Bailando con Cumbia Ya
Con el rumor de las palmeras en Paris, se siente el eco de música lejana. Así vive la orquesta sensación de la Francia latina.
Si uno quiere bailar en París, hay que ir a escuchar a Cumbia Ya. La banda, ya una pequeña institución de la música tropical en la capital francesa, toca al menos una vez por mes en el Studio de L’Ermitage, una sala de conciertos en el noreste de la ciudad.
Un sábado o un viernes o un domingo cualquiera, Soledad Romero y Augusto Ramos aparecen en escena y lideran una encantadora máquina de ritmo. Interpretan sobre todo el canon tropical colombiano del siglo pasado, los años gloriosos de las grandes orquestas: Pacho Galán, Lucho Bermúdez o Pedro Laza.
Romero y Ramos, una pareja de argentinos, ella cantante y clarinetista y él trombonista (y ex jugador de rugby), toman una música aparentemente lejana y la hacen muy suya. Están acompañados por varios franceses, un tunecino, un esloveno, una colombiana. Importan poco los orígenes: Río y Mar, el clásico de Galán, suena pronto a sábado de Carnaval en Barranquilla.
El público, variopinto, tiene muy poco que ver con el ambiente de un club de salsa. No hay pasos preestablecidos, coreografías pirotécnicas, vueltas en loop. Al contrario: la orquesta es asumida con desparpajo, cada quien baila como quiere. Un pequeño festival de advenedizos felices.
En rigor, quizá así sedujo la obra de Bermúdez a Romero, entonces una estudiante de clarinete clásico: en el París tan gris, unas notas coloridas le abrieron un nuevo horizonte y funcionaron como antídoto a la nostalgia, al menos como su complemento feliz.
Fue como amor a primera escucha, me contó Soledad hace algún tiempo, cuando la entrevisté a ella y a Augusto en una terraza de Montreuil, el suburbio parisino donde viven y crean.
Lo conocí por discos que llegaban, amigos que formaban parte de la cumbia, gente que los traía de Colombia, compilaciones que empezaron a circular. Hacía mis estudios de música clásica, de clarinete, y me aburría muchísimo, explicó.
A Soledad, que creció escuchando a Benny Goodman y a Artie Shaw, la impresionaron particularmente las melodías del compositor colombiano.
Respeta los códigos básicos del jazz con elegancia, describió ella. Lograr esa simpleza es muy difícil, porque la gente va a buscar lo imposible, y él escribe esas melodías que vas a cualquier lado y te acordás, agregó.
El descubrimiento funcionó, además, para renovar una conexión.
Si el maestro colombiano escribió Danza Negra en Buenos Aires en 1946 (haciendo tocar músicos de una orquesta de tango, precisó Soledad), la banda firmó una emotiva versión más de medio siglo después. Para Ramos, fue casi como saldar una deuda. El trombonista cree que pertenecen a una generación que no tuvo acceso a música que sus padres sí, como Pedro Laza.
La idea era recrear esos puentes (entre Colombia y Argentina) que nos habían sido cortados. París nos dio la facilidad de tener acceso a todo ese tipo de cosas. Era más fácil conocer un colombiano en París que en Buenos Aires, explicó.
La pieza de Bermúdez (que también aporta Carmen de Bolívar y Tolú, entre otras, al repertorio) destaca en La Mecánica del Porro, el segundo disco de Cumbia Ya (2014).
Con el rumor de las palmeras se siente el eco de música lejana, canta Soledad, en una lectura que conserva mucho del original, pero amplía su alcance con un bello intercambio entre trompeta y trombón.
Para entonces, la banda ya había forjado un sonido: de los deseos de un grupo de amigos argentinos jóvenes en París, reunidos desde 2004 y con un primer álbum en 2008 (No Me Busques), a una potente orquesta multicultural.
Ya habían tocado en un squat, con punks que bailaban, y también, unos años más tarde, como una notable confirmación tras ese primer concierto, abriendo el festival de Besançon ante 7.000 personas, justo después de una orquesta de música clásica.
El público al principio estaba medio frío, pero luego todos bailaron y fue una gran emoción, recordó Soledad. En ambos momentos, Cumbia Ya llevó una estética a su lugar menos evidente, a un contexto casi inesperado.
Creo que, más allá del hecho de poder reproducir algo, la música colombiana nos ha dado mucho, nos abrió muchas puertas, señaló el trombonista.
En esa medida, Soledad y Augusto nunca tuvieron complejos en acercarse a una tradición que en principio no les era propia, pero que ahora inevitablemente les pertenece. Bermúdez o Galán seguramente no imaginaron sonar tan bien en el París de principios de Siglo XXI.
¿Por qué dos argentinos?, me contó Soledad que les preguntaban frecuentemente. Y por nada, por un tema de amor a la música y a la escucha, venimos del tango, que es muy triste, y nos atraía eso, algo que no conocemos. Pero ¿por qué no hacerlo?, ¿uno tiene que ser de un país?, respondía ella, casi como en una declaración de principios.
Sin otro pasaporte distinto a la alegría, y con un disco previsto para octubre de 2020, Cumbia Ya seguirá animando las noches parisinas.