Tromboranga


Dice Enrique Romero que la banda barcelonesa Tromboranga le recuerda a la famosa orquesta neoyorquina de los 70 La Conspiración cuando esta tenía como cantante estrella al gran Miguelito Quintana. Es decir, a aquellos días de 1976 en que la orquesta de Ernie Agosto alternaba en Bonita el soneo típicamente cubano de Quintana con la fuerza y empuje de un conjunto esencialmente neoyorquino.

Puede que no sea el único, pero es un buen ejemplo de la convivencia en un mismo espacio de dos estilos de ver y recorrer el son montuno. Quintana era de Tampa, Florida, y soneaba en tonos altos con acento “aguardientoso”; un sonero inigualable con dejes de Miguelito Cuní, un toque de Pablo Lebrón, un poco de Justo Betancourt y algo de Machito; o sea, con el estilo de los viejos conjuntos tipo Arsenio que antecedieron a la salsa.

La Conspiración, por su parte, fue una banda fundada por el multi-instrumentista Ernie Agosto, amigo de calle, vocación y estilo de Willie Colón. De hecho, desde 1970 ambas agrupaciones compartían escenario y estudio de grabación, lo que da a entender el tumbao tan urbano que tenían.

Tromboranga, que acaba de lanzar su segundo álbum Al Mal Tiempo Buena Salsa, y que tuvo que viajar de Barcelona a Cali sin apenas tiempo de haber presentado debidamente en sociedad europea su nuevo trabajo, tiene ese tumbao urbano. No es una orquesta de aquel tiempo, pero ha heredado la intención y ese es el punto de partida primordial.

Pero aquí se acaban las comparaciones. El cantante Diego Coppinger no es Miguelito Quintana, y sobre todo, Tromboranga es una orquesta de formato diferente a La Conspiración. El conjunto de Ernie Agosto era un octeto (a veces noneto) de dos trompetas, piano y percusión. La orquesta barcelonesa la conforman diez músicos con tres trombones al frente más piano y percusión.

Dos cosas llaman la atención en Tromboranga. La primera es, por supuesto, su apuesta decidida por el trombón.

El trombón (especialmente el tenor de vara) fue el instrumento característico de la salsa neoyorquina. La manera como pasó a un primer plano en la sección melódica de los conjuntos de los años 60 fue una respuesta al atractivo que suscitó entre el público su abanico de posibilidades sonoras. Los responsables fueron los propios músicos del East Harlem y del South Bronx, empeñados en mostrar su rebeldía a toda costa, de la misma forma elocuente con que se pintaba un graffiti en el Subway o se exhibía una pancarta de protesta en el Central Park.

Es obvio que el boogaloo, primera manifestación musical genuinamente nacida en los 60 en El Barrio, tuvo mucho que ver, pero fue sobre todo esa increíble generación la que apostó por el trombón como “el instrumento del sonido latino”. Y claro, desde el comienzo surgieron estilos muy marcados: el plenero de Mon Rivera, el experimental de Johnny Colón, el montunero de Eddie Palmieri, el rústico de Willie Colón… Y aunque había alguna diferencia de edad entre uno y otro, todos hicieron parte de una generación que rompió a punta de trombón su relación con un pasado simbolizado por las grandes orquestas que tocaban mambo en el Palladium.

Pero, ¿porqué un trombón y no otro instrumento? Posiblemente porque su sonido, en aras de la agresividad y la rebeldía, ayudaba a tapar errores de interpretación y también porque, según Palmieri, permitía crear ambientes urbanos. Y es verdad, la nota larga de un trombón puede guardar semejanzas con los pitos de los carros o los camiones, lo cual para un eterno enamorado de los efectos naturales de sonido como Al Santiago (creador de Alegre Records) fue “bocatto di cardenale”. Rivera y Palmieri grabarían para él, al igual que la Alegre All Stars, siempre con el pionero Barry Rogers en primera línea de acción.

Se dice que este estilo “sucio” y tipo soundtrack fue creado por un trombonista de Lousiana llamado Kid Ory, famoso por sus colaboraciones para el programa de radio de Orson Welles en los 40 La Guerra de los Mundos. Pero claro, no fue el único estilo imperante y tampoco el único que practicó Rogers.

Su enorme habilidad y talento le permitió hacer solos con un brillo más propio de la trompeta que del trombón, y además logró sacar al trombón de su ostracismo. Durante décadas había sido un instrumento acompañante usado para marcar contrapuntos, algo así como el papel del cello en un grupo de violines. En la música del Caribe eran contados sus intérpretes y en el jazz era, según las encuestas anuales de Down Beat, el instrumento más impopular.

