Tin Tan, músico, pachuco y loco
En el 50 aniversario del fallecimiento de Germán Valdés "Tin Tan", exploramos su faceta como músico y representante de una cultura singular.
La frontera entre México y Estados Unidos ha cambiado mucho con la historia. México antes era más de lo que es ahora y Estados Unidos menos de lo que hoy es. Y con esos cambios también cambiaron muchos rastros de la cultura fronteriza. La cultura chicana, rica en colores, matices y sonidos, con una música que por obvias razones tiene un poco de todo (jazz, rock, salsa, soul, cumbia, folk y funk), lleva detrás el mundo particular de los pachucos.
Desde los años 30 del siglo XX se empezó a establecer un estilo sonoro en los alrededores de la gran frontera. Los pachucos se dieron a conocer por sus trajes tipo zoot suit: camisas de solapas alargadas, chaquetas con hombreras, pantalones bombachos que se estrechaban en los tobillos y sombreros de ala ancha. Estos trajes los había puesto de moda Cab Calloway en el jazz. El llamado “Rey del Hi-De-Ho” era un auténtico show man, un crooner bailarín o bailarín crooner que ejercía una férrea disciplina al frente de su gran orquesta en los años en que reinaba en el Cotton Club de Harlem y alrededores. Los seguidores de la música de Calloway dieron pie a pandillas callejeras que por su vestimenta particular se hacían llamar Drapes, que fueron los que impactaron en la frontera.
Dice Octavio Paz en su celebrado ensayo El Pachuco y Otros Extremos: La novedad del traje reside en su exageración. El pachuco lleva la moda a sus últimas consecuencias y la vuelve estética. Ahora bien, uno de los principios que rigen a la moda norteamericana es la comodidad; al volver estético el traje corriente, el pachuco lo vuelve impráctico. Niega así los principios mismos en que su modelo se inspira. De ahí su agresividad.
Con agresividad se refiere a la imagen callejera y violenta de los pachucos. Era verdad, pero no era la única verdad. Los pachucos eran, en su mayoría, obreros de la frontera que los domingos en la tarde, cuando tenían jornada libre, se vestían de zoot suit y se iban a bailar.
Germán Cipriano Teodoro Gómez Valdés y Castillo nació el 19 de septiembre de 1915 en Ciudad de México. Su padre era trabajador de aduanas por lo que el niño y sus hermanos (una prole) pasaron su infancia primero en el puerto de Veracruz y luego en Ciudad Juárez, Chihuahua, la ciudad fronteriza separada a duras penas de El Paso, Texas. De modo que todo aquel ambiente tan peculiar de la frontera invadió a un Germán Valdés adolescente.
El chico fue un mal estudiante y su padre, desesperado, le pidió a su amigo Pedro Meneses Hoyos, fundador de la emisora radial XEJ, que le diera algún trabajo. Fue una bendición porque aunque fuera pegando etiquetas a los discos, le permitió entrar en contacto con la música grabada y los medios de comunicación. De las pegatinas pasó a los micrófonos y empezó a jugar con los diferentes acentos y tonos que requerían los personajes de los guiones. Entre chiste y chanza alardeaba de sus dotes de imitador de músicos populares: Agustín Lara, Juan Arvizu, Pedro Vargas, Toña La Negra… Tenía un don. Pero al mismo tiempo sacó a relucir la jerga de los pachucos.
Cuenta su biógrafo Rafael Aviña, que si algo aprendió en esa zona fronteriza fue a manipular el idioma inglés y mezclarlo con el español de manera imaginativa. Claro, la jerga del pachuco era muy llamativa por lo original, un spanglish de la época. En lugar de decir “estuve en El Paso” decían “andando de rol por el paciente”.
Cuenta su hija Rosalía Valdés en el documental Tin Tan, el fauno del cine mexicano, del Canal 22 de México, que Germán Valdés inventaba palabras todo el tiempo porque esa cultura fronteriza en su adolescencia nunca lo abandonó, de hecho la convirtió años más tarde en su sello de identidad en el cine. En lugar de decir apúrenle, decía cuélenle. Pero también cuenta Rosalía otra cosa heredada de aquellos tiempos: su amor por la música moderna. Oíamos mucha música. Mi papá era siempre al día, era la novedad musical. Entonces tuvimos, por decirlo así, una escuela musical, porque en mi casa no dejó de haber música ni de día ni de noche.
