Estrellas del Caribe (foto: Alejandra Moreno).

San Basilio siempre ha sido tierra musical y también tierra de notables personajes. De allí es el actor Evaristo Márquez que actuó con Marlon Brando y de allí son los boxeadores Prudencio y Ricardo Cardona y sobre todo el ex campeón mundial Antonio Cervantes “Kid Pambelé”. Pero de allí también son los grandes luthiers de la percusión colombiana, fabricantes de tambores en todas sus formas.

Cuenta Leonel Torres, fundador del grupo Estrellas del Caribe (no confundir con la orquesta del trompetista de Curaçao Edgar Supriano), que él proviene de una familia de músicos, que lo llevaba en la sangre, y que por eso, un día, quiso tener su propia banda musical como tantas otras que había. En una entrevista para la web La Vox Populi, contaba que en el año 1968 en la calle de Palenque se me dio por invitar a amigos con los que tocábamos en unos tanques de agua. Fuimos a un árbol a un terreno ajeno, mochamos el árbol y sacamos los troncos para hacer bongó, conga, tambora y bombo. Yo tocaba tambor y cantaba.

Franklin Tejedor, actual director musical, precisa aún más esta historia en la revista Shock: Después de que Pambelé se coronara campeón mundial (1972) y llegara la luz a San Basilio empezaron a arribar allí los picós y con ellos los vinilos con mucha música africana. Leonel era en esa época DJ de uno de los picós. Empezó a escuchar todos esos sonidos que le impactaron tremendamente. Convocó a sus amigos y lo que hicieron tras su reunión fue ir al campo por madera, hacer unos tambores y arrancar a tocar esa música, pero poniendo las letras en lengua palenquera, porque como era lógico no entendían lo que decían las canciones originales que venían de venían de Mali o de Angola.

San Basilio es una tierra musical, sin duda. Estrellas del Caribe conforma junto al Sexteto Tabalá, Son Palenque y Los Hijos de Benkos, entre otros, un panorama que ha mantenido contra todas las adversidades una tradición sonora que viene desde tiempos remotos. En San Basilio tuvieron vida ritmos ancestrales como el bullerengue (baile de fiesta) o el lumbalú (canto de muertos), al igual que la música de sexteto, que fue la adaptación del son cubano en esa tierra.

Leonel Torres recuerda que con sus amigos, para dar un paso más allá de la percusión, compraron una violina o dulzaina y se dedicaron a interpretar paseos vallenatos y charangas campesinas, tal y como lo hacían Alejo Durán o Aníbal Velásquez. Torres y sus amigos querían hacer música bailable, por lo que empezaron a hacer salsa, la música de moda en los años 70. Todavía la canto, confiesa con humildad, al igual que la música jíbara de Puerto Rico.

Pero no fue fácil para el grupo salir de su entorno natural y mucho menos conquistar la región. Tardaron un tiempo en hacer sus primeras giras por la costa atlántica colombiana: Santa Marta, Barranquilla y Cartagena de Indias, pero gracias a estas fueron conociendo a otros músicos y el grupo se fue ampliando.

El primer paso para su consolidación como Estrellas del Caribe se dio cuando los vio el productor barranquillero Felix Butron, dueño de Felito Records. Él los invitó a participar en un disco recopilatorio de música champeta a mediados de los años 80 con temas como El Yoyo, Sambingo y Kunchuzo.

Luego vino Lucas Silva, el productor de Palenque Records, y uno de los investigadores que más empeño le han puesto a popularizar la música de esta región. Gracias a él y a César Salazar grabaron algunas canciones en 1999, y su nombre llegó al resto de Colombia y a otras latitudes, y en gran medida, gracias a Silva, el grupo de Torres se confirmó en el mundo de la terapia criolla y la música picotera. “Y así me fui destacando”, confiesa Torres. Más tarde aparecieron Santiago Posada y Simón Mejía (Bomba Estéreo) para incluirlos en la notable producción de Soul Jazz Records & Films Jede Ri Palenge, People of Palenque en 2007.

Pero Las Estrellas no sólo se quedaron con esta música, sino que desde finales de los años 80 empezaron a hacer mezclas con sonidos antillanos de origen centroafricano como el soukous o el highlife. Y allí es cuando entra el percusionista y productor Franklin Tejedor (Mitú), quien siendo muy joven los invitó a Bogotá para grabar el disco que les dio la fama en 2015: Estrellas del Caribe, champeta criolla de San Basilio de Palenque, su primer álbum propio.

El disco fue grabado por Changó Records, pero la producción la hizo Eco Emprendedores Creativos con Andrea y Juan Aragón más Alejandro Calderón. Y apareció la fama para Leonel, Rosalío, Diógenes y Plinio Salgado. En 2023 realizaron su primer concierto internacional en Berlin, en Haus der Kulturen der Welt (HKW).

Tejedor se había enamorado del proyecto desde mucho tiempo atrás y acabaría convertido en el director musical de la agrupación. Lo unía ese amor, pero también su etnia, “la historia nuestra, caballero”, como diría Joe Arroyo. Porque Tejedor es de la población descendiente del fundador de San Basilio y es hijo de un legendario percusionista de San Basilio de Palenque conocido como Lámpara. Cuando yo era pequeño empecé a escucharlos, dice.

DE SAN BASILIO A PORTOBELO

Aclaremos entonces. San Basilio de Palenque es uno de los primeros pueblos de esclavos libres del continente americano. La esclavitud comenzó en la época colonial en 1640 y desde sus primeros días tuvo fugas que se combatieron a sangre y fuego. Pero quienes consiguieron huir se asentaron en sitios de difícil acceso sobre la costa del Mar Caribe. Se dice que siete años después de la fundación de Cartagena de Indias (1533) 13 esclavos liderados por Benkos Biohó, un hombre capturado en el Reino de Gabú (hoy Guinea-Bisáu), huyeron para fundar el primer palenque cerca del Canal del Dique en la Costa norte de Colombia. De allí viene toda esta historia que ha marcado la relación de América con África y la cultura negra en el Caribe continental

El término palenque se define como aquel lugar poblado por cimarrones o esclavizados africanos fugados del régimen esclavista durante el período colonial. En el caso de San Basilio, cuyo nombre se debe al sincretismo religioso, fue legalizado en 1714, pero sólo pudo tener derechos hasta mayo de 1851 cuando se decretó la abolición de la esclavitud en Colombia.

Para Gladys Palmera ha sido muy importante la visita que Estrellas del Caribe realizó a la sede de la colección en San Lorenzo del Escorial a comienzos de abril. Entre los compromisos que tiene Fundación Gladys Palmera está velar por la buena salud de La Escuelita del Ritmo, la obra social de esta casa y eso hace que haya una afinidad natural con la patria chica de esta banda.

Desde Belice hasta Surinam, hay un largo hilo de refugios, palenques o quilimbos conformados por descendientes directos de los esclavos, y entre estos están Barlovento en Venezuela, San Basilio de Palenque en Colombia y Portobelo en Panamá, donde está La Escuelita del Ritmo.

Y nadie quiere que esta relación se acabe aquí. Por eso estamos trabajando en la producción del segundo álbum de la banda con Polen Records, la casa bogotana de Felipe Álvarez. Por su parte ellos anuncian colaboraciones con varios artistas, entre los cuales está Baiuca (Alejandro Guillán Castaño), el exitoso músico gallego. Es una forma de ampliar su sonoridad y sus contactos, algo que la banda ha venido haciendo desde sus inicios.

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