La música de los mods originales
Te presentamos un libro ilustrado sobre música, que habla de estilos, clubes, revistas, radio, TV, bailes y Mod Top 500.
Sin aliento y feliz. Como quien apura una frenética y divertida noche de baile (hoy añorada) al son de los mejores discos de R&B junto a otros elegantes noctámbulos. Así me he quedado tras terminar el último libro de Dani Llabrés y Jaime Pantoja: La Música de los Mods Originales.
Que los mods tuvieron, tienen y tendrán un gusto exquisito y muy selecto por los mejores ritmos que nacieron en el siglo pasado es algo de dominio público. No admite discusión. Su búsqueda incesante de lo cool y de lo exclusivo les llevó a abrazar multitud de estilos mucho antes que nadie… ¿Quién conocía en 1964 a Slim Harpo, Barbara Lewis, Big John Patton, The Marvelettes, Derrick Morgan, Mongo Santamaría o Alexis Korner? ¿Así, todos juntos y a la vez? ¡Uuum!, creo que muy pocos.
La música de los primeros mods era elegante, difícil de encontrar y fácil de bailar. Cualidades todas ellas que la hacían irresistible y que motivaron, tiempo después, el nacimiento de muchas otras subculturas que danzaron al son de aquellos estilos que los pioneros mods degustaron. La “música mod” no existe, claro que no. Es ese un concepto demasiado restringido para abarcar un gusto tan amplio y diverso. Aunque sí existen muchos estilos de música favoritos para los mods, que cualquiera de ellos compraría con los ojos vendados o bailaría en cualquier sarao que se precie de ser un sarao mod: jazz, R&B, soul, ska, beat, boogaloo… y todas sus mezclas y derivados. Así fue el gusto de los mods originales por la música: ecléctico y delicioso, como su gusto por la vida, la ropa, los cappuccinos o las scooters.
A lo largo de doscientas páginas Dani y Jaime te brindan un vertiginoso viaje por alucinantes portadas de discos, por discográficas fetiche cuyas referencias los mods se llevaban a ciegas a sus casas sabiendo que era imposible errar el tiro (Sue, Stateside, Blue Beat…), por los mejores clubes y discotecas del Reino Unido donde se juntaban estos debutantes (The Scene, Last Chance Saloon, Flamingo, Birdcage o el mismísimo Twisted Wheel), por sus canciones favoritas (¡nada menos que quinientas!), por las emisoras de radio piratas que sintonizaban sin parar y donde podían escuchar lo que las aburridas radio-fórmulas se negaban a pinchar (Radio Caroline inspiró The Boat That Rocked), por las revistas que devoraban y alimentaban su eterno amor por la Tamla Motown, la Stax, Georgie Fame o Mose Allison, por los programas de la TV que les mantenían pegados al receptor (Ready, Steady, ¡Go!) y ¡por sus bailes!…
¡Aaah!, lo mod fue, entre otras muchas cosas, una ESCENA DE BAILE (sí, con mayúsculas). A menudo nos olvidamos (pandemias aparte) de lo divertido que es salir a bailar, y a veces se tildan aquellos ritmos como algo “menor” al compararlos con complicados y retorcidos álbumes conceptuales o sobreproducidas óperas-rock. La música de los mods es, por encima de todo, música para bailar, para salir a pasarlo bien, y aquellos primeros mods eran unos grandes bailarines. Lo suyo fue, ante todo, un ejercicio de creatividad, pues a falta de saber cómo se bailaban sus discos favoritos se inventaban, en titánicas sesiones que duraban hasta las seis o las siete de la mañana (“allnighters” las llamaban), inspirados pasos de baile que encajaban como un guante con el tempo de sus ritmos predilectos del otro lado del charco. The Block o The Shake son sólo un par de ejemplos de los bailes más populares en aquellos benditos años locos. Ya lo vaticinó Chris Kenner en la Tierra de las Mil Danzas (que popularizó Wilson Pickett años después) y que le viene como anillo al dedo a toda esta historia.
No menos curioso y sorprendente es que canciones como Mr. Soul, de Bud Harper; Jack That Cat Was Clean, de Dr. Horse; Mohair Sam, de Charlie Rich; o The “In” Crowd, de Dobie Gray, concebidas con un océano de por medio, y sin saber de la existencia de estos mozalbetes ingleses, describieran a la perfección la idiosincrasia y el modus vivendi del mod original. Una feliz coincidencia que refuerza el incondicional idilio que los modernistas han profesado siempre por los ritmos de origen afroamericano. Me puedo imaginar su sorpresa, y su gesto de aprobación, al comprobar que las coreografías de artistas como Alvin Cash, James Brown o Sam and Dave no eran muy dispares a las suyas. Otra feliz y sorprendente coincidencia. ¿Oigo decir a alguien The Soul Stylists? Ustedes ya saben. Me paro a pensar y no creo que nunca antes nadie haya puesto en negro sobre blanco, y en la lengua de Cervantes, tal profusión de datos tan excelentemente documentados. Ni tan siquiera en la lengua de Shakespeare me arriesgaría a decir. Así de bueno me ha resultado este libro.
Dani Llabrés, junto a otros compañeros de viaje, ya me había sorprendido con otras referencias imprescindibles en la editorial Lenoir cuyo inmediato acopio recomiendo con fervor. Los recordados: Mods: Guía para una vida elegante y Mods: el estilo y la estética de los Mods originales. En esta ocasión lo ha vuelto a lograr junto a Jaime Pantoja. La Música de los Mods Originales es un libro que se disfruta por su prosa ágil, amena y didáctica y también por su colorido. No es un libro escrito solo para los mods, claro está. Es un libro para los melómanos, los curiosos o los que gusten de descubrir historias, emociones y sonidos. Un libro para disfrutar del tirón, como se disfruta una buena canción en la pista de baile.
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