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Hace algún tiempo en este mismo blog escribí una serie de artículos sobre el oscuro mundo de la droga en la salsa y en la música latina del Nueva York de los años 70. En el segundo post de esta trilogía se traía a colación una anécdota que llegó a mis manos por amigos que se la escucharon a Rubén Blades. No es una propiedad intelectual exclusiva de Blades, pues el hecho se puede encontrar en cualquier escondrijo de Google, pero desde luego impresiona:

Richard Pryor, el famoso comediante afroamericano en 1980 estaba en libertad condicional. Se puso a “meter perico como un loco”, según dicen, y acabó mezclando cocaína con etanol y se quemó vivo. Lo salvaron de milagro y volvió a actuar. Hizo Brewster’s Millions, que fue un éxito, tuvo una nueva recaída, comenzó a padecer arterioesclerosis, y volvió a resurgir cuando le ofrecieron un papel de estafador en la cinta Condición Crítica, de Michael Apted.

Pues bien, un libro que acaba de salir a la luz, titulado Furious Cool: Richard Pryor and the World That Made Him, y publicado por Algonquin Books, comienza reconstruyendo aquella dantesca escena:

Es el 9 de junio de 1980 y Richard Pryor corre por Parthenia Street, una calle de Northridge, en el Valle de San Fernando en California. Pryor está fuera de sí poseído por lo que fuese que acabara de consumir y envuelto en una bola de fuego. Es una siniestra tea humana que pasa por en medio de unos transeúntes que no saben como detenerlo. Pryor se tambalea durante varios minutos dejando que la ropa se funda en su piel y de la parte superior empiecen a surgir ampollas que hierven. Finalmente, dos policías logran detenerlo. Esperan una ambulancia. Los minutos pasan con lentitud. Pryor es llevado al Hospital Sherman Oaks, donde las posibilidades de salir con vida se descartan con premura.

En poco tiempo se da a conocer el hecho a la prensa y esta prepara los obituarios. Su familia (valga decir que es su familia lejana) se apersona en su casa y toma posesión de sus objetos. En menos de una hora desocupan la casa del actor, mientras amigos y admiradores se agolpan en la puerta del hospital para ver que pueden hacer. Marlon Brando habla con los médicos y estos le cuentan el milagro: Richard Pryor ha sobrevivido y aunque le esperan meses de intenso dolor y terapia podrá volver a su vida normal. El mejor actor dramático de todos los tiempos compra entonces un televisor para que uno de los mejores comediantes de todos los tiempos pueda ver los combates de boxeo de los Juegos Olímpicos de Moscú.

El resto de la historia ya lo sabemos y este nos conduce a Michael Apted.
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Conocido por sus trabajos alternativos para la prestigiosa Granada Television del canal 3 del noroeste de Inglaterra, Michael Apted aterrizó en Hollywood en ese mismo año de 1980 y se lanzó al trabajo fílmico realizando un biopic de la cantante country Loretta Lynn titulado Coal Miner’s Daughter. Fue el comienzo de una larga relación con la gran industria del cine en la que hizo de todo, desde comedia romántica como Continental Divide hasta suspense de espionaje como Gorky Park.

En 1986 Apted recibió un guión escrito por Denis & John Hamill que narraba como una serie de equívocos en un hospital sin luz llevaban a un delincuente de poca monta a transformar su vida, su suerte y su visión del mundo. Se trataba evidentemente de una película hecha para el lucimiento personal de Pryor, quien según el crítico Michael Wilmington de Los Ángeles Times, estaba en racha “y cuando Richard Pryor está en racha sus ojos adquieren una extraña mezcla de júbilo, miedo y locura. Es una expresión intensa con esos ojos saltones, las venas del cuello a punto de estallar, la boca torcida sobre los dientes apretados. En suma, se parece a un hombre que sostiene una serpiente en una mano y algo delicioso en la otra”.

Nunca mejor descrito, Pryor era un genio para destacar en este tipo de comedia que transitaba entre los gags de toda la vida y la conciencia social (en la cinta determinada por el famoso apagón de Nueva York del 77). Destacaba por una verborrea imparable y por un rostro que decía todo sin decir nada.

Pero aunque sus monólogos en pequeños escenarios son toda una leyenda, en el cine siempre necesitaba un parteniere. Había creado una buena química en pantalla con Gene Wilder en dos filmes (Silver Streak y Stir Crazy), pero la adicción a las drogas de Pryor había “sacado corriendo” a Wilder y este no quería tener nada que ver con su émulo. En Condición Crítica, que así se llamaba la propuesta de los hermanos Hamill, ese parteniere era un chico blanco con aspecto punk. Sin embargo, Michael Apted optó por un perfil hispano, porque le iba mejor a esa idea de conciencia social y porque se ajustaba más a la realidad neoyorquina que se iba a retratar. Y el elegido para interpretarlo fue Rubén Blades.
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No es que Blades fuera el mejor actor latino de su tiempo, ni muchísimo menos. De hecho, era un primerizo en Hollywood y estaba marcado por su condición de latino. “Había leído más de 15 guiones en los últimos seis meses, declaró. En la mitad querían que actúe como un vendedor de cocaína colombiano y en la otra mitad como un vendedor de cocaína cubano”. Más tarde contaría: “Leí con atención el guión de Condición Crítica y pensé que el personaje (el enfermero Louis) merecía más altura, más dignidad y entonces propuse algunos cambios que fueron analizados y aceptados. Pero todo dentro de la mayor cordialidad”.

