Rock alterlatino, auge y legado
Cuando nació Radio Gladys Palmera, surgió el rock alterlatino, un movimiento que dejó una larga huella. Así fue su auge.
El final del Siglo XX trajo consigo numerosas novedades musicales, desde la explosión del grunge, pasando por la ola brit pop hasta la consolidación del rap y el hip hop. En el medio de ese torbellino que se dio en el norte del planeta, un poco más abajo se gestó una forma de entender la música que buscó romper las barreras entre géneros. Así fue que el rock alterlatino se abrió paso por sí mismo afianzándose como un movimiento aglutinador de artistas con la misma filosofía.
Se les vio venir como una ola enorme que arrasaría con todo. Por ello no fue casualidad que naciera un evento como el LAMC, Latin Alternative Music Conference, en Nueva York; que surgieran los Latin Grammy Awards con sede en Miami para recoger siete campos de la categoría Latin que iban a más; o que apareciera Radio Gladys Palmera en Barcelona como una emisora dispuesta a mostrar ese mundo alternativo ante un público acostumbrado al baile de merengue y bachata.
Grupos de distintos países latinoamericanos que andaban desperdigados, de repente se vieron formando parte de una conjunción en la que coincidieron en su libertad creativa y su visión política reivindicadora de derechos sociales, en contra de las desigualdades y en pos de una unidad latinoamericana. Tomando al rock como punta de lanza, a su alrededor tejieron una red sonora que incorporó elementos e instrumentos autóctonos de sus países de origen. Pero no sólo eso, sino que también mixturaron esa idiosincrasia mezclándola con otros géneros como el rap, el hip hop, el metal, el funk, la salsa y la cumbia.
Existen dos factores claves que contribuyeron a la explosión del rock alterlatino: la cadena de videoclips MTV y el sello discográfico Surco, propiedad de Gustavo Santaolalla y Aníbal Kerpel, dos músicos argentinos radicados en Los Ángeles. Por su lado, MTV Latina le dio mucha exposición a este movimiento con una alta rotación de videoclips y el sello Surco, asociado con Universal Music, hizo lo suyo produciendo y editando a muchos artistas hasta entonces desconocidos.
Podemos considerar al propio Santaolalla como uno de los precursores en la idea de mezclar rock con elementos latinos y folk americano a comienzos de los años 70 con su grupo Arco Iris. Algo similar a lo que ocurría del otro lado de la Cordillera de los Andes con los chilenos Los Jaivas. Pero fueron los músicos chicanos los que marcaron el camino con sus mezclas de latin rock en California. Bandas como Azteca, El Chicano, Malo, Santana o Sapo tuvieron un formato de rock al que sumaron percusión afrocubana. Su explosión se dio con Woodstock, pero lo cierto es que habría que esperar hasta la década de los 90 para que esa idea se masificara.
Otro hito muy marcado que sumó a la movida fue la llegada a Latinoamérica de los franceses de Mano Negra a comienzos de los años 90 con giras que hicieron eco en todos los países, ya que el grupo liderado por Manu Chao presentó shows altamente impactantes por su energía y su rock mestizo. De esas experiencias viscerales se alimentaron los grupos latinos que explotarían en los años siguientes.
En 1993 los argentinos Los Fabulosos Cadillacs editaron Vasos Vacíos, un disco recopilatorio que incluía dos temas nuevos, siendo uno de ellos Matador. Podemos tomar el éxito descomunal de esa canción como el puntapié inicial del rock alterlatino. Para la misma época Todos Tus Muertos lanzaron Dale Aborigen (1994), un álbum en el que confluyen todas las influencias posibles: rock, reggae, punk y hip hop con invitados como Manu Chao y Fermín Muguruza.
Los Illya Kuryaki and The Valderramas fueron los primeros argentinos en importar el estilo hip hop/rap y darle un tinte local que tuvo su explosión en 1995 con su exitoso disco Chaco. Para esa época Los Auténticos Decadentes ya comenzaban a gozar de popularidad en el continente luego de transitar los caminos punk en sus inicios, hasta llegar a nadar por las aguas de la cumbia y la murga por igual.
El otro país en donde lo alterlatino hizo punta fue México, en donde surgieron a borbotones distintas bandas que aportaron su fusión en esa nueva era. Bien entrados los años 90, ya estaba en actividad Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, uno de los pioneros en esto de mixturar rock con ska, reggae y música tradicional mexicana. Casi paralelamente aparecieron Los Caifanes, La Lupita y Víctimas del Doctor Cerebro con una propuesta más ligada al metal, el hard rock y el punk. Todos ellos venían de una larga tradición rockera contestataria desde los tiempos de Avándaro.
