La Rueda, entre la cumbia y el dundun
Raíces de dos continentes unidas por un proyecto moderno de gaita y tambor: El Indio Conakry.
Hay regiones unidas por el tambor. Guinea y Colombia, por ejemplo, cuya unión viene desde el tiempo de la esclavitud y que ha dejado hasta hoy muestras de arte luthier como el dundun guineano para la música Yoruba y la tambora colombiana para la cumbia.
Pero los rastros no se quedan allá. Conakry fue en los años 70 la capital del high-life y del reggae africano, la ciudad de la Bembeya Jazz y del auge de casas discográficas como Syliphone. Cartagena, en cambio, es donde comenzó Lucho Bermúdez a tocar porros y gaitas, donde nació Discos Fuentes, y donde se desarrolló la champeta, música urbana donde las haya, pero influenciada por los sonidos de San Basilio de Palenque, enclave natural de aquellos ancestros africanos.
Pues hizo falta Madrid para que Shango Dely, Aboubacar Sylla, Diego Garnica y David Mesa pusieran todos esos antecedentes sobre el tapete y dieran rienda suelta a La Rueda, el proyecto que une ambos tambores.
Realmente La Rueda comenzó hace algún tiempo con el lanzamiento de El Rurrú, más centrado en Colombia que en África, pero con la llegada de Sylla, el nuevo producto se titula El Indio Conakry, lo que dice mucho de las mezclas que ahora ofrece.
El Rurrú ya nos lo presentó nuestro amigo mutuo Pernett en una gran playlist sobre las nuevas músicas colombianas:
“La Rueda conjuga ritmos e instrumentos autóctonos del Caribe y África, como la cumbia, el djole, el mapalé, el reggae, entre otros; y los mezcla en vivo con beats y efectos electrónicos, creando así sonidos futuristas que llevan los legados ancestrales indígenas y africanos a ondas psicodélicas y electrónicas modernas”, dicen los cuatro con orgullo.
Diez temas componen El Indio Conakry, todos a golpe de tambor, gaita y beat. En su ayuda han acudido amigos como el trompetista y gaitero Jorge Emilio Pardo Vásquez para la canción Rompehueso y el tamboreo y cantante Franklin Tejedor para la canción El Yoyo.
Y como escribe Lilián Pallares: “Sentí la conexión entre África y Colombia, la hermandad, la fiesta, el trance, música sin fronteras, alegría, sabrosura”.