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Primera parte: Los Beatles

Histeria. Los Beatles llegaron a Nueva York en medio de una histeria colectiva. Cientos de jovencitas, agolpadas en inmediaciones del Aeropuerto Internacional John F. Kennedy, chillaban y lloraban, se desmayaban y simulaban desmayos desde que la llegada del avión de los músicos fue anunciada. Era el 28 de agosto de 1964 y al cuarteto de Liverpool le esperaban 32 conciertos en 24 ciudades estadounidenses durante 34 días. Esa misma noche y la siguiente tocaron en el Forest Hill Stadium ante casi 35.000 personas, en dos show anunciados desde tiempo atrás con cinco millones de carteles distribuidos por toda la ciudad. Fue el evento de moda, del que se pensaba que hacía parte de la Feria Mundial localizada muy cerca del estadio, pero que era a todas luces otra cosa.

Sobra decir que los Beatles eran archifamosos en la ciudad. Claro, llevaban meses de promoción, con sus sencillos vendiéndose como la espuma en todas las tiendas y con el eco de sus presentaciones en el popularísimo Show de Ed Sullivan. De modo que no es de extrañar que conseguir entradas para esos conciertos fuera misión imposible para la mayoría. Tampoco, que sus canciones fuesen tarareadas, memorizadas y versionadas por músicos aficionados y profesionales, jóvenes y viejos, pobres y ricos, negros y blancos, emigrantes y neoyorquinos.

GhettoBrothers_PF_LP_BackMdAUno de esos grupos de músicos era el conformado por cuatro hermanos de origen puertorriqueño: Ray, Robert, Víctor y Benny Meléndez. Cada uno tenía una habilidad natural para la música y juntos se desenvolvían bastante bien en covers de canciones como I Want to Hold Your Hand. Arrastrados por aquella pasión formaron un grupo para tocar en colegios y plazas de barrio, The Junior Beatles; llamados así por la fama del original y por la juventud de los Meléndez.

Los Meléndez vivían en el South Bronx, a la altura de Prospect Avenue y cerca de la encrucijada con Westchester Avenue. Eso es a cuatro paradas de metro del Spanish Harlem y en una de las zonas de mayor actividad musical del mundillo latino de aquel entonces. Una generación brillante estaba a punto de partir en dos la historia de la música latina en Nueva York, pero los Meléndez buscaban hacerse un hueco en otros escenarios con su peculiar rock and roll.

Segunda parte: los boricuas

En 1963, un año antes de la formación de The Junior Beatles, una oleada de puertorriqueños aterrizaron en Nueva York. Un tsunami, en realidad, pues las cifras se cuentan por miles y según algunas estadísticas podrían haber sido 1.200.000 boricuas los que llegaron a Brooklyn, Manhattan y el Bronx en busca del American Way of Live en los siguientes siete años. Y claro, casi todos, llegaron a ganarse la vida en lo que ofrecía el sistema: labores puntuales, salarios por horas y pagos en cash, aunque pocos contratos. Una buena cantidad se iría también a Chicago y Detroit, con mejor suerte, por cierto.

Ese boom migratorio acabó por inclinar la balanza hacia la consideración del South Bronx como un territorio latino, pues hasta ese entonces convivían también otras comunidades como la irlandesa, la italiana y la alemana. Todo había comenzado a mediados de los años 40, cuando al final de la Segunda Guerra Mundial, con los veteranos otra vez en casa y con un país a punto de entrar en una nueva dinámica, el alcalde de Nueva York Fiorello Laguardia promovió la llegada de un contingente de latinoamericanos para trabajar en las industrias relacionadas con la construcción.

Ghetto-jacketPero no todo fue felicidad, como era apenas previsible. La avalancha del 63 saturó el mercado laboral y no hubo cama para tanta gente. Tras los trabajos temporales que los ilusionaron, llegó el paro, la escasez y la delincuencia. Para la administración pública los sectores más empobrecidos como Washington Heights, el East Harlem y los barrios del South Bronx, como Mott Heaven y Melrose, se convirtieron en un problema de difícil solución y los pocos recursos sociales se destinaron a otras zonas. Lo que se dice, un abandono estatal.

Devaluada la finca raíz en el sector, con muchas viviendas abandonadas por sus antiguos dueños ante el temor de la delincuencia latina o afroamericana y, para colmo, con la moda de quemar las viviendas de protección oficial para cobrar el seguro, el South Bronx se convirtió en un ghetto.

