Hasta la Raíz #13
Debajo de la tierra hay tierra de otros colores. Hasta la Raíz lo descubre en una época en que necesitamos entendernos, pues es lo único que podemos y deberíamos saber hacer.
Si bien ha sido un mes de contrastes y guerras empeñadas en seguir recortando trozos de tierra para seguir separándonos; afortunadamente, la música sigue cada día dando una lección de humildad a quienes piden carnés para todo. Estas últimas semanas hemos descubiertos muchísima tierra de colores debajo de la tierra ya conocida: desde álbumes colosales como el de Rosalía hasta tradiciones renovadas que nos llevan de Ucrania a Israel, de la Castilla profunda a la Ghana más vanguardista; y en donde músicos de Túnez, Italia y Estados Unidos o de Turquía y Holanda demuestran que entendernos es lo único que podemos y deberíamos saber hacer. Un pregón de neón en el monte.
Rosalía - Bulerías
Soy igual de cantaora con un chándal de Versace que vestiíta de bailaora, puede ser un lema que resuma a la perfección el espíritu mixto de Rosalía. Poco más que añadir hay no solo a sus palabras, sino a los ríos de tinta y machaque de teclado que nos hemos comido estas últimas semanas con el lanzamiento de MOTOMAMI, una nueva obra maestra que ayuda a recodificar géneros y tradiciones y a imponer el lenguaje motomami como la lengua cooficial del nuevo pop. Su canción más flamenca y racial es a la vez un manifiesto sobre su propia deriva y quiénes y cómo conforman parte de su idiosincrasia artística: de José Mercé a Lil’ Kim, Tego Calderón y M.I.A.
Go_A - Shum
En un momento en el que Ucrania está viviendo uno de los momentos más complicados de su historia, es importante no solo apoyar al país con la necesaria solidaridad y ayuda humanitaria, sino también visibilizando a algunos de sus referentes culturales contemporáneos, quienes precisamente han ayudado a construir un discurso nacional vanguardista a la vez que profundamente racial. Uno de ellos es Go_A, el proyecto que representó al país eslavo en la pasada edición de Eurovisión pero que, del mismo modo que sucede con parte de los renovadores de la tradición en España, llevan el sonido del folclore ucraniano a nuevos horizontes y registros.
Dansli Parti - Bademler
El sonido del nuevo blues no lo encontraréis a orillas del Mississippi, sino en la alianza entre un turco y un holandés. Emre Malikler y Toros Senan son Dansli Parti, un proyecto de una sencilla complejidad: como si los Black Keys de la Europa fronteriza diera con unos códigos absolutamente vitalistas, contemporáneos y a la vez respetuosos con el sonido que impusieron Robert Johnson o B.B. King.
moa moa – I Do, Florence
Muchas de las herramientas que ha pillado la nueva psicodelia han ayudado a pergeñar un registro en el que ya no es (tan) necesario mirar a Iron Butterfly o aquel sonido de la lisergia ácida del Verano del Amor y sus resacas. Así lo creen los británicos moa moa, que por momentos suenan a banda oriental, en otros al Revolver de The Beatles, en otros a un mix de forcé y afrancesado entre Tame Impala y Altin Gün, como demuestra este hitazo.
Ephraim Bugumba – Sunflower Gardens
Icono del afro-indie y partiendo a la vez de la sonoridad de un soul melódico como de una profunda tradición a los ritmos y armonías de la música africana, Ephraim Bugamba suena como una especie de Sen Senra afroamericano. Una fragilidad empoderadora la de las canciones de un Bugamba que suena en un horizonte en donde el neosoul, el bedroom pop y la radiofórmula se funden desde el africanismo más melódico.
Moneo & Sherry Fino - Diáspora
El apellido de José A. Moneo ya nos da la suficiente información como para saber que estamos ante algo grande. El jerezano, proveniente de una de las familias fundamentales del flamenco internacional, ha mamado flamenco desde la cuna, pero también un espíritu renovador indeleble, como demostraron sus colaboraciones con artistas como Dellafuente, Lola Indigo, Space Surimi o Maka, entre otros. En su debut en solitario junto a Sherry Fino marca un horizonte nuevo para el flamenco, donde tanto el rock andaluz como la diáspora flamenca más performática se dan la mano.
