La leyenda del soul makossa
El mundo sólo conoció una canción, pero la makossa fue un fenómeno sin igual en Camerún y el resto de África en los años 70.
El 24 de agosto de 1973 se realizó el llamado concierto latino del siglo en el mítico Yankee Stadium de Nueva York. Unas 44.000 personas asistieron a ese concierto allí, lo que consolidaba a la Fania All Stars como la vanguardia del nuevo género musical llamado salsa. El macro evento lo produjeron los hermanos Jerry y Alex Masucci con una cartelera llena de estrellas del momento en la salsa, de bandas emergentes de latin rock y de invitados especiales que aseguraban la difusión de esta música y el nombre del sello discográfico Fania Records en otros ambientes no latinos. Uno de esos invitados era el saxofonista camerunés Manu DiBango.
El músico estaba allí gracias a la estrecha relación que unía a Fania con Atlantic Records, su casa discográfica en Estados Unidos, pero su empatía con los sonidos latinos venía de lejos.
DiBango comenzó su carrera en la banda del músico congoleño Grand Kallé. Estando en Paris ambos se encontraron con el genial flautista cubano Gonzalo Fernández y fundaron la banda L’African-Team, donde Kallé ponía el acento de rumba congoleña, Fernández el tono afrocubano y DiBango el beat soul, y eso dio como resultado mezclas exitosas en tiempo de boogaloo. Dos años después DiBango se independizó de Grand Kallé y en 1971 asumió un estilo propio y grabó una canción que parecía ser un afrobeat y se titulaba Soul Makossa. La firmó el sello Fiesta, filial del sello belga Fonior y especializado en publicar música camerunesa y congoleña en Paris.
Soul Makossa tardaría en darse a conocer en los ambientes afroamericanos de Nueva York, pero cuando lo hizo hacia 1972, su impacto fue tan fuerte que sería licenciado por Atlantic y en cuestión de semanas trepó al puesto 14 del Hit Parade de Billboard. Soul Makossa fue, sin duda, el gran hit de la comunidad africana en Nueva York en aquellos años, y su letra se convirtió en un himno del baile callejero: Mamako mamasa, mako, mako, ssa.
Pero, ¿de donde sacó Manu DiBango aquel Soul Makossa?, ¿era sólo una ocurrencia genial?, ¿era un estribillo que había escuchado por casualidad?, ¿era verdaderamente un afrobeat como lo que hacía Fela Kuti? Para nada. La canción simbolizaba el estilo de baile más popular de Douala, verdadero centro comercial de Camerún, a orillas del Golfo de Guinea. El soul era el estilo de DiBango, makossa era el estilo de su ciudad natal.
MAKOSSA DE ANGELITOS NEGROS
Los Sawa es una tribu de etnia bantú y es una de las tantas que habitan las costas de Camerún. Pero los Sawa han preservado su cultura a través de tradición oral, por supuesto, y por medio de la asociación de diferentes comunidades y del uso constante de dialectos: sawabantu, oroko y especialmente duala. Entre esas tradiciones de cantos y bailes hay una muy especial que es la de los funerales; en concreto un baile fúnebre cuya herencia llegó a América con los esclavos y se tradujo en ritos como el lumbalú o el baquiné.
Con vestidos blancos llamados sanja, las mujeres evocan a sus seres queridos y bailan makossa moviendo los brazos como alas de aves, mientras sus pies se deslizan a un lado y al otro, y su cuerpo baja simulando una genuflexión hasta tocar suelo como si cayera, y luego volver arriba para mirar al cielo.
No existe una traducción literal de makossa, pero se podría hacer una composición a partir de los significados de sus tres sílabas, que en realidad son tres palabras juntas: “ma”, que es un llamado; “ko”, que significa caer; y “sa” o “ssa”, que quiere decir bailar. Es una invitación al baile. Pero de la filología a su aceptación popular hay mucho trecho.
Dos hechos determinaron aquello a mediados de los años 50. Por un lado, el clima de transformación política, pues Camerún estaba separado en dos estados dependientes de La Corona Británica el uno, y de la República Francesa el otro, y administrado por la Sociedad de Naciones. Allí surgió el independentismo y se generó un clima de violencia inusual con una oleada de crímenes, que a duras penas se detuvo con la declaración de independencia en 1960 y la llegada al poder de Ahmadou Ahidjo.
Por otro lado, y paralelo a ese proceso, el país fue avanzando muy lentamente hacia el desarrollo con la llegada de la electricidad, por ejemplo, a todos los barrios de Douala. Akwa era uno de ellos, quizás el más popular porque allí se estableció la mayoría de los bares, las incipientes discotecas, las ventas de bebidas alcohólicas, los comercios de aparatos eléctricos y los estudios de grabación como Makassi Studios, de Sam Fan Thomas.
No es de extrañar que cada calle de Akwa se llenara de gente en las noches, gente ansiosa por divertirse y evadir la durísima realidad de muerte y pobreza que asolaba al país. Los chicos iban a bailar al barrio donde había luz y música durante toda la noche, y donde Emmanuelle Nelle Eyoum, guitarrista de L’Orchestre Negro Styl, animaba a los bailadores gritando ¡kossa, kossa!