Tercera parte: las calles

La carrera de The Junior Beatles iba creciendo poco a poco y alcanzó su cenit una noche de 1964 en que fueron teloneros de Tito Puente en un concierto en el Embassy Club. Aquel salón era muy famoso desde el tiempo de la prohibición y por donde solían dejarse caer algunas de las estrellas del jazz de la época. Fue ese el momento de la inflexión para ellos: o la música o cualquier otro trabajo, porque el dinero era muy escaso en su hogar y la situación en las calles del Bronx se estaba poniendo muy dura.

Pandillas siempre hubo en Nueva York, gangs de todos los calibres y calañas que en la época dorada del Embassy Club habían dado pie a la formación de contrabandistas de licor y estos al crimen organizado conocido sencillamente como mafia. Pero quien hacía parte de la mafia ya no hacía parte de la calle, porque una cosa era dedicarse a los grandes negocios ilegales y otra muy distinta pasar la tarde en una esquina y robar alguna cartera para beber y fumar.

Y como todo en esta vida, las pandillas neoyorquinas también tuvieron su década dorada: los años 50, retratados con la estética de un ballet en la obra musical de Broadway West Side Story, escrita por Arthur Laurens y dirigida por Robert Wise y Jerome Robbins. Ellos mismos la llevaron al cine en 1961 con música del genial Leonard Bernstein. Y fue esa la primera vez, tras ver a los puertorriqueños Sharks, que el mundo supo que en Nueva York habían pandillas latinas.

Pero a pesar del drama final, era una visión idílica. La historia verdadera, salvaje y cruel de estos pandilleros asociados que llegaron a ser miles diseminados por todas partes, la encarnó Salvador Agrón, puertorriqueño de 16 años, miembro de los Mau Mau de Brooklyn, quien fue sentenciado a muerte por haber asesinado a dos chicos blancos en el sector del Midtown West de Manhattan conocido como Hell’s Kitchen. Más tarde le fue conmutada la sentencia por cadena perpetua y en prisión Agrón cursó estudios universitarios, quedando en libertad a los 20 años.

La vida de Agrón fue llevada a los escenarios de Broadway por Paul Simon en 1998 en la obra The Capeman, pues ese fue el nombre con que se conoció el notorio caso. Por su parte, la historia de los Mau Mau, se narró por primera vez en el libro del pastor David Wilkerson La Cruz y el Puñal de 1962, y en su adaptación al cine dirigida por Don Murray en 1970.

La Cruz y el Puñal la protagoniza Nicky Cruz, líder de los Mau Mau, quien más tarde (1968) escribiría una continuación/ampliación/biografía: ¡Corre! Nicky ¡Corre!. Cruz contó allí, entre muchas cosas, que el 4 de julio de 1955 más de 8.000 pandilleros llegaron a reunirse con ganas de trifulca en Coney Island (1). La trifulca no se dio, pero si se comprobó que, de unirse, las pandillas eran capaces de superar el pie de fuerza policial en muchos sectores de Nueva York.

Esa idea le dio pie al escritor Sol Yurick, quien trabajaba en Brooklyn en asuntos sociales, para redactar la base argumental de su novela The Warriors en 1965, la cual fue llevada al cine en 1979 por Walter Hill, y en donde el líder de una pandilla del Bronx arengaba a los líderes de otras diciendo: “En este momento hay 20.000 miembros veteranos, 40.000 contando los aficionados regulares, 60.000 contando los no organizados, pero dispuestos a luchar. Eso significa cuatro divisiones de un ejército. ¿Se dan cuenta de lo que significa?.. Con las mujeres seremos unos 100.000. ¿Saben lo que significa 100.000? Los policías sólo son 20.000”.

Y si estas obras literarias no eran suficiente representación de la ley de la calle que imperaba en toda la ciudad, una novela inquietante fue publicada en 1967: Down These Mean Streets (Por Estas Calles Bravas) del narrador Piri Tomás. El autor narraba en primera persona como eran las peleas de bandas en las calles aledañas al Spanish Harlem. En una de ellas, antes del enfrentamiento entre Los Dinamitas y los Jolly Rogers, dice: “Debajo del puente de la Avenida Park en la 104, Waneko y yo nos encontramos con Picao, Macho y Cuchi de los Jolly Rogers. Esta era la frontera que demarcaba los dos territorios. Aunque eran ellos puertorriqueños también, esto no tenía nada que ver; lo que importaba aquí era la lucha para conservar la reputación de ser los más bravos”.

