Ayer y hoy de la cultura ballroom
La escena ballroom nació en Harlem y sufrió mucho antes de expandir su arte por todo el mundo. Un relato sobre danza, música, libertad y represión.
La palabra Vogue o la frase Strike a Pose remite de forma casi irremisibles al famoso hit de Madonna en los años 90 o a la popular revista conocida como “la biblia de la Moda”. No vamos desencaminados, pero lo que a continuación voy a relatar va mucho más allá de un single musical o un magazine de moda. Es el resultado de la creación de una comunidad cultural sin precedentes y el nacimiento de un estilo dancístico, como elemento definitorio e identificativo de dicho movimiento cultural, producidos por la conexión entre varios ejercicios artísticos, protagonizado por unas minorías sociales y raciales que, gracias a ello alzaron su voz sin querer hacerlo.
Pero comenzaré por el principio. Para ello hay que trasladarse a Harlem, un barrio ubicado al norte de Manhattan que se estaba consolidando como uno de los epicentros artísticos más importantes de Estados Unidos. A partir de 1920 fue uno de los mayores núcleos residenciales con numerosa población afroamericana y en la actualidad, ocupa el 72 % del total.
Desde 1868 y con el fin de la Guerra Civil, tuvo lugar el inicio de una nueva etapa evolutiva, un camino progresivo hacia el futuro artístico de la zona, que había quedado prácticamente en olvido tras los sucesos bélicos. Dicho renacimiento o resurgir artístico que provocó la población de Harlem, convirtió al barrio en uno de los centros neurálgicos artísticos de Estados Unidos extendiéndose hasta 1920, fecha vinculada popularmente con la Harlem Renaissance.
La música jazz, la literatura y la pintura resaltaron de forma significativa entre las creaciones artísticas de los principales componentes de este movimiento. Es en este preciso momento donde se enmarca cronológicamente el inicio de la corriente artístico cultural conocida como ball culture y que, desde el interior de sus entrañas gestó el popular estilo dancístico conocido como Voguing.
El punto de partida tuvo lugar en 1869, justo después de la Guerra Civil, dentro del famoso Hamilton Lodge. En dicho lugar, se puede enmarcar el primer indicio de una masquerade party: “fiesta donde parejas del mismo sexo, tanto masculinas como femeninas, danzaban y bailaban únicamente preocupados por la música y la teatralidad de sus pasos, indumentarias, máscaras y disfraces, donde confluían tanto afroamericanos y blancos pseudo-burgueses o acomodados”, según las palabras del profesor universitario Tim Lawrance.
A finales del Siglo XIX y comienzos del XX, comenzó el auge de este tipo de fiestas o balls, término que corresponde a la abreviatura de ballroom o salón de baile. Algo muy extendido desde sus inicios en la comunidad estadounidense LGBTIQ y, que posteriormente se ha convertido en una forma de escapismo y un vuelco hacia el mundo de Haute Couture, sumergiéndose paradójicamente el mainstream, sin salir del panorama underground. El sello visual que se ha convertido en el hito escenográfico de este movimiento fue la inclusión de una pasarela en el propio local. Dicha pasarela representó y representa un escenario en el que los participantes tiene la oportunidad de poder ser lo que quiera ser y, tener un ansiado momento de gloria, reconocimiento y autoafirmación, que realmente, a todo ser humano le gusta tener, se encuentre en el ámbito que se encuentre.
En sus inicios, estaban protagonizadas por una incipiente comunidad LGTBIQ formada por un gran abanico racial que confluía en el barrio, aficionados a la noche, black queens primitivas y ciudadanos de a pie que se desplazaban hasta el Webster Hall (situado en el 119 East 11th Street). Las masquerade party comenzaban a poseer fama e investir cierta influencia dentro del núcleo creativo y cultural de Harlem.
A’Leila Walker, popular host de las balls, empresaria y anfitrión de su propio partido, invitó a uno de sus eventos al legendario Langston Hughes, una de las principales figuras literarias de la época. Dicho columnista y escritor declaró las balls como el mayor y más extravagante espectáculo jamás concebido en la época, un espectáculo de color donde se encontraban presentes distinguidas personalidades blancas. Concluyó sus anotaciones y referencias al movimiento, con un popular y revelador: Harlem was in vogue, o un the negro was in vogue.
Todo lo anterior se convirtió en una de las causas sociales que provocaron que en 1923 se iniciara una criminalización de la homosexualidad explícita y la socialización entre homosexuales, independientemente de su sexo.