Según cuenta Samy Ben Redjeb en su excelente álbum recopilatorio Pop Makossa: The Invasive Dance Beat of Cameroon 1976-1984, de Analog Africa, era muy popular decir en aquel tiempo: Vamos al club donde están tocando makossa esta noche. Y el nombre makossa se quedó.
LOS PRÍNCIPES DE LA MAKOSSA
Hay una discusión si makossa fue un nombre que englobó estilos y ritmos, al igual que el jazz o la salsa, o si fue un sonido que fue evolucionando. Como quiera que fuese, Akwa fue el barrio de la makossa durante la década de los años 60, y a lo mejor el asunto no habría pasado de allí hasta que sucedió un hecho que lo cambiaría todo en Camerún.
En 1970 se descubrieron sendos yacimientos petrolíferos al norte del país, y Camerún pasó de la noche a la mañana a vivir como un nuevo rico en el centro de África. El boom petrolero atrajo a miles de personas en busca de trabajo y Douala se llenó de personas con nuevas ideas para el desarrollo de una industria musical y de ritmos extranjeros que sus habitantes absorbieron como la espuma.
Los músicos más talentosos abrazaron el jazz-fusion de la mano de Miles Davis, y en lo incorporaron a sus interpretaciones de rumba congoleña, hasta ese momento el más exitoso de los ritmos bailables. Pero esos bailadores se sintieron más identificados con la energía del boogaloo que llegaba de Nueva York, y muy especialmente con el highlife proveniente de Ghana. Y en estos ritmos había un punto en común que sirvió para la definición de la makossa como estilo: su patrón rítmico era una clave en 3×2 compases.
Pero hubo otros ritmos que influyeron en el makossa. Uno de ellos fue el merengue dominicano. Fue una moda paralela. En las calles de Douala y Yaundé. Los Hijos del Rey, Conjunto Quisqueya, Wilfrido Vargas, Fernando Villalona, Cuco Valoy, pero sobre todo Johnny Ventura, tendrían una gran repercusión en las discotecas. Y de esos salones de baile salieron estilos bailables y surgirían bandas como Los Calvinos, Negro Styl, Uvocot Jazz o Rythmic Band. El merengue atrajo masas también por las importantes coreografías de sus cantantes.
En ese mismo sentido, el ritmo que cerraría el círculo sería el soul. La sombra de James Brown era alargada y así como su influencia se notó mucho en el entonces Zaire, otro tanto sucedió en Camerún. Brown no sólo influyó con su música, sino con su manejo del escenario. Todos querían ser como él.
El primer gran ídolo de la makossa fue el cantante y compositor Eboa Lotin. Hijo de un baptista se hizo músico en las iglesias donde componía cantos religiosos. A los 20 años compuso su primera canción popular, Mulema Mam, que la gente cantaba en la calle, pero su prensase fue minoritario y no obtuvo grandes ventas. Fue con su tema Mbemb’a Mot’a Sawa, que ganó el Concurso Vick’s Vedette, que pudo viajar a Francia y firmar un contrato con Philips.
Muy pronto otros seguirían su estela con Paris como destino: el cantante Géo Masso, el cantante y compositor Ekambi Brillant, el compositor y arreglista Georges Seba, el bajista Émile Kangue, el guitarrista Vicky Edimo, o el también guitarrista André-Marie Tala, al que el propio James Brown copiaría su éxito Hot Koki para transformarlo en The Hustle.
Tras el impacto de Manu DiBango llegaría una nueva generación con más ganas de conquistar Nueva York que Paris: François Missé Ngoh, Pasteur Lappé, Olinga Gaston, Bernard Ntone, Emmanuel Kate, Bill Loko, Clément Djimogne, Étienne MBappé o Pat’ Ndoye. Gracias a ellos la makossa comenzó a ofrecer una serie de variaciones que le darían mayor universalidad: disco makossa, funky makossa, jazz makossa, reggae makossa, salsa makossa, soukouss makossa… Fue lo que DiBango había despertado con Soul Makossa.
Así llegamos a Eko Roosevelt, pianista y cantante. Eko, como se le conoció, era hijo de un pastor presbiteriano de Batanga, pero fueron los padres jesuitas los que descubrieron su talento a finales de los años 60. Su primer disco, con más influencia de soul y funk que de otra cosa, fue Nalandi en 1975. Causó un auténtico furor con un formato en el que destacaban el trío de metales: trompeta, trombón y saxofón. Eko fue un ídolo, reverenciado como tal, que comenzó grabando para el sello Dragon Phénix, luego para Disc’ Africana, y más tarde para otros pero bajo su propia productora. Eko fue el director más joven de la Orquesta Nacional de Camerún en 1979 a los 33 años.
Pero aunque su auge comenzó a decaer a mediados de los años 80, la makossa no desapareció de Douala y Camerún. En los últimos años ha reverdecido gracias al trabajo de artistas como Nar6 Pryze, Gino Sitson o la banda Ajoyo, que tienen al hip-hop y la electrónica como nuevos ritmos para la fusión. Es posible, entonces, que la makossa vuelva a tener una nueva juventud.