Una noche de palmeras en La Cucaracha
Así clausuramos la exposición Latina
Madrid es una capital en toda regla. Un espacio en el que entre el cemento y el tráfico es posible que la tradición y lo más contemporáneo se crucen por el camino de manera habitual. Sin embargo, es también una de esas ciudades que, con el tiempo, te da la sensación de que ya la conoces. Que ya no hay lugar para la sorpresa. Que todo lo inesperado ya pasó.
Pero nada más lejos de la realidad, porque incluso en una ciudad donde suenan salsa, merengue o vallenato en cualquier barrio periférico y donde el ceviche y las arepas ya pueden considerarse parte de la gastronomía local, siempre hay algo que nos puede sorprender todavía más y que nos vuelve a transportar a una tierra de palmeras. Así nos ocurrió cuando descubrimos La Cucaracha: una fiesta que se celebra cada miércoles en El Internacional y que desde sus inicios en febrero de 2025 se ha convertido en un verdadero punto neurálgico de la música latina en Madrid. Un evento que ha logrado recrear una atmósfera que, sin duda, grita ¡música latina!: marcos con postales caribeñas, estanterías llenas de vinilos detrás de la barra, una iluminación que evoca un salón habanero de los años 40 y, por supuesto, unas palmeras, diseñadas especialmente para invocar esa brisa tropical que transforma las noches de los miércoles en Madrid.
Semanalmente esta fiesta pone al mando a diferentes selectoras y selectores —que hasta ahora han sido en su mayoría mujeres— que hacen sonar salsa, rumba, merengue, timba, guaguancó o cumbia, entre otros ritmos latinos. Siempre con Arnelio y con la orquesta Son de Cuba en directo para abrir la pista, en la que cada centímetro del espacio es explotado al máximo para el baile,y cerrando la noche con su DJ Residente: Jean Syler, “El más buscado”.






Todo esto ocurre, además, en un momento en el que Madrid comienza a escuchar de verdad a su comunidad latina. Después de décadas de migración y vida en los márgenes, esta presencia, poco a poco, comienza a tornarse cada vez más visible, creativa y protagonista. Propuestas recientes como La Cucaracha —una fiesta que no ha sido creada directamente por la comunidad latina, sino por promotores españoles detrás de sitios tan conocidos como Club Malasaña, la fiesta Chachachá o La Discoteca— se insertan en un paisaje cultural que ya venía siendo moldeado desde hace años por el trabajo constante de colectivos migrantes. Lejos de ser un fenómeno nuevo, esta efervescencia responde a una base construida durante décadas por comunidades latinoamericanas, afrodescendientes y migrantes que han tejido redes, creado espacios y reclamado presencia a través del arte, la política y lo comunitario. Iniciativas como La Parcería, Conciencia Afro, Colectivo Ayllu, Guacamayo Tropical, Colectivo Yupanki, Felipa Manuela, Las Cosmos, Migrantes Transgresorxs, Osikan o Espacio Amazonas han dado forma a una ciudad profundamente diversa, en la que cada vez más voces encuentran eco en el ámbito cultural.
En sintonía con este espíritu —pero en otro contexto y con otras circunstancias— se creó Gladys Palmera hace ya 26 años, un trabajo que se ha visto culminado con la exposición LATINA: mujer, música y glamour en la Colección Gladys Palmera, que durante tres meses ofreció un recorrido por la historia de las mujeres en la música tropical. Más de 10.000 personas pasaron por la muestra. Y si algo quedó claro en ese tiempo, es que la música no es solo un sonido: es memoria, política y cuerpo.
Por eso, cuando llegó el momento de despedir la exposición supimos que el match perfecto sería hacerlo con La Cucaracha. Porque allí nuestras palmeras encontraron otras palmeras, con un cruce que además fue sellado con dos proyectos musicales que representan ese espíritu de “Latina”: la Orquesta ATEMPO, una banda de salsa compuesta por mujeres que encendió y puso a bailar a toda la sala junto al mítico Arnelio, y Madame Vacile, colombiana residente en Nueva York, que ofreció un DJ Set que grabamos para nuestras Live Sessions y que ya se puede ver en nuestro canal de YouTube. Un estallido sonoro que comenzó con salsa, siguió con merengue y terminó con lo que ella mejor domina: la champeta, ese ritmo caribeño que no deja a nadie quieto.
Esa noche del 25 de junio de 2025 no solo fue una despedida, sino una celebración del camino recorrido y una invitación a seguir construyendo una ciudad donde la mezcla cultural tenga un lugar protagonista.