Tras los dramáticos acontecimientos, paulatinamente las black queens fueron emergiendo de los mencionados locales undergroud y acabaron uniéndose para alquilar locales de mayor tamaño, invertir más capital en sus fiestas y así congregar a mucho más público afroamericano y latino propio del colectivo.
La comunidad que alimentaba y protagonizaba este movimiento estaba inmersa en una situación realmente complicada, ser racializado, formar parte del colectivo LGTBIQ y, dirigirse tranquilamente camino hacia una ball completamente maquillado y caracterizado para el evento, era realmente una proeza muy peligrosa en la época; hecho que propició que las primeras black balls, exclusivas para la población racializada, se celebraran a partir de las 3, 4 ó 5 de la madrugada, para evitar la violencia física y verbal provocada por la situación de racismo y homofobia que se vivía en la época.
La primera black ball celebrada en la historia fue llevada a cabo por Marcel Christian en 1962. En un evento donde el vestuario de los participantes llegó a definir los nuevos límites de la extravagancia y el glamour, marcando el rumbo que tomarían las balls en dicho aspecto.
En la década de los 70, el número de jóvenes afroamericanos y racializados pertenecientes al colectivo que vagaba por las calles, aumentó considerablemente. La creciente persecución de la raza negra y de todas sus expresiones, complementado por la cada vez más fuerte lucha por los derechos civiles, produjo una inseguridad total en la zona para la comunidad LGTBIQ afroamericana y latina. Se convirtieron en los marginados por excelencia y minoría entre las minorías, que encontraron en los clubs y las balls un lugar de acogida y un refugio seguro. Todo ello desembocó en un hecho que representaría uno de los cambios más importantes en la historia de la ball culture: la aparición de las houses o “casas”.
Formaron grupos muy unidos que se convirtieron en familias diferenciadas, apoyándose entre ellas y reclutando a toda aquella persona perteneciente a la comunidad LGTBIQ con problemas familiares o excluidos debido a su condición. Todo el mundo que formaba parte de alguna de ellas, conseguía sentirse por fin respaldado, apoyado y respetado por personas en su misma situación y con unas aspiraciones vitales similares, generando un vínculo familiar que suplía cualquier tipo de carencias.
La primera house fue fundada en 1972. La drag queen Lottie convenció a la legendaria Crystal LaBeija para crear juntas The House Of LaBeija, una “familia” que ayudaría a homosexuales y transexuales amigos a desarrollarse artísticamente, socialmente, personalmente y, aparte, generar un sistema de co-producción de balls que tuviera cierta continuidad temporal. Gracias a ellas, nació la nomenclatura que más tarde se extendería a cada una de las “casas” y que se mantiene en la actualidad, creando una jerarquía y un sistema de organización de las mismas. Dichas expresiones son los títulos de “mother” o “father” para hacer referencia a las dos personas que se encargan de llevar la voz cantante dentro de la propia house y actuar como tal, ofreciendo un sistema de organización, protección y apoyo al resto de los integrantes.
A medida que las “casas” proliferaban, lo hacían paralalemente las balls, ya que la meta máxima de cada house era organizar la suya propia, llegando a lograr una frecuencia de carácter mensual durante de la década de los 80. Tenían lugar a partir de las 5 de la madrugada, momento en el cual cada “casa” se unía para la gran marcha de presentación. Esta se realizaba como un acto inaugural al inicio de cada ball, convirtiéndose en auténticas maratones de una amplia gama de categorías competitivas.
Paris Dupree celebró su primera París is Burning Ball en 1981, y esta es la primera ocasión que las categorías realmente estaban presentes. Éstas habían existido desde las balls más primitivas, valorando el vestuario y maquillaje de los participantes, pero desempeñaban un papel comparativamente menor. Dicho evento marcó un hito en la historia de la ball culture ya que, fue la primera ocasión en la historia de las balls en la que se incluyó la categoría de Butch Queen Vogue Femme, una de las más populares y masificadas en la actualidad.
Es en este contexto, donde se puede enmarcar el nacimiento del Vogue, o Voguing, según comenta David DePino, uno de los más influyentes DJs de la cultura Ballroom. Todo comenzó en el club Footsteps en la segunda avenida con 14th Street, donde se encontraban Dupree y otras black queens hablando, bailando y adulándose las unas a las otras. En un momento de la velada, Paris sacó un ejemplar de la revista Vogue del bolso y comenzó a imitar las poses de las modelos que ahí aparecían aleatoriamente. La afamada black queen iba observando la forma de posar de las modelos en las páginas de la revista, imitándolas y acompañándolas con el beat musical que estaba sonando, giraba unas cuantas páginas y volvía a imitar una pose de la modelo que allí se encontraba, todo perfectamente sincronizado con la música y con una clara actitud provocativa.
