Música, Instagram y cuarentena
¿Qué tanto está cambiando la música en estos tiempos de Quédate En Casa?, ¿qué alternativas ofrecen los artistas? Aquí hay algunas pistas.
El mundo ya no es como lo solíamos conocer, ni nuestra vida es la misma que solíamos llevar. Luego de un par de semanas en aislamiento obligatorio en varias partes del mundo estas son algunas reflexiones que han quedado, con la música como compañía, pero también con el silencio como excusa para repensar los modelos económicos y lo que nos espera en medio de esta crisis.
Es la noche del martes 10 de marzo de 2020. El Teatro Melico Salazar de San José de Costa Rica debería estar completamente lleno, pero lo único que lo habita es la voz de un Jorge Drexler que rebota en el inmenso eco.
Fue un golpe duro y una decisión difícil de tomar, porque hacía cinco años que estábamos esperando volver a Costa Rica y los dos conciertos estaban agotados hacía mucho tiempo. En esa reunión surgió la idea de realizar el concierto en el mismo lugar y a la misma hora que lo teníamos programado, pero sin público y en streaming, para quitarnos las ganas de tocar, así como para cumplir, aunque sea de otro modo, con los que esperaban asistir esas dos noches, comentó el cantante uruguayo en la descripción de un video que tituló Concierto Sin Público, y que se convirtió quizás en el primer concierto por Instagram durante esta coyuntura y en tiempos de un virus que tan solo un día después, el 11 de marzo, fue declarado por la OMS como pandemia.
Tampoco pasó mucho tiempo para que la novedad de este concierto transmitido en redes sociales, se convirtiera en el paisaje general de Instagram, una red social en la que las transmisiones en vivo pasaron de ser una rareza que despertaba la curiosidad, a la definición de saturación visual. Y esto entendido no como algo malo, sino como la respuesta más inmediata que encontró la música para expresarse, a veces con la sensación de “quitarse las ganas” de tocar, como el caso de muchas de las bandas que iban a participar en eventos como el SXSW, los festivales Coachella, Tomorrowland, Lollapalooza, Estéreo Picnic, y sin dejar de lado festivales locales para bandas emergentes o venues con programaciones activas cada fin de semana.
Todos los sectores de la música detenidos. Todos los locales cerrados. Todas las calles vacías. Todos los públicos en casa. Afuera el silencio y adentro todos conviviendo con la ansiedad de vivir en una era de interconexión abrumadora y en un momento de contacto nulo con la realidad, con más incertidumbre que certeza sobre los días que vienen, lo que nos traen y lo que nos espera.
Ya no estabas apuntando tu celular a la tarima, porque tu celular era la tarima.
Es la noche del viernes 20 de marzo. Fito Páez está en el estudio de su casa en Buenos Aires detrás de su piano, con varias hojas regadas en la parte de arriba. Deslizo el dedo sobre la pantalla y Salt Cathedral está en un cuarto en Nueva York. Me llega un mensaje por Whatsapp, es un link con Marineros tocando en un cuarto con neones en Santiago de Chile. Pasa un rato, me llega la notificación de otra transmisión en vivo, es Danny F en su cuarto en Medellín, luego otra notificación de Pablo Trujillo en su sala en Bogotá. En los días siguientes la oferta musical que solía estar en los epicentros culturales de cualquier capital del mundo, estaba ahora en la pantalla del celular. No había que tomar un bus, hacer una fila, comprar un ticket. No había bouncers, ni sold outs. Estabas todo el tiempo al frente sin que alguien más alto te tapara la mitad del escenario. Ya no estabas apuntando tu celular a la tarima, porque tu celular era la tarima; podías caminar con el concierto en tus manos, agarrar algo de comer y volver a tu cama sin perderte un segundo, podías incluso pedir una canción y correr con la suerte de que tu artista favorito, al otro lado de la pantalla, viera tu comentario y te saludara. Nunca antes tan íntimo, pero de alguna manera nunca antes tan intrascendente.
Pasaron los días, los festivales como el Musicoterapia Live, Sesiones Para Lavarse Las Manos de El Enemigo,#Yomequedoencasafest, festivalmusicaemcasa, el Cuarentena Fest los shows de Diplo, James Blake, Quantic, Mateo Kingman, Dat García, Carla Morrison, Juanes y muchos otros de los que ni nos enteramos o que el algoritmo nunca nos mostró. Todo eso pasó y a veces ni lo sentimos. El hecho de que esté a un clic de distancia hace que sea de muy fácil acceso, pero también perder la atención y salir de esos “conciertos” es muy fácil, me decía hace unos días Juan Antonio Carulla, youtuber musical colombiano, en medio de un panel en el que conversábamos justamente sobre los conciertos en Instagram.
