Las carátulas de Humberto Aleán
Un especialista en sonoridades tropicales, nos sumerge en el mundo del sello Machuca.
Luego de una faena épica con los anodinos Hermanos Caraballo, en 1975 Rafael Machuca y Humberto Castillo fundaron la casa discográfica colombiana Machuca. En un lustro lograron consolidar uno de los catálogos más extravagantes del circuito musical de la caribeña ciudad de Barranquilla. Entre vallenato, banda pelayera, funk cañamillero, cumbia sicodélica, afrobeat y salsa, la impronta legendaria ha sido protagonista de verbenas y las fantasías de melómanos que buscan afanosamente unos discos muy escurridizos.
Además de las temerarias licencias musicales que se dieron Humberto y Rafael, un aspecto llama poderosamente la atención: se trata de la obra gráfica de Humberto Aleán impresa en las portadas de algunas referencias del sello.
Oriundo de San Andrés de Sotavento, Córdoba, Humberto Aleán nació el 22 de enero de 1947. Muy joven viajó a Barranquilla y se inscribió en la Facultad de Artes de la Universidad del Atlántico. Entre las curiosidades de su biografía se encuentra su amistad con el pintor Alejandro Obregón, quien en 1982 lo invitó a culminar una faena monumental: el telón de boca del teatro Amira de la Rosa. Durante su juventud, el sanandresano trabajó en la agencia de publicidad Nova, lugar en el que alcanzó cierta reputación como diseñador gráfico. El rumor llegó a oídos de Rafael, quien lo abordó un día en las calles del barrio Boston: ¿Tú serías capaz de hacer una portada?, le dijo como si se tratara de un reto. La respuesta de Aleán fueron seis cubiertas que se alejan radicalmente de la postal tropical estereotipada: no hay chicas sugestivas en bikini, ni siquiera palmeras o soles radiantes. Hay, eso sí, paisajes surrealistas que insinúan un ecosistema caribeño impreciso y anormal.
Vistas en conjunto, las portadas tienen identidad y marca de autor. No son accidentales, parece que Aleán las hubiese imaginado como una serie. Varios aspectos comunes saltan a la vista: fondos irreales y sicodélicos; colores planos y detonados; rostros de los ídolos repetidos obsesivamente; figuritas de revista recortadas con brusquedad al lado de otras delineadas con sumo cuidado; la perspicaz asociación libre entre el título del disco y la entelequia gráfica; los patrones sinuosos y la minuciosa escogencia de tipografías siderales. Aunque son evidentemente artificiosos y oníricos, algo iconoclasta atraviesa estos osados collages y fotomontajes que, seguramente, fueron tramados con sabrosa ironía.
Acá están para deleitar a los ojos, esas seis vistosas portadas que Humberto Aleán diseñó entre 1975 y 1978. Los surcos de estos discos contienen curiosidades sonoras que ponemos a su disposición: una extraña cumbia millera con órgano hammond por cuenta de Ramiro Beltrán y Fernando Rosales, el vertiginoso clarinete del proverbial Alfonso Piña y Vuela Pajarito, una de las pocas cumbias que grabó Alejandro Durán. En esta lista también aparecen dos retahílas –a ritmo de guaracha y ¡samba-satán!– que Aníbal Velásquez le dedica al Bajísimo, los versos enigmáticos de “Jesús Cristo caminando con San Juan” –en los que el gran Juancho Polo Valencia nos cuenta de qué color se pondrán los cielos el día de su muerte–. Y un par de canciones incluidas en Mi Despedida, grabación póstuma del pendenciero autor de La Democracia, en cuya fachada, ubicada al costado inferior derecho, aparece una de las pocas fotos que se conocen de Rafael Machuca.
Gracias a Óscar Adán, Jaime Andrés Monsalve y Candelazos Tropicales por compartir sus discos con tanta generosidad.
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