Ghetto-pandillaEntonces, para resumir: Nicky Cruz era de los Mau Mau, Piri Tomás era de los TNT, y miles de sus contemporáneos eran miembros de los cientos de pandillas que inundaban los sectores latinos de Nueva York en los 60. Para la gran mayoría de chicos, era casi una obligación ser parte de una banda; y por eso los Meléndez tuvieron que conformar la pandilla denominada Ghetto Brothers.

Capítulo 4: la grabación

Lo primero que hicieron los Meléndez, como buena banda que era, fue abrir un club. Así se denominaba entonces a los garitos, cobertizos, garajes, cuevas y locales abandonados, algunos de ellos simples lotes baldíos, convertidos en sede de sus actividades. Los clubes eran sagrados y muchos rumores corrían acerca de lo que se hacía allí dentro. En su caso particular, en un local de la calle 162, la música imperaba por encima de los planes de guerra y delincuencia.

Por supuesto, no estaban ellos solos. A la llamada de su club acudieron sus amigos y compinches, vecinos y colegas que no estaban metidos con otras bandas. Lo curioso es que muchos eran músicos, y algunos muy buenos: el guitarrista David Silva y los percusionistas Frankie Valentín, Chiqui Concepción, Angelo García y Luis Bristo, por ejemplo. Y esos músicos ensayaban y tocaban todas las noches en su club particular, extendiendo su fama a otras latitudes de la ciudad.

Cerca de allí, Ismael Maisonave, promotor, productor y vendedor de música latina, regentaba una tienda de discos y había logrado con su socio Bobby Marín fundar el sello Salsa Records, tras independizarse de Mary Lou Records, empresa que él mismo había iniciado en 1965 y que había despuntado como una alternativa brillante en el mercado latino. Pero problemas por aquí y por allá lo hicieron irse y apostó en Salsa Records desde 1970 por las nuevas generaciones de músicos, desde los más alternativos y desconocidos como la banda local Brooklyn Sounds, hasta los más veteranos como su amigo Primitivo Santos.

Corría el invierno de 1971 cuando Maisonave escuchó hablar de los Ghetto Brothers y decidió ficharlos.

Aparte de la razón de peso para el fichaje, que era el impacto que produciría entre los chicos del Bronx esta música nacida en su propio seno, también estaba el asombro de Maisonave y Marín ante el talento natural de los hermanos Meléndez y sus amigos. Su repertorio estaba compuesto de una docena de temas que seguían un lineamiento básico: introducción pop con acordes de guitarra eléctrica y desarrollo rítmico con una base de percusión afrocubana.

Pero los hermanos para ese momento ya eran sólo tres en la música, pues Raymond había desistido de seguir tocando. Quedaban Robert, que era el guitarrista rítmico; Víctor, que era el bajista; y Benny, también conocido en el club como Benji, que era el cantante y líder natural del grupo.

Ghetto-grabacionTras los ensayos preliminares se fueron a los Fine-Tone Studios en el corazón de Manhattan y en un solo día grabaron ocho canciones bajo la dirección de Bobby Marín. La carátula se le encargó a un artista local, Ángelo Velásquez, quien cogió una foto callejera del grupo (tomada por Gary Mason) con sus chaquetas de blue-jean y cuero negro y en la que los tres hermanos están aferrados a un poste de luz, y la insertó en medio del dibujo de un salvavidas. El álbum fue titulado Power-Fuerza, tratando de reflejar el spanglish, tan propio de aquella generación.

Todas las canciones combinaban inglés y español, aunque en dos destacaba lo hispano: Mastica, Chupa y Jala, una especie de jala jala con rock de Víctor; y Viva Puerto Rico Libre, canción revolucionaria de Benji, quien para entonces ya era una especie de líder comunitario que apoyaba la candidatura de Noel Colón Martínez, del Partido Independentista Puertorriqueño a las elecciones generales de la isla que se celebrarían en noviembre de 1972.

Pero el disco fue un fiasco de ventas. Sin el apoyo radial más adecuado y circunscritos a su posibilidad de venta sólo en el Bronx y parte de Manhattan, no tuvo mucha salida. Era la octava producción del sello y sus directivos estaban moviendo un disco anterior, Salsa All Stars, con músicos consagrados en el mundo latino. La Fania All Stars era el espejo donde mirarse y el espíritu de las Estrellas Alegre todavía flotaba en el ambiente. De modo que los Ghetto Brothers tuvieron que conformarse con 500 dólares y una caja de discos como único pago.

