Los Corraleros son eternos
Un repaso por la historia de Los Corraleros de Majagual, el más grande taller de música tropical en Colombia.
En su trayectoria, extendida por más de 50 años, han pasado figuras destacables de la música colombiana como Eliseo Herrera, Enrique Bonfante, Julio Erazo, Calixto Ochoa, Alfredo Gutiérrez, FRUKO, Lucho Argaín o Lisandro Meza.
En 1961 llegaron a las oficinas de Discos Fuentes en Medellín, atraídos por el movimiento musical de la ciudad, Calixto Ochoa, su alumno Alfredo Gutiérrez, y Daniel Montes. Presentaron su proyecto de música folclórica de contexto rural, cuya base estaba en el acordeón y la guacharaca. A Antonio Fuentes, director de la casa discográfica, le interesó de inmediato, así que les propuso grabar algunas canciones mientras él decidía qué carácter darle al proyecto. Recordó entonces un grupo similar muy antiguo que se llamaba Los Corraleros de Astillón, provenientes de Majagual, así que, aunque ninguno de los integrantes era de aquel barrio de Sincelejo, los bautizó como Los Corraleros de Majagual.
Su enfoque, además, iba a ser la música de corraleja, típica de fiestas patronales de las regiones de Sucre y Córdoba en Colombia, en la que se evocarían los llamados carnavales sabaneros de la costa norte. Bajo este concepto, integraron el guitarrón mejicano y la conga. Al principio fue un grupo de grabación que alimentaba tanto de composiciones como de interpretaciones a otros grupos del sello. Aparecieron en el disco 14 Cañonazos Bailables de 1962 y de inmediato se convirtieron en éxito nacional. En aquel momento el objetivo comercial de la disquera estaba sobre todo enfocado en los grupos tropicales juveniles y el sonido de Los Corraleros evocaba quizás demasiado a los repertorios de los años 50, con lo cual el proyecto no encontró suficiente respaldo promocional.
Tendrán que esperar al año 1965 para que, a partir de la directriz de Antonio Fuentes, Los Corraleros, se asuman como la grana apuesta comercial de la disquera. El objetivo para relanzar el proyecto fue competir con las orquestas venezolanas (Billo’s Caracas Boys y Los Melódicos, principalmente), que para entonces invadían las ciudades colombianas. Se trataba de encontrarle un concepto lo suficientemente colombiano para distanciarse del estándar sonoro de orquesta tropical, pero que pudiera insertarse en el derrotero del consumo dominante. Y es allí cuando aparece la propuesta de Julio Ernesto Estrada Fruko, quien ya daba sus pinitos como integrante de la agrupación, de cambiar la caja vallenata por el timbal con un toque menos sincopado e insertar el bajo eléctrico que diera modernidad a la atmósfera atávica del resto de instrumentos. Bajo este presupuesto componen La Burrita, canción que se convirtió en éxito absoluto de manera instantánea. La estrategia de Fruko conectó perfectamente con el público de la época, el cual estaba acostumbrado a la organología de las agrupaciones juveniles, y diseñó un ritmo intermedio entre el golpeteo del güiro, tan recurrido en las orquestas tropicales (que a la postre serían conocidas bajo el epíteto de chucu-chucu), el pulso rítmico sabanero del inicio de Los Corraleros y cierta sonoridad venezolana sostenida en el uso de los bajos y la conga.
El fenómeno comercial creció exponencialmente y llegó hasta México, influyendo definitivamente en la configuración de la cumbia que puede denominarse “norteña” y cuya decantación más radical fabricó una suerte de “nueva Colombia” miniatura en Monterrey. El éxito de Los Corraleros permitió que casi todos los integrantes enfocaran sus carreras musicales a nivel individual, lo que terminó truncando la continuidad del proyecto. Luego, tanto Alfredo Gutiérrez como Lisandro Meza, se insertaron en el mercado musical con propuestas que iban desde el vallenato hasta el chucu-chucu con total naturalidad, conservando de manera emblemática el acordeón (como instrumento indefectiblemente colombiano) y un uso virtuoso del bajo eléctrico. A través de esto es que podemos reinsertar las tradiciones grabadas en los años 50, tan indispensables en el desarrollo de la cumbia y el vallenato. Para finales de los años 70 se intentó de nuevo rearmar el grupo, para grabar algunas piezas con la presencia determinante de Armando Hernández.