© Larisa López

Playlist

1. Toques del Río - Pa' que te Sosiegues
00:00:16
2. DJ Jigüe - Como la Yema del Huevo (ft. Ronita)
00:04:15
3. La Banda Morisca - En Toito te Encuentro
00:07:49
4. Henry Cole & Villa Locura - El Diablo (ft. Tito Allen)
00:11:54
5. Lolo Lovina - Gypsy Love Machine
00:17:12
6. Síntesis – Oduddua
00:20:10
7. Swing Original Monks – Caminito
00:24:44
8. Interactivo – Café
00:28:16
9. Cimafunk – Alabao
00:32:03
10. Haydée Milanés - Ya se va Aquella Edad (ft. Pablo Milanés)
00:35:34
11. David Blanco - Falsa Verdad (ft. Renacer)
00:39:09
12. Marinah - Mil Caballos Salvajes (ft. Kumar)
00:43:12
13. Gato Preto – Televisão
00:48:58
14. Orishas - Cuba Isla Bella
00:53:17

Tengo el placer culpable de reproducir toda mi biblioteca de música en un aleatorio infinito. La costumbre me viene de los días de mi primer reproductor -un flamante iPod mini de primera generación, regalo de mi hermana–, de cuando no tenía computadora y cargaba con 1.000 canciones a todas partes como amuleto para todos los males. El adolescente que era entonces conocía pocas satisfacciones como la de presionar el shuffle y dejarse llevar por una corriente en la que nunca había dos viajes iguales.

El Festival Havana World Music – Black Tears (HWM-BT) me recuerda mis días de iPod mini; se me antoja como una experiencia en vivo similar al acto de dar play a las canciones sin tener la menor idea de que es lo próximo que vendrá. Los buenos culpables son los organizadores del HWM-BT, un grupo de soñadores empeñados en que Cuba puede y debe ser una plaza para las músicas del mundo, esas que fuera de los festivales de este tipo apenas tienen un pequeño y exótico margen de visibilidad en los predios de la industria cultural.

© Darío Gabriel Sánchez

Después de una inolvidable primera edición en el Estadio Universitario José Antonio Echeverría, el HWM-BT ha terminado encontrando cobijo en el Parque Metropolitano, un sitio tranquilo que la mayor parte del año es el destino de familias con pequeños y grupos de adolescentes que pasan el día entre vegetación espesa, aparatos recreativos y paseos en botes por las turbias aguas del capitalino río Almendares.

Cada marzo, los bajos del puente que divide los municipios Plaza de la Revolución y Playa se transforman en un vórtice cultural en el que todas las músicas son bienvenidas. Este año, en el apretado espacio de tres jornadas, el cartel de HWM hizo confluir –entre muchas otras propuestas– una superbanda de rock en representación de un sello de gestión colectivo, una cantante de voz frágil y acurrucable, una banda australiana de raíces romaní, unos timberos disfrazados de virtuosos y adictos al jazz y al rock, unos afroeuropeos defensores del más rabioso y contemporáneo afrobeat, la voz de una banda que marcó la manera de hacer el pop flamenco en España y la reunión del trío más internacional de la música cubana desde Matamoros.

La dinámica general fue la siguiente: a las tardes en la que turistas montados en remozados descapotables de los años cincuenta se topaban con los ensayos y pruebas de sonido, le siguieron los tempranos conciertos a los que casi nadie llegaba. Luego iba creciendo de manera imperceptible la asistencia de público hasta alcanzar clímax nocturno, ya cerca de la medianoche.

© Darío Gabriel Sánchez

De los potentes y variados conciertos, me quedo con el sonido inconfundiblemente afrocaribeño de los puertorriqueños Henry Coley & Villa Locura; con la alegría percutiva y revitalizadora de Gato Preto; con el (me cuentan) Interactivo reenchufado que recordó sus mejores momentos; con los cantos vibrantes de Síntesis, siempre cómplices de quien los escucha; con la energía electrónica y folclórica de la banda multinacional Swing Original Monks. Con cada edición HWM-BT se confirma como el portal dimensional a los mundos que por desgracia a los cubanos –libres de Spotify y circuitos de giras internacionales– nos quedan demasiado lejos la mayoría del año.

La nota agridulce estuvo a cargo de Orishas. El tan anunciado y esperado concierto no cabe dudas que reventó el espacio en términos de convocatoria, pero más allá de rascarle la panza a nuestra memoria sentimental, y de sus intentos deslumbrarnos con espejitos disfrazados de renovación musical, fue una versión descafeinada de la agrupación que fueron, un revival al mejor estilo de las viejas y creativamente agotadas bandas de rock que a cada rato hacen sonados retornos.

Orishas, además, fue la causa de la nota más discordante del festival, ya que, por la complejidad técnica de su concierto, se alargaron las pruebas de sonido, lo que alteró la programación del festival. Como consecuencia se canceló el concierto de Cimafunk, una de las bandas más prometedoras y cautivantes de la emergente escena musical cubana. Ganadores del primer premio del concurso Primera Base, Cimafunk grabó tres temas en estudio junto al avezado productor inglés Will Horrocks, pero no pudo disfrutar, como los otros dos ganadores del concurso, de la tremenda oportunidad de mostrar su explosivo show en frente de los miles de personas que se acercaron hasta el Parque Metropolitano.

El tiempo dirá si complacer al famoso trío fue una buena decisión, pero un festival se compone por las sinergias colectivas, no por las megalomanías de algunas cabezas de cartel. Por lo pronto Havana World Music perdió la oportunidad de ser la plataforma de exposición a un gran público de uno de los artistas con más futuro en la música cubana apostando por un revival de dudoso éxito.

En un país sin cultura de festivales continuos al aire libre y con un público tan orgulloso de su tradición musical, va a tomar un tiempo antes que las personas adopten costumbres de festival. HWM es una apuesta a largo plazo; crear un público no es tarea de tres días, ni de tres años. Los organizadores deben seguir pujando por atraer a artistas populares de la escena alternativa actual, y necesita establecer alianzas con medios de comunicación y espacios de conciertos que promuevan a lo largo del año este tipo de músicas. Darle forma a un festival toma tiempo, paciencia, esfuerzo y dinero; esperemos que los organizadores de HWM-BT sigan su ruta y no dejen caer tan colosal propuesta. Un festival que es capaz de hacernos viajar de la languidez de las canciones de Haydée Milanés a la hiperquinesia de Gato Preto merece todos los aplausos posibles.

 

Rafa G. Escalona: Lector, melómano y periodista, en ese orden. Desde 2015 forma parte de 4C Producciones, un colectivo independiente dedicado a la gestión y capacitación en el sector de la cultura. Ha tenido blogs, columnas en medios de comunicación, podcasts, y proyectos varios, casi siempre relacionados con la música, pero todo se estanca en algún punto porque, como Lichtengberg, la procrastinación es su signo. Está embarazado de una revista musical cubana.

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