Capítulo 5: la muerte

La situación en las calles estaba durísima cuando Maisonave y Marín acordaron grabar con los Ghetto Brothers. El club de la 162, por mucho que los Meléndez le hubiesen dado un carácter político y de ayuda social, estaba ubicado en mitad de una zona de conflicto permanente. Las pandillas solían darse cita en los parques aledaños para brutales peleas que, en el mejor de los casos, dejaban paralítico a algún chico. Las cadenas, los bates y en especial los cuchillos estaban a la orden del día para tratar de ampliar el territorio de cada banda. Y algunas de las bandas más peligrosas se unían para tal propósito. Ya repartirían entre ellas luego de la guerra.

Así llegó a oídos de Benji Meléndez que tres pandillas del barrio de Hunts Point, al este de donde se encontraba el club, se habían unido y preparaban un ataque contra los Ghetto Brothers. Las tres bandas eran los Mongoles, los Black Spades y Los Siete Inmortales, y acusaban a los Meléndez y sus compinches de favorecer a sus enemigos. La historia de siempre, mil veces repetida en todas las ciudades del orbe.

Había que detenerlos y era evidente que los Ghetto Brothers no tenían ni la intención ni la preparación de guerra para ello; de modo que nombraron un consejero de paz, Cornell Benjamin, compadre de Benji Meléndez, locuaz y calmado. Y lo enviaron a hablar con los pandilleros de Hunts Point.

-Paz, hermanos, les dijo al verlos acercarse.

Recibió por respuesta un golpe en la cabeza con un tubo de hierro. Cayó al suelo y los pandilleros corrieron hacia él. Lo rodearon pateándolo por doquier. Uno de ellos se agachó y lo apuñaló repetidamente. Murió al llegar al hospital con la cabeza abierta por los golpes.

Ghetto-tratadodepazLa policía que acudió al lugar espantó a los criminales, mientras Charlie Suárez, otro de los líderes del club de los Ghetto Brothers trataba de reunir pandilleros vecinos para buscar venganza. Lo que siguió fue una disputa interna entre Suárez y los Meléndez a ver si se iban a la guerra o no. Y por increíble que parezca, ganó la paz.

Capítulo 6: el destino

La reunión de paz entre víctimas y victimarios se realizó el 8 de diciembre de 1971 en un local conocido como Hoe Avenue Boys Club junto a una cancha de baloncesto. A esa reunión asistieron los líderes de casi todas las pandillas de la zona y, por supuesto, los jefes de guerra de las tres bandas que habían sacrificado a Cornell Benjamin. El más joven de ellos, aunque en apariencia el más grande, era un chico llamado Kevin Donovan, jefe de guerra de los Black Spades.

Un par de años más tarde, este mismo chico Donovan cambiaría su nombre por el de Afrika Bambaataa Aasim y retornaría de un largo viaje para transformar la ya enorme pandilla Black Spades en una sociedad conocida como Bronx River Organization. Su principal labor fue inculcar la necesidad de paz entre las pandillas del South Bronx, lo que consiguió en gran medida ayudado por la música que él mismo solía tocar en los bailes: el rap. Hoy en día se piensa que el tratado de paz que Bambaataa obtuvo significó el nacimiento del hip hop. En una entrevista concedida a Philip Mlynar, Benji Meléndez coincide: “Sin aquel tratado, muchos de los chicos que iniciaron el hip hop estarían muertos”.

El club de los Ghetto Brothers continuó sus actividades sociales y lúdicas. Impartieron clases de karate y defensa personal, fomentaron la pintura y la cultura del graffiti, propiciaron un servicio de guardería para las madres adolescentes, hicieron campañas contra el consumo de droga, se enfrentaron a los traficantes callejeros, organizaron colectas de alimentos y ropa, entablaron contacto con el Partido Independentista Puertorriqueño y ayudaron en la creación del Movimiento Socialista Popular de Puerto Rico. Pero sobre todo, hicieron música. Reggae, salsa, hip-hop, afro, rock and roll, disco… No importa. Hacían música.