El auge del free jazz en algo ayudó a su imagen, al igual que algunas bandas de soul de la Costa Este y la orquesta habitual del programa televisivo Saturday Night Fever, pero fue la salsa la que determinaría su importancia como solista en la música popular bailable. Y en ella Barry Rogers fue el primer cabeza de cartel y el principal reclamo para las orquestas. A tanto llegó su trascendencia que Fania Records, siempre renuente a ceder a sus músicos a cambio de nada, le dio carta blanca para participar en sesiones para otros sellos. Por eso Rogers fue fundamental también para el desarrollo del jazz latino.

De todas maneras, la lista de trombonistas latinos importantes es enorme. Citemos sólo algunos ejemplos: el sutil brasileño José Rodrigues, el sobrio Ángel Papo Vásquez, el frenético Jimmy Bosch, el intérprete de ska Dan Regan, el rey de las caracolas Steve Turré, el omnipresente Reynaldo Jorge, el compadre de Andy Chango Norman Hogue, el siempre eficiente Leonard Pollara, el folclorista William Cepeda, Mr Happy Feet Arturo Velasco, el poderoso Orlando Peña, el explosivo Wayne Wallace, y el poli-rítmico Rick Davies.

Pues bien, todos los citados tienen dos cosas en común: que fueron alumnos, amigos y seguidores de Barry Rogers, y que todos hicieron parte en algún momento del Conjunto Libre de Manny Oquendo.

Fundado en 1974 a raíz de la disolución del Grupo Folclórico y Experimental Nuevayorquino, el Conjunto Libre siempre estuvo bajo la batuta del timbalero Manny Oquendo y el bajista Andy González. Pero en las dos etapas que vivió, Libre tuvo una marcada preferencia por los trombones, quizás por la notoria influencia de Eddie Palmieri y Barry Rogers. Libre hizo salsa y jazz latino por igual desde que arrancó discográficamente en 1977 con una base que fue confeccionada a partir de las experiencias previas de sus músicos con Bobby Paunetto y el GFEN.

Apoyado en una línea de trombones más un tres y una flauta y un manejo del tempo in crescendo, Libre consolidó un estilo que aún hoy en día es considerado el súmmum de la salsa. Pocas formaciones han llegado a un nivel tal de perfección como Libre en temas de la talla de Lamento Borincano, Vengo Sabrosa, Suavecito, Decídete, Goza la Vida, Estoy Como Nunca, Las Ingratitudes o Chiquilla Ideal.

Precisamente Tromboranga, en este álbum que presentan, incluye un tema de esa super banda, Alabanciosa, una guaracha que Libre grabó en 1994 con la medio bobadita de cinco trombones. El súmmum total, aunque ese es otro asunto.


Trombandas

La segunda cosa que llama la atención en Tromboranga es su nombre. Con el prefijo tromb existen y han existido muchas agrupaciones musicales, sobre todo de jazz y música sinfónica, y conjuntos escolares.

La Trombanda fue un proyecto de mediados de los 80 del pianista Alfredito Linares, La Trombonera es una orquesta colombiana de salsa romántica, Trombanda Internacional es una orquesta peruana de ritmos tropicales, y A Trombonada es un quinteto brasileño de música del norte de Brasil. Aparte de ellos hay ensambles sinfónicos de trombones en Seul, Rotterdam, Budapest, Berlín, Atlanta y 90 ciudades más. Hay incluso asociaciones nacionales e internacionales de ensambles, grupos, combos, conjuntos y orquestas de trombones.

Pero además de lo anterior Trombanga (asociación lingüística de trombón y charanga) es el apelativo que le dio Charlie Palmieri al conjunto La Perfecta de su hermano Eddie cuando debutaron. En una entrevista para Radio Gladys Palmera con motivo del lanzamiento de su álbum debut Salsa Dura en 2012, su director Joaquín Arteaga manifestó que ellos se enteraron de esta anécdota después de creado el grupo y que no tuvo nada que ver en su razón social.

“Yo tenía pensado un nombre antes de este grupo y era Tambor-anga, porque yo soy percusionista y obviamente lo que me mueve a mí es el cuero, ¿no?, y el tambor. Pero a su vez, siempre hablando con Freddy (Ramos), teníamos muchísimas ganas de tener una banda con trombones, recordando esa salsa que se hacía en los años 60, en los años 70. Y cuando llegó Vladimir (Peña) aquí a Barcelona dijimos “bueno, ya tenemos el tipo, el trombonista para la cuestión, pa’ que controle la sección de trombones”. Y me vino Trombo… Tambo-ranga… Tromboranga”.