En muchos países apenas estamos cumpliendo el primer mes en cuarentena obligatoria y ya se vuelve necesario pensar en cómo nos vamos a adaptar a nuevas prácticas, cuál va a ser la evolución natural de estos conciertos, cómo podemos sacarle provecho a esto una vez pase el hype de las transmisiones en vivo, cuál va a ser nuestro papel como audiencia, de qué van a vivir aquellos artistas cuyo sustento dependía en gran parte de los shows en vivo.
Hay claramente cosas rescatables de estas primeras semanas y de estas nuevas interacciones en redes sociales: el acceso a la música y a los artistas de alguna manera se ha democratizado con la cercanía que ofrece un show en vivo a través de una pantalla en la intimidad de ambas partes de ese mismo show en sus casas. Los distintos festivales online con bandas emergentes han permitido hermanar escenas musicales de distintos territorios, han conectado artistas de diferentes países en un cartel y así mismo han logrado que sus audiencias se conozcan y se compartan. En algunos casos eso se ha traducido en un aumento de seguidores y en un aumento de streams en plataformas musicales, lo cual es ganancia, pero aún quedan muchas oportunidades que aprovechar.
El mundo no es en este momento como lo solíamos conocer y una vez las curvas de propagación del virus disminuyan y se supere la crisis sanitaria, también la realidad habrá cambiado. Ojalá para mejor. Este, como me decía la abogada de derechos de autor Silvana Rozo, es un momento muy interesante para los artistas pequeños y medianos que a diferencia de los artistas masivos, no tienen tantas ataduras y tienen toda la libertad de hacer cualquier cantidad de cosas, de aliarse y explotar esos canales, porque un artista grande puede que tenga las ganas pero seguramente hay intereses detrás con otras personas que quieran sacar una tajada de esto.
Es un buen momento para la sincronización.
Y estando viviendo apenas el comienzo de una situación que puede tomar varios meses. Debemos empezar a pensar en alternativas que además generen ingresos, como reproducir los videos en vivo en un canal monetizable de YouTube como lo hizo Elsa y Elmar, reversionar sus propias canciones en versiones desde casa, como lo está haciendo Residente, crear compilados con canciones que manifiesten el sentir de artistas en este periodo de aislamiento, como lo está haciendo el sello In-Correcto, pero también, como explica el ingeniero y productor musical Santiago Navas, es un buen momento para aprovechar y registrar las obras, para entender cómo funcionan las organizaciones que recaudan dinero de las obras musicales, para la sincronización. Porque en medio del encierro igual se pueden seguir produciendo animaciones o series que van a necesitar el componente musical y todo eso debe estar en orden.
Es un momento de crisis, sí, pero también es un momento necesario para replantear los modelos económicos alrededor de la música y poder diversificar las entradas económicas de los artistas para que no dependan únicamente, o en su mayoría, de los shows en vivo, sino que puedan existir en redes sociales con donaciones voluntarias, en salas privadas con shows que ofrezcan un contenido diferencial, o a través de conciertos de realidad virtual. Es un momento para que la creatividad y los avances tecnológicos estén trabajando en pro de las industrias creativas. Tenemos que ser conscientes y apuntar a eso también.
Pero sobre todo, es un momento vital para reconocer el valor del arte en nuestras vidas, porque sin esas millones de obras creadas sería aún más difícil soportar una cuarentena sin la música, la literatura, el cine; cómo sobrevivir al encierro sin eso que nos abstrae de la realidad, que nos alivia, que nos cura. Y en sintonía con eso, es también la oportunidad para que la radio comercial, que en parte es la encargada de generar audiencias masivas, en un gesto de solidaridad y empatía, valore el papel de la música local, para que las plataformas de streaming sean conscientes de la brecha que existe entre los artistas independientes y los que pertenecen a una major, para que los festivales que no les pagan a las bandas pequeñas les paguen y les paguen bien, y para que nosotros como audiencia apoyemos esos talentos que no tienen el respaldo de una multinacional. Para que al final todo esto sirva de algo y podamos enfrentar los retos como un ecosistema unido y fortalecido.
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Excelente artículo, que nos ubica en la realidad y nos permite sacar conclusiones de cómo estamos siendo afectados en todos los aspectos, y también muestra esperanza para no permite que el arte de la música se apague.