Blades pensaba seriamente continuar en el cine. Casi al mismo tiempo en que se iniciaba el rodaje de Condición Crítica, aceptaba el papel del detective Carl Jiménez en la cinta Fatal Beauty junto a Whoopi Goldberg. Sin embargo, resultaba evidente que su status de ídolo popular de la canción bailable latinoamericana (léase salsa) era un imán demasiado poderoso. Oscar Hernández, codirector de la banda Seis del Solar, me contaría que en aquel tiempo Rubén Blades podía hacer lo que quisiera en la música latina… sencillamente porque era Rubén Blades.

Pero estaba empeñado en ser actor. Se había casado con la actriz Lisa Lebenzon y se había trasladado a Los Ángeles. Para sus fans era una delicia, pues todos los días aparecía en portadas de revistas y en la tele. Para sus críticos era un hombre desatado y sin freno. Leon Ichaso, quien lo había dirigido en Crossover Dreams decía: “Un hombre que quiere ser cantante, actor, presidente de Panamá y salvador de Latinoamérica tiene que estar muy confundido”.

Quizás por eso se dio el lujo de rechazar en primera instancia el guión de Condición Crítica, y le dijo a los productores y a la encargada del casting, Margaret Simkin, que sólo haría el personaje si le daban la oportunidad de reescribirlo. Y aquí entra aquello de “dentro de la mayor cordialidad”.

Pero en medio de esta confusión con su arte y sus límites, Blades tenía una cosa muy clara: adoraba a gente como Richard Pryor.

“Un artista puede hacer que las cosas cambien. Miren a Richard Pryor cuando dijo que iba a dejar de usar ciertas expresiones degradantes, y dejó las drogas y muchos otros negros lo imitaron”, declaró.

Blades había cambiado las líneas de su personaje porque, según él, ya era suficiente con un solo personaje cómico en la cinta, y las del suyo eran al comienzo las del “típico payasito que sobrevive en medio de la seriedad de los demás”. Rubén Blades nunca se ha sentido un humorista ni en la música ni en el cine, de modo que optó por acompañar simplemente a Pryor en esta cinta-viaje delirante de expresiones y aventuras a lo Jerry Lewis.

Pero por mucho que el empeño de todos fuese el mejor, Condición Crítica fue aplastada por los medios y especialistas. De la hecatombe de los columnistas no se salvó nadie, comenzando por Michael Apted, a quien le llegaron a preguntar abiertamente “¿cómo diablos se había ido a meter en una comedia tan simple, predecible y vergonzante?”.

El público, en cambio y como suele ocurrir, fue por otro lado. Condición Crítica debutó como la primera en taquilla, y tras sus primeros seis meses había recaudado tres y medio millones de dólares en 1.343 salas, superando ni más ni menos que a Platoon y a Cocodrilo Dundee.
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Luego vino lo que ya sabemos. Cada uno por su lado y no se volvieron a ver. Rubén Blades alcanzaría en 1988 su cenit como actor en la cinta de Robert Redford The Milagro Beanfield War y sacó a la luz con Seis del Solar un homenaje a Gabriel García Márquez titulado Agua de Luna, y un álbum en inglés llamado Nothing But The Truth. Michael Apted, por su parte, pasaría a la fama definitiva en Hollywood con el rodaje de Gorilas en la Niebla, que logró ventas millonarias y cinco nominaciones a los Oscar.

Richard Pryor, entretanto, volvería a intentar llevarse bien con Gene Wilder para rodar See No Evil, Hear No Evil, uno de sus mayores éxitos. Y siguió y siguió y siguió. Y fue una leyenda hasta 1997 en que dejó el cine, hasta 1999 en que dejó la televisión, hasta 2005 en que dejó este mundo con una larguísima estela de sucesores de sus gags y sus monólogos. Se dice que en los últimos meses de vida veía una y otra vez The Silence of the Lams sin parar desde su silla de ruedas.

Se han hecho varios documentales sobre su vida, pero ninguna biografía seria. Furious Cool: Richard Pryor and the World That Made Him fue escrita por los hermanos David & Joe Henry, este último uno de los grandes músicos estadounidenses de todos los tiempos. Y eso le da un valor añadido por la cercanía que determina el arte, suerte de confluencia de virtudes y excesos, de armonías y ruidos, de famas mal llevadas y senderos inflamables.

JoeHenry_FuriousCool_BookJoe Henry, entrevistado por Alex García en el programa Future Beats de Radio Gladys Palmera, ha contado que el proyecto del libro arrancó con una canción suya de 2001, Richard Pryor Addresses a Tearful Nation, la cual lo llevó a escribir un artículo de prensa sobre la misma. Pues ese artículo le encantó a la familia Pryor (la cercana se entiende), la cual le propuso a Henry hacer el guión de un biopic sobre el actor.

Joe Henry y su hermano David visitaron varias veces a Pryor en su residencia de Encino, también del Valle de San Fernando. Le hablaban y le hablaban y le ponían discos de jazz, y cuando el biopic entró en un limbo de castings y presupuestos, surgió la idea del libro que comienza con aquella dantesca escena.

José Arteaga

Fuentes consultadas:
http://futurebeats.gladyspalmera.com/especial-produced-by-joe-henry-en-future-beats-radiopodcast/
http://futurebeats.gladyspalmera.com/especial-joe-henry-ii-auteur-auteur/
http://elpais.com/elpais/2014/01/13/icon/1389623474_388209.html
http://www.lamag.com/laculture/culturefilesblog/2013/11/04/a-pryors-tale-a-new-biography-reveals-richard-pryor-in-all-his-glory-and-mania
http://brightlightsfilm.com/56/richardpryor.php#.Ut2BNvaDNaU

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