TIN TAN, EL MÚSICO
En los años 40 en Los Ángeles aparecieron pequeños grupos que abordaban con estilo pachuco la música popular estadounidense con énfasis en el swing. Uno de sus principales cultores fue un contemporáneo de Valdés, Eduardo “Lalo” Guerrero, natural de Tucson, Arizona, quien se fue a Los Ángeles a buscar fortuna y acabó convertido en gran compositor y músico gracias a lo que él llamaba “El espíritu chicano”. Pero su primer grupo lo creó en Tucson, Los Carlistas, que representó a Arizona en la Exposición Universal de 1939 en Nueva York. Ya en Los Ángeles creó Los Cinco Lobos con el que hizo popular el tema Muy sabroso Blues o Tasty Blues.
Detrás suyo surgieron el Cuarteto Don Ramón, los Pachuco Boogie Boys, Los Chucos, el Conjunto San Antonio Alegre o el Cuarteto de Don Tosti. Todos estos grupos elaboraron una forma de interpretar el ragtime, el swing y en especial el boggie woogie, acoplándolo al castellano en las canciones, y a la rumba en los temas instrumentales. Ya en los años 50 el contrabajista Edmundo Martínez Tostado, apodado Don Tosti, fue uno de los principales exponentes de lo que se conocería como jazz pachuco.
Esa fue la primera música que tocó el alma de Germán Valdés y hay algunas películas en las que saca a relucir su espíritu jazzy y sus movimientos swing, porque aquí viene el tercer aspecto de lo que vivió en la frontera: el baile. Germán Valdés fue un bailarín espectacular, capaz de moverse de forma casi circense. Verlo en escena era como si la facilidad para los gags con caídas y revolcones de Buster Keaton y Harold Lloyd los trasladase él al baile. Su imagen como bailarín sólo es equiparable al increíble Adalberto Martínez Chávez “Resortes”.
La segunda música, como hemos dicho, fue el bolero. Comenzó como imitador, pero luego ya convertido en estrella de la pantalla grande, dio rienda suelta a su cálida voz que, sin una educación académica apropiada, le valía para estar junto al trío Los Panchos, entre otros. México era una potencia del bolero, lo que coincidió con el desarrollo de la industria discográfica y cinematográfica. En 1943, por ejemplo, los boleros de moda eran Llanto de luna, Nosotros o Toda una vida. Historia pura.
Hablo de 1943 porque ese fue el año en que Germán Valdés aterrizó en Ciudad de México. En Ciudad Juarez Valdés había dado vida a un personaje de la XEJ conocido como “Pachuco Topillo”, una especie de engañador con gracia. Fue por ese tiempo que a la emisora de radio llegó la compañía teatral de Paco Miller y este se fijó en Valdés.
Paco Miller era un un ventrílocuo ecuatoriano radicado en México que se llamaba en realidad Edmundo Jijón Serrano. Su buen olfato para fichar talentos hizo que viera en Valdés un diamante para pulir. Por eso pensó en Ciudad de México como el sitio natural para triunfar y en la importancia de los nombres de sus artistas para la promoción de un espectáculo variado. Me acordé de una vez que vi como presentaban a los artistas tocando dos vasos, uno vacío y otro lleno, el uno hacía tin y el otro hacía tan, y entonces le dije: a partir de ahora no te vas a llamar Pachuco Topillo, sino Tin Tan, contó alguna vez.
Entre los actores de la compañía de Miller había un músico estupendo llamado Marcelo Chavez. Natural de Tampico Alto, Veracruz, congenió en seguida con Valdés. Había química en escena, algo así como Laurel y Hardy donde uno complementaba al otro. Dice Aviña que más que un Second, Patiño (como se le decía a los músicos acompañantes) o una comparsa cómica, Tin Tan encontró en él a un verdadero hermano. Por eso el público empezó a hablar de ellos como de carnales, o sea, hermanos de sangre. Así nació esa especie de denominación de origen tan mexicana: Tin Tan y su carnal Marcelo.
