Las gardenias de Isolina también vibran de noche
Y en las noches de La Habana los pétalos dolorosos de aquellas dos gardenias dicen un nombre: Isolina Carrillo.
Antes de morir volvió a decir que la gardenia era su flor preferida.
No hacía falta que lo recordara, porque ya entonces y gracias a ella, la gardenia era la flor de la mayoría de los cubanos. Y no una, sino dos, que representaban el amor en la forma más pura, más sincera.
Esta noche de abril de 1945 esas gardenias se van a abrir con la fuerza de la primavera. Isolina Carrillo, que las sembró en su corazón, va a estrenar su bolero más internacional en la emisora RHC Cadena Azul, en el Paseo del Prado 45, esquina a Capdevila.





Ella nos va a estremecer viajando por las teclas de su piano, y la escucharemos por vez primera en la voz de su futuro esposo, Guillermo Arronte.
Dos gardenias para ti
Con ellas quiero decir:
te quiero, te adoro, mi vida…
Esas gardenias comienzan a viajar ya por las ondas radiales. Los dedos de Isolina saltan suavemente entre las teclas, que ceden ante su caricia. Arronte mira a Isolina y tal parece que ha sido él quien compuso esa declaración de amor para ella.
Ponle toda tú atención
porque son tú corazón y el mío.
Hoy no harán temblar la tierra esas gardenias dobles. Dentro de dos años, el 11 de marzo de 1947, en los estudios de Panart, en el número 410 de la calle San Miguel, entre Campanario y Libertad, Daniel Santos, a quien muy pronto llamarán “El jefe” o “El inquieto anacobero”, dejará grabada una versión que va a dar la vuelta al mundo, acompañado por la orquesta Sonora Matancera, con arreglos de Dámaso Pérez Prado y el acompañamiento del bandoneón del argentino Joaquín Mora.
Entonces los versos sonarán entrecortados, clavando con fuerza cada sílaba, en el estilo arrollador del boricua, que parece susurrar la canción diciendo:
A tu lado vivirán
y se hablarán
como cuando estás conmigo
Y hasta creerás que te dirán:
“Te quiero”.






Ya ella había escrito otros cantos de amor, otras quejas, otros delirios. Había dejado muy claro que a veces temía al amor y al destino. Pero una cosa era la Isolina compositora, a solas con sus dolores y esperanzas, y otra la Isolina cantante, la Isolina intérprete brillante de muchos instrumentos.
Por eso su carrera se alargaba. Había trabajado en la emisora de radio CMQ en 1938, y fundado Las Trovadoras del Cayo, donde tocaba la trompeta; también por el Conjunto Tropicuba, el Trío Sepia y el Quinteto Siboney. Y antes había formado parte de otro trío con dos grandes: Vicente Gonzales Rubiera (Guyún) y Marcelino Guerra (Rapindey).
Allí mismo, en RCH Cadena Azul, donde ahora mismo nace al mundo la más conocida de sus creaciones, Isolina Carrillo creó una orquesta gigante de danzones.
Hasta que Dios o el destino le alumbraron el corazón para que nacieran, lentas y duraderas, aquellas Dos gardenias.
Dos gardenias para ti
que tendrán todo el calor
de un beso,
de esos besos que te di
y que jamás encontrarás
en el calor de otro querer.
Después, el aroma de aquellas flores que una vez anunciaron despecho y racismo, y que Isolina convirtió en prueba de amor, comenzaron a perfumar el mundo en las voces de Pedro Vargas y Nat King Cole, y atravesaron el inmenso mar hasta España, donde el grande Antonio Machín, grabó el tema en la Barcelona de 1949, avisando a los amantes:
Pero sí un atardecer,
las gardenias de mi amor se mueren
es porque han adivinado
que tú amor me ha traicionado
porque existe otro querer.







Había nacido en La Habana el 9 de diciembre de 1907. Allí dijo adiós a este mundo el 21 de febrero de 1996.
Pero en el aire de la isla nacen y crecen cada día aquellas gardenias que nos regaló, para que nadie la olvidara nunca.
Y en las noches de La Habana los pétalos dolorosos de aquellas dos gardenias dicen un nombre: Isolina Carrillo.
Lo dicen siempre y para siempre, y traen el calor de un beso.
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