El reggae de autor
Canción de autor, reggae y viceversa: historia de una confluencia verde.
Una hoja de cannabis y una guitarra desenchufada. Ese podría ser el logotipo de un movimiento que, en realidad, no existe, pero que conseguimos identificar: los rastautores. O reggaeautores. O reggae de autor. Es decir, por no complicaros con contracciones imposibles: aquellos que se sienten tan cerca del formato de cantautor, abrigados generalmente por una guitarra; como de las texturas sonoras de la música reggae y géneros aledaños como el dub o el rocksteady.
Es curioso cómo, en pleno apogeo y universalización del reggaetón como el género latinoamericano que ha conseguido eclipsar otras tendencias; haya un par de generaciones en activo demostrando que “reggae” sí, pero lo de “ton”, no mucho. No todos manejan el mismo patrón de “rastautorismo”, ni el mismo marco de referencias; pero en todos se percibe esa mirada que, de cuando en vez (algunos todo el rato, otros solo en algunos momentos, discos y/o canciones) a Bob Marley, Peter Tosh, Gregory Isaacs, Bunny Wailer, Burning Spear o Lee Scratch Perry.
LA ÚLTIMA OLA ARGENTA
Posiblemente Argentina es el país en el que más ha penetrado, desde que en los años 80 artistas como Luca Prodan inyectaran la (nunca mejor dicho) semilla de un género que no solo acabó encontrando muy pronto a grupos icónicos dentro del género (Los Pericos y Los Cafres), sino que prácticamente no hay un grupo tanto de rock argentino como de cumbia villera que no haya coqueteado, quien más quien menos, con el género.
Y a nombres como los de Fidel Nadal, Mimi Maura, Dancing Mood, Nonpalidece, Gondwana, Zona Ganjah, Karamelo Santo, Chala Rasta, Riddim, El Natty Combo o Resistencia Suburbana, entre muchos otros; hoy encontramos, además de un sinfín de bandas, también a cantautores embadurnados de las texturas y mensajes pacifistas del reggae.
Entre ellos, posiblemente Dread Mar I sea el más destacado de todos; y BlackDali, quien fuese vocalista de Kameleba, otro de ellos. Quienes alimentan aún más esa idea de “rastautores”, son nombres como los de Quique Neira o Maxi Vargas; e incluso la influencia que ha tenido el reggae en artistas con un perfil cantautoril pero que forman parte de bandas como Perotá Chingó, El Kuelgue u Onda Vaga es más que evidente en muchas de sus canciones.
LOS HIJOS DEL MESTIZAJE
En muchos casos estamos hablando de artistas herederos de tradiciones establecidas: en España, por ejemplo, estamos ante una camada de “hijos” de aquella generación de mestizaje que encontró en Manu Chao a su tótem y a proyectos como Amparanoia, Fermín Muguruza, Sergent García o Macaco, entre otros, como otros aliados de autor que decidieron fusionar la música de autor con otros ritmos callejeros entre los que también cohabitaba el reggae.
Si bien artistas como Mr. Kilombo, Mario Díaz, El Kanka o Muerdo, entre otros, han tenido una gran repercusión en el circuito y, de alguna manera, colindan el horizonte de los ritmos reggae; es en otros artistas españoles donde encontramos más esa influencia. Sobre todo si nos fijamos en casos como los de Rupatrupa o Sandra Bernardo, dos de los ejemplos que más conectan con aquella escena. Los enfoques son múltiples y diversos.
Quizás quienes “respetan” más la tradición del reggae, el mensaje más rastafarista y un sonido que escapa muy pocas veces del género son nombres como los del barcelonés Jah Nattoh o Ras Kuko (mítico cantante de Cañamán). Por otra parte, quizás el icono del indie tropical (y, por tanto, nuevo embajador de una especie de reggaeautorismo flower power) es Carlos Sadness, con un alcance cada vez mayor. Pero también hay artistas que han llevado la dubtrónica a un nuevo nivel (como los navarros Iseo & Dodosound), el space-dub a una dimensión paralela (como la viguesa High Paw), otros que han acercado el raggamuffin’ al dancehall más contemporáneo y a la música urbana más global (como el madrileño Fyahbwoy) y hasta otros juegan con texturas más ambient, orientalófilo y un leitmotiv más espiritual (como el barcelonés Alex Serra).
EL MOMENTO DEL LATIN REGGAE
Pero si hay una buena noticia es que Latinoamérica se ha convertido en la embajadora de un nuevo reggae, que mira tanto a los referentes esenciales como a tradiciones por abrir: desde la fortaleza del mentado reggae argentino a la influencia del rock alterlatino más mestizo, los iconos jamaicanos, las cavilaciones de la nueva música tropical de baile o ese reggaetón de bpms más lentos.
Más allá de bandas jóvenes que cada vez están más establecidas en el género, como es el caso de Los Fibos, La Garfield o Rawayana; en cuando a músicos en solitario quizá Juan Pablo Vega es quien mayor condense la idea de cantautor-reggaeófilo, sobre todo en el sonido de sus producciones y la obra de sus últimos años.
Junto a él, un aliado habitual suyo: el mexicano Caloncho que, si bien se deja querer por otros ritmos tropicales y hasta por texturas electrónicas, tanto en su proyecto en solitario como en Vacación, que comparte junto a su compatriota El David Aguilar, deja patente esa influencia. También se inclina por coquetear con texturas tanto de la psicodelia como del jazz otro compatriota de ellos, Abraham Gü; mientras que David Kawooq, conocido por liderar a los colombianos Doctor Krápula, domina un reggae cada vez más cerca de sonidos urbanos.
Un marco de referencias similar, aunque con una inclinación más cantautoril que reggaeófila, manejan el colombiano Salomón Beda, el mexicano Jósean Log, el venezolano-estadounidense Simon Grossmann o el también mexicano Jadi Espinoza. Más ortodoxas son las propuestas de los chilenos TianoBlass o Jimmy Rivas; y de los colombianos La Tifa y Elkin Robinson.
Como el porro, el reggae también se pasa de generación en generación, y de género en género. ¿Cuál será el siguiente hábitat donde plante con o sin semilla?
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