Tromboranga está conformada por Rafael Madagascar en el piano; Felipe Varela en el bajo; Joaquín Arteaga en los timbales; Carlos Compota Reyes en las congas; Cristian Cosanatan en los bongoes; Vladimir Peña, Albert Costa y Tom Johnson en los trombones; y Freddy Ramos y Diego Coppinger en las voces. Y desde que se creó se convirtió en el conjunto de moda en la salsa barcelonesa, superando al impacto de una orquesta alternativa que Arteaga también lidera: Bloque 53.

En Salsa Dura Tromboranga parecía caminar en varias direcciones, aunque era notoria la influencia de la salsa venezolana en su música. Por eso incluyeron Mi Bombolayé de la Dimensión Latina y Mama Calunga de Johnny Sedes. Freddy Ramos se excusaba: “Lo que ha sucedido un poco a nivel de concepto indirecto, por llamarlo de alguna manera, es que las influencias de cada quien se han ido mezclando y a la hora de abordar un tema pues toma un matiz diferente. Nosotros, por ejemplo en los casos de Dimensión Latina, yo me crié escuchando a Oscar de León desde que tengo uso de razón, ¿no?.. Oscar con Dimensión Latina y luego los trabajos solo… Entonces es como una influencia que está allí muy patente y muy presente dentro del abanico de cosas que nosotros pudimos escuchar aparte de la salsa, porque luego hicimos otras músicas, hicimos funky, hicimos de todo, de todo un poco y todo eso se pone de manifiesto a la hora de hacer los arreglos”.

Al Mal Tiempo Buena Salsa
es diferente, aunque también deja muchas puertas abiertas como si se estuviera en una permanente disquisición al interior del grupo sobre que camino elegir para consolidar un estilo. Y es que el estilo no es sólo una cuestión de elegir los elementos de trabajo (en este caso el trombón). Ese es el formato. El estilo está más en la tónica de lo que sugiere Enrique Romero, en un contrapunto entre el son tradicional y la salsa de los 70, y eso usualmente se consigue por las experiencias personales más allá de la música.

Los músicos de Tromboranga tienen una experiencia común: el ser emigrantes. Barcelona no es Nueva York y el siglo XXI no es los años 70, pero las sociedades que acogen al emigrante suelen ser duras, inflexibles y pragmáticas, y este acaba pasando por un filtro que “lo pone a parir”. El país de acogida lo llama proceso de integración. El recién llegado lo denomina intransigencia.

“Yo creo que hay un momento de todos los músicos en que nos sucede eso, dice Ramos. Sobre todo los que salimos de nuestros lugares de origen pues salimos con esa carga, el recuerdo de lo que nosotros vivimos allí, de nuestras raíces, de nuestra cultura. Y claro, cada uno de nosotros tiene muchos años viviendo aquí en Europa y estamos trabajando esto con todo el cariño porque es nuestra música”.

Al Mal Tiempo Buena Salsa comienza con los temas Soy Sonero y Adiós Que Te Vaya Bien, muy bien desarrollados, pero carentes de un plus de impacto y con un aire de timba no muy convincente. Luego llega el citado Alabanciosa, donde es evidente que los trombones siguen al detalle el esquema del Conjunto Libre tan neoyorquino y setentero que al sonero le cuesta entrar en ese ambiente. Rompecolchón vuelve a caer en los terrenos de la timba, mientras que Te Provoca tiene un más acento colombiano.

Podría decirse que el álbum está dividido en dos partes, pues hasta con la canción Pa que lo Bailes comienza el trabajo de una Tromboranga mucho más poderosa y efectiva. El tema en cuestión tiene la introducción de La Ruñidera según la versión de Nacho Sanabria. Se nota que están a gusto.

Mímame, por su parte, tiene un gran equilibrio, lo mismo que El Mensajero donde el piano de Madagascar entra a hacer un montuno a lo Palmieri. Que Quiere la Niña es un afro de Kako y Totico llevado al son en arreglo colectivo. Hasta aquí todo bien para la orquesta, pero no para el sonero.

Donde finalmente este se siente plenamente a gusto es en el guaguancó Repica Bien el Tambor. Allí Diego Coppinger está sobrado, pletórico, en clave, imponiéndose ante los coros y dejando la sensación de experiencia que se le echaba en falta. El álbum culmina con Mambo Salvaje, un divertimento donde cada uno de los músicos se muestra como en una descarga de los viejos tiempos.

Todo parece indicar que las buenas sensaciones que va dejando a su paso harán que Tromboranga viva una tercera etapa mucho más sólida en los estudios de grabación. La búsqueda de un estilo nunca ha sido fácil, pero ellos tienen todo lo que hace falta. Cuestión de engranaje y de tocar, tocar y tocar.

Además, en cuanto a referencias ya han tocado techo. Si Libre es el punto de atención de su segundo álbum, el del siguiente tiene que ser Tromboranga misma.

José Arteaga
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