Pero no salieron indemnes. Víctor Meléndez cayó en una espiral de delincuencia debido al consumo de drogas, y Benji, debido a su trabajo social y político, recibió una amenaza de muerte. Cuando la amenaza se extendió a su esposa por temas raciales (era de ascendencia oriental), dejó la banda y el club y se fue en busca de otros horizontes. Corría el año de 1976.

La ausencia de Benji disolvió definitivamente los Ghetto Brothers. David Silva se unió a Robert y Víctor para formar la banda de rock progresivo Nebulus, pero las recaídas en la adicción de este último dieron al traste con el proyecto.

Sin embargo, su historia se convirtió en leyenda que fue pasando de boca en boca en las calles del Bronx. Y aunque ninguno de ellos conservaba siquiera una copia del long play Power-Fuerza, sus canciones sonaban por aquí y por allá en cintas de cassette en aquellas gigantescas grabadoras a pilas que los chicos cargaban al hombro por doquiera. Los Ghetto Brothers fueron la banda sonora de una imagen icónica de las calles neoyorquinas.

Ghetto-conciertoY eso los llevó a un intento de volver a tocar. Fue en 1981 cuando aparecieron en un show denominado Street the Beat, siendo contratados en fiestas locales y actuando en televisión. Pero fue una moda pasajera y otra vez volvieron a desaparecer. Benji seguiría su rumbo como activista político y trabajador social, mientras que Víctor fallecería a finales de los 90.

Capítulo 7: el renacimiento

Convertido en una de las expresiones musicales por excelencia de la cultura afroamericana, el hip hop volvió a ser valorado al comenzar el siglo XXI. Así, en 2007 fue publicado en libro Born in the Bronx: A Visual Record of the Early Days of Hip Hop, escrito por Johan Kugelberg y fotografías de Joe Conzo, antiguo manager y mano derecha de Tito Puente. Imágenes y recuerdos de los Ghetto Brothers se vieron allí, reivindicando su papel en la consagración del fenómeno musical.

Al año siguiente, Milton Ulloa, nuevo dueño del sello Salsa Records y de Mary Lou, reeditó en CD Power-Fuerza. Fue una sorpresa para los fanáticos de la música afrocubana y de la salsa, pues realmente se trataba de uno de los productos menos conocidos de la época de oro del género. Siguiendo su ejemplo, en 2009 se reeditó por parte de Esp-Disk otro álbum de culto en el jazz latino y el latin soul, y uno de los más reverenciados por los coleccionistas, Har-You Percussion Group. Con una historia muy parecida a la de los Ghetto Brothers, Har-You había sido fruto de un programa de ayuda a la juventud de Harlem en los años 60 apoyado por el percusionista Montego Joe y el productor Dan Prothero, autor también de su brillante carátula de afropop art en 1969.

Ghetto-CDTres años después el sello de Brooklyn Truth & Soul publicó una edición de lujo de Power-Fuerza en LP, CD, mp3 y wav, con promoción en 45 rpm y desplegando todo un merchandising alrededor. Fue una de las primeras apuestas de un sello especializado en funk y groove creado en 2004 por Leon Michels y Jeff Silverman. En 2014 la dibujante Claudia Ahlering y el escritor Julian Voloj trasladaron la historia de los Ghetto Brothers al comic en la obra Ghetto Brothers: Una Leyenda del Bronx, de la editorial Sapristi.

Las pandillas juveniles siguen existiendo en la zona que frecuentaban los hermanos Meléndez, pero ya nada es igual. Sus hijos tienen una forma distinta de pensar y el primogénito de Benji se ha unido ahora a la banda. El mundo sigue necesitando cambios y las victorias son cada vez más pírricas, pero al menos la apuesta de ellos por la música en lugar de la violencia ha dado frutos.

José Arteaga.

(1) “Los días de fiesta eran ocasiones favoritas para las refriegas de las pandillas. El Día de Pascua, el Día de los Caídos y el Cuatro de Julio, la mayoría de las 285 pandillas de la ciudad se congregaban en Coney Island. Cada uno llevaba su mejor ropa y trataba de lucirse. Como resultado habían luchas viciosas y a veces fatales. Aquel día, el Cuatro de Julio, los Bishops mataron a Larry Stein, uno de nuestros muchachos. Tenía sólo 13 años y cinco de ellos lo mataron golpeándole con cadenas de bicicleta. Luego enterraron su cuerpo en la arena y pasó casi una semana antes de encontrarse su cuerpo”.

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