Nat “The King” Cole
El pianista de jazz que cantaba boleros. Una reflexión sobre el mito romántico y la leyenda de Nat King Cole.
Así como los grandes especialistas del jazz se han mostrado reticentes a aceptar los intérpretes latinos de este género, los especialistas del bolero nunca han visto con buenos ojos la presencia de Nat King Cole. Pero no es nada nuevo. Cole ha sido fuente de polémica en vida y luego de su muerte. Lo han censurado por negro, por estadounidense, por hacer un jazz light, por tocar eso que llaman piano-cóctel, por cantar boleros y, sobre todo, por hacer tan populares esos boleros.
Los conflictos de Nathaniel Adams Coles con el mundo comenzaron en casa. Su padre era predicador y lo obligaba a tocar el órgano en la iglesia. A Nat, sin embargo, le gustaba más el swing y el sonido de las big bands. Es más, le encantaba la radio y el mundo del espectáculo, dos mundos demasiado pecaminosos para su papá. Así que antes de ser mayor, se fue de casa a probar fortuna. Tenía una linda voz, pero sobre todo tocaba el piano maravillosamente.
En las grandes ciudades que recorrió, amenizaba pequeños bares interpretando temas conocidos del sonido Broadway, hasta que alguien le propuso que se hiciera acompañar por un bajista y un guitarrista. Así nació el Nat Cole Trío, una formación que innovó la música de su época, pues los grupos de pequeño formato parecían perdidos en el inmenso universo de las grandes bandas.
La perfecta sincronización que alcanzó el trío a finales de los años treinta se debió, sobre todo, a los incesantes ensayos y a su deseo de triunfar. Su éxito se disparó a comienzos de los cuarentas con la participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Mantener las grandes bandas era complicado porque la mayoría de los músicos fueron llamados a filas. Los costos se dispararon, y esos pequeños grupos como el trío de Cole se hicieron un hueco en un tiempo de nostalgia, angustia e incertidumbre.
El paso hacia la radio fue inevitable. Lo contrató la NBC para sus shows nocturnos y la voz de Nat empezó hacer estragos entre las damas. Sweet Lorraine despertó más de un suspiro, y las revistas Metronome y Down Beat lo eligieron como mejor pianista de 1946 y mejor grupo de aquel mismo año. Así fue que apareció el segundo gran conflicto de su vida: el de su color de piel.
Corría el año de 1949 y el productor Lou Snader lo contrató para que amenizara un llamativo proyecto: hacer música en directo en televisión. Cole, para hacer su show más atractivo, llamó al bongocero Jack Costanzo, que había triunfado con la banda de Stan Kenton. El ahora cuarteto lo integraban Cole al piano, Costanzo al bongó, Joe Comfort al bajo e Irving Ashby a la guitarra. Éxito total, pero surgió un problema. La censura no vio con buenos ojos que un músico negro apareciera en los hogares estadounidenses. Duró poco tiempo en antena.
No fue su único problema racial. Por una serie de circunstancias penosas, le negaron la entrada al Hotel Tamanaco de Caracas, a pesar de estar registrado y contratado para cantar allí. Se le confundió con un caraqueño cualquiera y lo echaron. Poco tiempo después el hotel, que pertenecía a una cadena estadounidense, subsanó el error permitiendo la presencia de Louis Armstrong en sus habitaciones.
La presencia de Costanzo le permitió a Cole tomar contacto con la música latina, por lo que a comienzos de los cincuentas visitó La Habana y esas visitas se hicieron frecuentes. Cole y su cuarteto tocaban en el Hotel Nacional y se codeaban con los mejores músicos de la ciudad. Así surgió la idea de grabar boleros, cosa que, sin embargo, sólo vino a realizar en 1958 y tras estudiar varias noches las letras en castellano.
Resultó imposible que Nat Cole, ya llamado King, cantara con fluidez y sin acento, de manera que lo dejaron así. Y vaya si fue un éxito. Noche de Ronda, Solamente Una Vez, Quizás, Quizás, Quizás, Tuyo es mi Corazón y especialmente Cachito y Ansiedad le dieron la vuelta al mundo y se escucharon más que cualquier otra versión. Se vendieron en los mercados negros de Unión Soviética y China, se hicieron miles de copias en Japón, y revitalizaron el bolero en España y el cono sur.
Hubo un antes y un después de los boleros de Nat King Cole, porque estos representaron una contraposición de culturas y una manera de hacer universal algo tan latino y tan íntimo. Puede que en Nat King Cole no se encuentre el estilo fino de Leo Marini, ni el estilo brutal de Daniel Santos, pero creó el suyo propio con su acento inevitable en inglés. Gracias a su trabajo, los músicos de todas las latitudes le perdieron el miedo a cantar boleros.