Meme Solís: Piano-man desde el vinilo
Colección Gladys Palmera rinde homenaje a Meme Solís en sus 60 años de carrera artística.
Más de lo que imaginamos, Meme Solís está arraigado en el sonido y la memoria de una generación de cubanos. Esa memoria pasa por una concepción y una estética muy suyas del performance; por la fina intuición para crear magia en las armonías vocales; por la pasión que Meme ha dedicado siempre a la comunicación desde lo íntimo. También, con la misma fuerza, se recuerdan y recrean sus canciones, las que compuso desde su piano, y que cantaron él y los mejores intérpretes de su tiempo. Primero le conocimos al frente de un cuarteto que hizo época y marcó un estilo que aún hoy es referente y tiene continuadores: el Cuarteto de Meme Solís, o Los Meme, que en lo armónico, es deudor de los cuartetos vocales estadounidenses de los años 50.
Sin embargo, José Manuel Solís y Fernández fue y es, primero que todo, y con muchos méritos, un piano-man siempre en estado de creación, en cuya obra se identifican momentos que lo unen al crooner Sinatra o a aquel Nat King Cole que con su piano hizo los mejores temas vocales del jazz de finales de los años 40. Frente al piano y en íntima comunión con él, es donde comienza el universo Meme Solís.
EL PIANO
El piano le ha permitido siempre la mayor inspiración como autor y también la mayor creatividad en uno de los roles más complicados: el de acompañar a un cantante. Pero en ambos casos, junto al dominio total del instrumento como elemento de comunicación, Meme preserva a toda costa su yo más íntimo, su ser él mismo, lo que, sin dudas, es justo un valor añadido para ese cantante a quien le ofrece mucho más que un simple acompañamiento, o para nosotros -el público asombrado- que recibimos la maravilla de las canciones que Meme compone y entrega a otras voces, a la suya y a las de su cuarteto.
El piano fue su debut, el acto iniciático que lo vinculó para siempre a Olga Guillot casi terminando la década de los 50, cuando en la ciudad de Santa Clara, la diva debió aceptar que un joven pianista reemplazara a la gran orquesta que ella había imaginado le respaldaría en su actuación en el teatro Cloris. Yo me sé todas sus canciones fue lo único que aquel muchachito de apenas dieciséis años, rubio y perplejo, pudo decir, aunque sus ojos azules, lo que demostraban era una decisión tremenda ante aquel sorpresivo ahora o nunca. La inicial contrariedad cedió paso al asombro y complacencia en la Guillot, quien ya desde entonces, intentaría siempre estar lo más cerca posible del piano de Meme Solís.
Después de la Guillot, no se detuvo: en cabarets, espectáculos, night-clubs, radio, televisión, Meme iba cada vez más adquiriendo fama como pianista al acompañar a Fernando Albuerne, Las D’Aida, Esther Borja, las Hermanas Lago, Xiomara Alfaro, el dúo Las Capellas, Alba Marina, Rosita Fornés, Reneé Barrios…
El piano lo unió a varias de las mejores y más temperamentales voces femeninas cubanas y de eso, el disco de vinilo es huella y fe: después de Olga, vino Elena Burke, con la que formó un binomio que hoy todavía se recuerda. Lo mismo en el Club 21, que en el bar Seven Eleven del hotel Habana Hilton, Elena y Meme gestaron una legión de devotos que ya no les abandonaría. Fue tal el éxito que los hermanos Álvarez Guedes -diligentes productores- no dejaron pasar la oportunidad y decidieron que su sello Gema grabara en noviembre de 1959 el LP de Elena La Burque canta, recreando aquella atmósfera donde solo imperaban el silencio, su voz y el piano. Meme se encarga también de la selección de las canciones a incluir y diseña un formato mínimo de respaldo que no pudo ser mejor: además de su piano, la excelente guitarra eléctrica de Pablo Cano; Guillermo Barreto en la batería, Ángel Ortiz, Semilla, en la tumbadora y Orlando Hernández, Papito, en el contrabajo. Meme participa en la producción, de la que resulta unos de los más importantes y mejores trabajos de la discografía de la Burke. Elena canta aquí tres boleros de Solís, de su temprana producción autoral: Para seguirte adorando, Qué infelicidad y Es una verdad quererte.
Como también ocurrirá después en Como pude, en Ese Hastío y en la mayoría de los boleros de Meme grabados en los tempranos 60, en ellos se aprecia su cercanía al feeling; son temas de tal solidez en texto y música que una añora siempre que esa vocación filinera de Meme hubiese sido aún más duradera. Qué infelicidad sería el más cantado de estos boleros: Moraima Secada, Ana Margarita Martínez Casado, y hasta Pablo Milanés casi cuarenta años después, en cuya versión se siente aún más la cercanía de este tema al estilo de los compositores de la llamada segunda generación del feeling.
La comunión creativa entre Meme y Elena fue total, y excedió los límites del disco o el escenario de un night-club: por mucho tiempo y comenzando en 1962 ambos centraron el programa radial A Solas Contigo, de Radio Progreso, que reproducía para todos el ambiente de magia que ambos creaban en las noches habaneras. Sumaban al guitarrista Froilán Amézaga, el más conocido de los que acompañaron a la Burke y devino un acto de complicidad entre amigos a los que Elena y Meme podían estrenar una obra, recordarle una canción de evocación nostálgica o versionar un tema de moda, de aquellos que nos llegaban con los filmes de la nouvelle vague francesa y la renovada canción italiana.