Por su lado, Café Tacvba abrazó el éxito con su segundo disco Re (1994) producido por Santaolalla. Un año más tarde comenzó el periplo de Molotov, aportando hip hop y rap combativo con su debut ¿Dónde Jugarán las Niñas? En esa misma senda aparecieron los Plastilina Mosh sumando música electrónica y dance, y letras que iban del español al inglés y cualquier cosa que se les ocurriera.
En Colombia, Aterciopelados, con Andrea Echeverri y Héctor Buitrago, se transformó en una temprana referente de los derechos femeninos con temas que a su vez denunciaban desigualdades sociales y concientizaban sobre la ecología. En el país cafetero también destacaron 1280 Almas, La Derecha y Doctor Krápula, igualmente herederos de una escena bogotana donde brillaban Compañía Ilimitada y Distrito Especial, y líderes alternativos como Iván Benavides. En Perú, que también había vivido un auge rockero en los años 70, La Raza hizo lo suyo.
En el Caribe hubo casos como el de los puertorriqueños Puya quienes, apoyados por la mano mágica de Gustavo Santaolalla, impulsaron una interesante mezcla de salsa y metal. En Venezuela, llegaron Malanga y Los Amigos Invisibles con ritmos hispanos y elementos del funk y el neo jazz. Estos últimos, creativos y con notas de humor, llamaron la atención de David Byrne, quien los fichó en su sello discográfico Luaka Bop.
Hacia el sur del continente, la movida tuvo adeptos también en Uruguay y Chile. En la banda oriental, tras un potente impulso en los años 80, la mezcla de rock, candombe, ska y murga fue embanderada por No Te Va Gustar y La Vela Puerca, aunque ambos grupos trascenderían fronteras recién a mediados de los 2000. El aura de Santaolalla también pasó por ese país con la producción del segundo disco de Peyote Asesino fusionando rock con rap, hip hop, hardcore y un largo etcétera. Pero tuvo una vida efímera, ya que la banda se separó con el cierre del milenio. Por Chile, en cambio, el mestizaje fue más para el lado funk con Los Tetas y los icónicos Chancho en Piedra, que también aportaron una cuota importante de humor.
En el final de los años 90, la expansión del movimiento alterlatino fue tal que surgieron grupos para todos los gustos. En Argentina, se consolidó Bersuit Vergarabat a caballito de sus temas políticamente incorrectos y shows desenfrenados al ritmo de rock, cumbia y murga que los llevó a toda América. Por el camino del candombe rock mixturado con Rolling Stones, crecieron exponencialmente Los Piojos, aunque su éxito fue local. En la escena underground también aparecieron bandas que prometían pisar fuerte, aunque luego no tuvieron una duración mayor como Carmina Burana, Actitud María Marta y La Zurda.
Los mendocinos de Karamelo Santo irrumpieron como una clara descendencia de Mano Negra con un desparpajo muy natural y una mezcla contagiosa de ska, cumbia, rock apoyada en letras cien por ciento latinoamericanas, que los llevó a conquistar también Europa en numerosas giras. En el Gran Buenos Aires, Árbol forjó su identidad por la inclusión fija de instrumentos como el violín y el charango en un formato que podía pasar del rock al carnavalito con total naturalidad. Las Manos de Filippi desarrollaron el costado más político del asunto y sus mixturas les sirvieron como apoyo a sus mensajes, en tanto que Kapanga trajo nuevamente el humor a la escena aportando también cuarteto.
En muchos casos, estos grupos latinoamericanos compartieron incluso proyectos como los discos Juntos por Chiapas, en apoyo a las comunidades indígenas de esa región mexicana, o Silencio = Muerte (Red, Hot + Latin) para ayudar a concientizar sobre el sida. Por supuesto, varios músicos se cruzaron arriba de los escenarios y hasta hubo una gira conjunta por Estados Unidos denominada Watcha Tour, que aglutinó a los mexicanos Café Tacvba, Molotov y Control Machete, a los argentinos Todos Tus Muertos, Illya Kuryaki y Bersuit, y a bandas latinas de Los Ángeles como Viva Malpache, Los Mocosos y Chris Perez Band.
Curiosamente con el cambio de milenio, el movimiento propiamente dicho se fue apagando poco a poco y de la efervescencia que acompañó a esa década de los 90 sólo quedaron los grupos más exitosos. Sin embargo, el principal legado que dejó esa generación fue la libertad creativa y musical que hizo eco en los músicos que les siguieron. Hoy ya casi nadie se cuestiona qué tipo de música desea hacer o escuchar, simplemente la disfruta. Y justamente esto que hoy nos parece natural, en algún momento no lo fue y provocaba divisiones antagónicas entre tribus. Los mexicanos Pantéon Rococó, los colombianos Bomba Estéreo o los argentinos Mutantes del Paraná, son sólo algunos ejemplos actuales de ese camino iniciado hace casi treinta años que todavía tiene vigencia.