Dicha provocación fue devuelta por parte de otra black queen que se acercó e hizo otra pose frente a París, en tono de respuesta frente a la anterior pose que la anfitriona había ejecutado. Finalmente París se colocó frente a ella e hizo otra pose. DePino agrega: Todo esto era puro shading, ya que estaban tratando de realizar una pose mejor que la otra, y estas actitudes pronto se incorporaron en las balls en forma de categoría. Al principio, cuando comenzó a surgir esta tendencia, tomó el nombre de Posing, aunque posteriormente y gracias a que este nuevo estilo de danza sienta sus bases gracias a la famosa publicación, acabó denominándose como Voguing.
El bailarín neoyorquino Willi Ninja apareció en 1981, convirtiéndose en una figura imprescindible para comprender el desarrollo de la escena ballroom y del Voguing a partir de dicho momento. La convicción de implantar estéticas y filosofía asiática dentro del ya extenso surtido de pasos de baile y expresiones que se podían ver en las balls, fueron características definitorias a lo largo de su carrera como bailarín.
En el mismo año aparecieron los pilares fundamentales sobre los que se sustentaría la House Of Xtravaganza: el fundador Father Hector, Carmen, David Ian, Danny, Raquel y más tarde la famosa Angie Xtravaganza. Dicha “casa” fue la primera instaurada por latinos y, durante años, una de las más abiertas a la experimentación; sin duda la primera en extender sus manifestaciones a los clubs y salir literalmente a la calle, contribuyendo a la evolución de la cultura.
Si hay una documentación gráfica referente de la cultura ballroom fue el documental Paris is Burning, dirigido por Jenie Livingston en 1989. Su visionado y la edición comercial se extendió hasta 1990, coincidiendo estratégicamente con el lanzamiento de Vogue, single de Madonna, que introdujo una vez más el sample de Love Is The Message, batiendo los récords en las listas de comercializaciones de dicho año, vendiendo más de seis millones de copias en todo el mundo. Fue un ejemplo más, de cómo la cantante sabe subirse a la cresta de la ola antes que nadie, sumergiéndose en un discurso a través del uso de una forma de expresión que estaba históricamente ligada a la cultura LGTBIQ propia del barrio neoyorquino. Disolvió las fronteras entre la cultura de la subcultura y la corriente principal. Ya no era necesario ser homosexual para estar de moda y todos podían reclamar el derecho de ser ellos mismos, algo que ha sido objeto de crítica hasta la actualidad.
El proceso de apertura al público general que comenzó la artista, lo consiguió centrando la fuerza de toda la operación en el hecho de rendir tributo a la cultura underground, sin que fuera una copia o simplemente un resumen aleatorio de su estilo, contando con voguers propios de la escena para crear la popular coreografía.
Gracias a la interconectividad mundial producida por el desarrollo de internet y la aparición de las redes sociales, la escena ballroom cruzó el charco, desarrollándose en numerosos países europeos y algunos reductos del continente asiático. Países como Francia, Holanda, Bélgica, España o Inglaterra poseen una escena en plena efervescencia, comparando la capital francesa con la estadounidense en dicho aspecto. Las balls se suceden de mensualmente y, las casas más populares neoyorquinas han instaurado nuevas sedes y miembros en estos enclaves, creando chapters o “pequeños capítulos” en ambos hemisferios.
Desde mi punto de vista, considero que, aunque exista una legislación y unos derechos aprobados a favor de todas las minorías sociales que aquí han quedado representadas, no hay una conciencia social establecida respecto a estos temas. Ejemplo de ello es la opresión racial y homófoba que casi cien años después sigue existiendo en muchos lugares del mundo. Por ello, creo que la escena ballroom tiene más sentido que nunca.
Y dos canciones eternas: Elements of Vogue, más que un himno. Es una introducción a la escena, completa con instrucciones paso a paso sobre la pista. Ballroom MC David Ian Xtravaganza y los coproductores Johnny Dynell y David DePino eran todos miembros de House of Xtravaganza, y DePino. Y Deep in Vogue, que explica la cultura ballroom con un guiño a su rica historia en sus clubes. Escrita por Malcolm McLaren, mánager de Sex Pistols y New York Dolls, la canción encabezó la lista de baile de Billboard cuando fue lanzada en julio de 1989. Lo que sigue de allí en adelante es para disfrutar plenamente.