Luego sería Moraima Secada -que salía del Cuarteto D’Aida- como voz femenina del Cuarteto de Meme Solís en la formación con que fuera creado en abril de 1960. En el único disco LP que grabaran, Moraima hace su versión del bolero Qué infelicidad, ahora con respaldo orquestal, y por supuesto, el piano de Meme y las voces de Horacio Riquelme, Ernesto Marín y el propio Solís. Ya durante su carrera en solitario, La Mora grabaría La verdad que te di y también Qué infelicidad en otro arreglo.
No hubo en los años 60 cantante que se preciara de ser moderno, que no valorara la labor de Meme como autor, y cantara o grabara algunos de sus temas: Fernando Álvarez (Cómo pude); Omara Portuondo (Te dije quédate (co-autora: Olga Navarro), Tú la felicidad); Gina León (En la distancia); Georgia Gálvez (Vida, si pudieras; Otro amanecer); Oscar Martin (Algo extraño); Doris de la Torre (Para qué ilusionarme), Doris D’Goya (Cuando pasa el amor y Lloraré detrás de un río); Elena Burke le grabaría además Como sea (co-autor: Chucho Herrera), Ese hastío. Samuel Téllez con su combo, Pucho Escalante y su noneto con Rubén González al piano; y Eddy Gaytán grabaron sus respectivas versiones instrumentales de Cuando tú me miras, Qué infelicidad y Otro amanecer.
EL CUARTETO
Pero sin dudas, el más notable intérprete de las obras de Meme ha sido él mismo con su cuarteto en las diferentes ediciones que ha tenido en Cuba y en Miami. De ellas, además del citado disco del sello Febo, Meme graba en Cuba, al menos, los LPs Son Los Meme (en dos ediciones en Cuba: Areíto LDA En otro amanecer, y LP y una en Estados Unidos por Fly Records) y Los Meme (LDA) todos publicados cerca de 1965. Aquí se aprecia su apuesta por un polémico género que ancla con éxito arrasador en Cuba desde los tempranos años 60: la balada. Influídos por las canciones que llegaban a la Isla desde los grandes festivales europeos de la canción, la creación autoral de muchos compositores cubanos estará marcada en esos años por la balada, y Meme y su cuarteto serán uno de sus grandes exponentes en Cuba. Las baladas escritas por Solís Traigo mi voz, Destino de los dos, La orquídea, Estos días de lluvia, Otro amanecer, Vida si pudieras, Fue tu bendición y muchos otros, figuran entre los grandes éxitos de Meme y su cuarteto en el momento de mayor éxito, que se sumaron a otros de autores entonces populares como Carol Quintana y Armando Larrinaga, sin renunciar al legado de feeling, como el potpurrit de canciones de José Antonio Méndez, o a hits del cancionero francés e italiano de entonces, como Sans tois o El Torrente.
Del mismo modo en que supo elegir con mucho tino a qué cantantes entregar sus canciones, hizo otro tanto con los sucesivos integrantes de su afamado cuarteto: de la formación inicial, al salir Riquelme, entra Raúl Acosta, y Martín será sustituido por Bobby Jiménez. Al salir Moraima, y a sugerencia de Bobby Jiménez, llegaría Farah María para establecer un singular sello femenino y sensual que iniciaría una época en la tradición de los cuartetos cubanos y en la imagen escénica y televisiva. Con ella, Miguel Angel Piña y Héctor Téllez quedaría formada la última versión del cuarteto en Cuba y la que alcanzaría una popularidad de ídolos. A los tres vinilos de larga duración que en total grabó Meme Solís con diferentes formaciones de su cuarteto en Cuba, se suman varios discos extended play que recogieron los temas de mayor pegada (entre ellos: EP Traigo mi voz; EP Los Meme; EPA Otro amanecer), incluídos también en varios vinilos recopilatorios, todos publicados por Areíto (Otro amanecer y La Distancia (Gina León) en LD Sorpresa musical; Traigo mi voz en LP Música de Cuba).
En medio del mayor éxito, y finalizando una década de fuertes conmociones sociales y políticas, en 1969 Meme decide disolver el cuarteto y radicarse con su familia fuera de Cuba. Su trabajo fue suprimido en los medios cubanos de difusión. Meme debió esperar más de una década, la oportunidad para viajar y cumplir su deseo. A pesar de las circunstancias, durante ese tiempo no paró de crear y componer, no dejó de armonizar voces, no se apartó de su piano, ni de su vocación cuartetera: en Los Cuatro volcó de manera anónima toda la energía de que fue capaz, dejando once temas grabados que aún hoy guarda el archivo de Areíto, donde no aparece su nombre entre los autores, pero en el que se aprecia su sello inconfundible.
Ya en Estados Unidos Meme ofrece su primer gran concierto en el Miami Dade Auditorium el 9 de julio de 1983, que antecedió a la grabación del LP Contigo contigo (Spider), disco unipersonal, con respaldo instrumental y coro femenino de tres voces -en la línea del cuarteto- y en el que interviene como compositor, intérprete, pianista, arreglista orquestal y de voces.
Al reconstruír el sonido de los años sesenta en Cuba, la discografía de Meme Solís se distingue como un momento alto y singular no solo a nivel interpretativo, sino también autoral y performático. Meme Solís, con su sello personal, hace parte del espíritu de esa irrepetible década en Cuba.
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Un magnífico artículo como todos los que publica Rosa Marqueti