El tercer tipo de música que movió a Tin Tan fue lo afrocubano. Creado como una variante del danzón tan arraigado en México, el mambo tuvo una serie de variaciones en sus inicios. Una de ellas fue la de Pérez Prado, quien fundó su gran orquesta en México D.F., gracias a sus amigos Kiko Mendive y Mariano Rivera Conde. Estando en México, Pérez Prado escuchó de cerca la música popular estadounidense, pero interpretada al estilo pachuco. Así que tras escuchar unos cuantos discos de ragtime y quedar deslumbrado con la energía del planteamiento orquestal tipo brass band, amplió la síncopa a toda su banda, conformada en su mayoría por saxofones, trombones y trompetas. De esa forma, hacía que sonara como una marcha, haciendo hincapié, con golpes de percusión y de piano, en cada compás que marcaba. Un swing de origen pachuco, o chicano si se quiere.
Y tras el mambo llegó el cha cha chá con toda esa carga de suavidad, cadencia y colorido; una música a la que se adaptaron todas las generaciones por lo agradable de su ritmo y por la facilidad de su baile. En manos de las grandes orquestas mexicanas y estadounidenses, o en la de las charangas cubanas, el cha cha cha floreció en cada rincón mexicano. Y como a él le gustaba hacer variaciones y jugar con las letras, hizo en la película Los Tres Mosqueteros una divertida versión del clásico cha cha chá El bodeguero, de Richard Egües:
El mosquetero en guardia está
Y con su espada lo probará
Y con los guardias del cardenal
Hará un caldo de Nixtamal.
Pero Tin Tan interpretó ambos ritmos cubanos y otros tantos de otras partes. De la película El Mariachi Desconocido se le recuerda, por ejemplo, su interpretación de Gulliver, aquella genial canción de Chapuseaux y Damirón que hiciera famosa Ismael Rivera años más tarde. Y todos estos experimentos sonoros lo llevaron a compartir cámara, canciones y actuación con figuras de la música como Silvestre Méndez, Luis Arcaraz, Pablo Beltrán Ruiz o Juan García Esquivel, además de innumerables vedettes del baile y rumberas de la edad de oro del cine mexicano.
El cuarto tipo de música fue el rock. De ello dan fe las películas Locos peligrosos, El campeón ciclista, Paso a la juventud o Los fantasmas burlones. Su hija Rosalía cuenta que algún tipo de contrato debían. Buscar las casas discográficas de Londres porque lo llamaban y él se negaba por otros compromisos adquiridos. Eso dio pie a que pensara que Los Beatles querían que hiciera parte de la carátula de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.
Se comenta que en 1967 los artistas pop británicos Peter Blake y Jann Haworth diseñaron la carátula del famoso disco como un collage plagado de rostros de personajes famosos de la historia, y que Blake quiso tener a Tin Tan. Sin embargo éste no pudo aceptar y en su lugar envió un árbol de la vida diseñado por un alfarero de Metepec. Tin Tan adoraba a Los Beatles y tenía todos sus discos en su reconocida colección de vinilos.
La anécdota no hace otra cosa que aumentar la leyenda de un artista sin par, total desde donde quiera que se le mire. Tin Tan ofrece mil lecturas: desde el arte, desde el cine, desde los medios, desde el humor, desde la música, desde el baile, desde la moda, desde la cultura y la sociedad de un país en constante transformación. Tin Tan es México a pensar de si mismo.
Lo digo porque al artista integral le costó triunfar. El éxito de su modelo de pachuco en Ciudad de México fue contra viento y marea, pues aún la aceptación de estos personajes no había llegado y existían prevenciones y estereotipos infundados. Pero triunfó desde el primer instante por empeño y por talento. Y lo mismo podríamos afirmar de sus dotes como cantante. Fue un autodidacta que utilizó la radio para moldear su propia voz. ¡Y qué voz!
Germán Valdés Tin Tan falleció el 29 de junio de 1973 a causa de un coma hepático. 50 años después su pueblo lo sigue adorando.