesta y, desde luego, “La Voz de Oro de Cuba” Benny Moré.
Eso sin olvidar la participación del jibarito Rafael Hernández en algunos filmes de Cantinflas o de Bobby Capó.
Cine de la época de oro, en donde se conjuntaron talentos y música extraordinaria, y en donde parte de esos músicos han quedado en segundo plano y en donde es necesario ubicarlos en un lugar que muestre su importancia en el cine.