Vigüela – Arsa y Olá
Voz, madera y piel; jota, fandango y seguidilla. El sonido de Castilla en carne viva resuena en canciones como esta Arsa y Olá, en donde las voces, la zambomba, la botella de anís del mono y los utensilios de cocina son suficientes como para que el folclore de la España vaciada suene a absoluta vanguardia punk arrolladora. Un proyecto que ha paseado por medio mundo y que ayuda a revitalizar el folclore estatal.
Florence Adooni – Mam Pe’ela Su’ure
Más allá de ser una de las caras más populares de la música ghanesa (forma parte de conocidos proyectos como Sounds of Joy o Philophon), Florence Adooni es considerada “la reina del frafra-góspel”, una contracción de géneros en donde la tradición de la música espiritual ghanesa y la afroamericana se funden en uno solo. Así resuena en este temazo que también la acerca a un soul al mejor estilo Motown.
Yalnayak - Binboğa
De Anatolia al espacio. Ese es el recorrido que los turcos Yalnayak quieren imponer a través de una música en donde los ecos disco-funk parecen orbitar zonas inexploradas para la música cósmica. Un sonido en el que la cultura rock y la tradición turca nos elevan hacia espacios por descubrir… y por bailar.
Los 300 & Macaco & JJ Machuca - Survivors
Reyes de un swing latino que bebe tanto del jazz-funk como de los ritmos afrocaribeños, los granadinos Los 300 son una especie de satélite afrolatino en el corazón de la Andalucía más mestiza. Miembros también de conocidos proyectos como Eskorzo, el trío lleva prodigando su sonido polifónico y poliédrico por cada uno de sus poros; y con esta colaboración con el barcelonés Macaco consiguen acercarse a la madre tierra desde el baile más espásticamente eléctrico.
Daniel sun Krief - כֶּסֶף
No miréis hacia Jamaica o en algún hijo, nieto o bisnieto de la familia Marley para identificar a la nueva reina del reggae. Mirad hacia Israel, que de allí es Daniel sun Krief, que marca un horizonte sonoro en el que el dub y el reggae se acercan al hip-hop, a la electrónica y hasta al asro, folclore israelí. Pero si encima firma una melodía tan adictiva y pegadiza como la de su nuevo hit, quizá estemos ante la nueva M.I.A. y aún no lo sabíamos.
Tunkuy & King Edi K - Uxa
Chileno de nacimiento, crecido en México y residiendo en Alemania, la mirada babélica con la que le ha tocado lidiar a Iván Jaque es la que lo ha llevado a construir un edificio de la sonoridad tan singular que presenta en Tunkuy. Tan cerca del dub y el dancehall como de la música espiritual, todo lo que rodea su proyecto está lleno de significantes, resumidos en el culto y la pleitesía que rinde a sus orígenes indígenas, y a códigos de las culturas maya y mapuche.
El David Aguilar – Casa Dulce
Tras unas excursiones por el sonido de banda, uno de los cantautores mexicanos más prolíficos de los últimos tres lustros ha decidido regresar a los orígenes de su registro, cuando apenas se acompañaba de su guitarra acústica y su voz. En un tono minimalista que nos lleva al sonido de la trova cubana de Silvio Rodríguez, pero también a la frontalidad y la crudeza de compañeros generacionales como Augusto Bracho o Silvana Estrada, el nuevo material del sinaloense es una delicia que huele a madera y nos lleva a la paz y el amor más universal.
Juárez – Duerme Entre Tú y Yo
Si bien ha ido habiendo muchas cosas, por repetición y cansancio, que fueron separando al respetable de proyectos que parten de una base de indie-rock surfera y psicodélica, en ocasiones surgen maravillas ante las que uno solo se puede rendir. Es el caso de los pamploneses Juárez, que proyectan un horizonte multicolor en su cuarto y mejor disco, que nos lleva al sonido de unos años ’70 con excursiones a algunas décadas por vivir, y donde canciones como la lisérgica y líquida Duerme Entre Tú y Yo destaca especialmente.
Fanfara Station – Yemure Muladdiwen
Apenas son tres, pero suenan a tropecientos. Quizá sea porque está compuesto el proyecto por un tunecino, un estadounidense y un italiano, y porque el sonido a brass band (o banda de vientos) nos lleva de un lado a otro por una fanfarria orientalmente europea, pero también con voces procedentes del norte africano que da esa mirada globalista (que no globalizadora) y apátrida.