Ralph Mercado, el hombre detrás de la música
Damaris Mercado tiene la misión de preservar el legado de su padre y la historia de la música latina de Nueva York.
Entre una pila de fotos familiares que Damaris Mercado atesora de su infancia, hay una tomada cuando tenía unos ocho años. Con el pelo recogido en coletas, luciendo una sonrisa alegre y un traje de baño, está subida a los hombros de un hombre con el pelo alborotado. Está un poco borroso, congelado en el frenesí de la acción y la hilaridad doméstica; pero si se examina más de cerca, queda claro para un fan de la música latina del siglo XX que el hombre de la foto es Tito Puente.
Era como mi tío, dice Mercado. La mujer de Tito, Margie, estaba embarazada de Tito Jr. al mismo tiempo que mi madre estaba embarazada de mí. Eran de la familia para nosotros, vivían en el mismo barrio.
Eso fue en Clarkstown, en el estado de Nueva York, en una zona suburbana que, según explica, se convirtió en un hogar para los músicos de los barrios de Nueva York después que el percusionista Johnny Dandy Rodríguez iniciara una segunda carrera como agente inmobiliario y ayudara a sus amigos a encontrar casas que vibraran con su creciente éxito y sus familias en expansión.
Mercado sostiene otra foto de la pila de recuerdos que se encuentra en el escritorio de su apartamento de Nueva York, donde ahora vive con sus dos hijos. En esta foto, ella tiene unos seis años, y está de pie en la entrada de la casa junto al caniche de la familia; junto a un Cadillac, el símbolo de la moda de los años 60; y con su padre, Ralph Mercado, un hombre con tanto estilo como su llamativo coche.
Era un visionario, dice Damaris de su padre. Tenía la intuición de lo que podría pasar con la música latina. ¡Oh, si!, tenía una misión.
Damaris ahora tiene su propia misión. A través de exposiciones, conferencias y talleres que produce como parte de la iniciativa que ha bautizada como “The Mercado Project: el hombre detrás de la música”, está decidida a preservar el legado de su padre y educar a los jóvenes sobre su historia personal y su papel en la historia de la música latina.
Todo el proyecto es un trozo de la historia de la música latina y de la historia en general, dice. Sólo puedo contar la historia desde mi perspectiva. Quiero compartir las cosas que sé y lo que me han contado.
Promotor pionero de la salsa, mánager de artistas como Eddie Palmieri y Celia Cruz, quien lanzó la carrera de Marc Anthony, y fundador del sello discográfico RMM, el empresario Ralph Mercado -conocido por muchos como Ralphie– ya se había asegurado su lugar en la historia de la música a los 30 años. Eso fue en 1971, cuando en una calurosa noche de verano, un mes antes de su cumpleaños, le abrió el Cheetah Club de Nueva York al propietario del sello Fania, Jerry Masucci, y al colectivo de músicos que actuaba con el nombre de Fania All Stars.
Mi padre era socio del Cheetah por aquel entonces, señala Damaris. Era un club de moda; estaba happening. Recuerdo haber oído hablar de que Jerry iba a ir al Cheetah y que quería filmar un concierto allí.
El espectáculo en el club se coló en la agenda un jueves: 26 de agosto de 1971. Los álbumes Live at the Cheetah Vol. 1 y Vol. 2, y el ya icónico documental de Leon Gast, Our Latin Thing, capturaron escenas de lo que ahora se reconoce como “la noche que catapultó la salsa”, el sonido de la cultura latina de Nueva York, al mundo.
Ralph Mercado nació en 1941, en Brooklyn, de madre puertorriqueña y padre dominicano. En su adolescencia empezó a organizar fiestas en el sótano de su complejo de apartamentos y así nació su carrera como promotor. Llamó la atención organizando “fiestas de cintura”, en las que los chicos entraban gratis pero a las chicas se les cobraba la entrada, según su talla. Ralph conoció a la madre de Damaris, Dolores, en el instituto. Tras graduarse, se puso a trabajar en el campo de la confección de ropa de Manhattan. Aunque a deshoras, el joven matrimonio trabajaba muy unido en la producción de bailes y espectáculos musicales. Ralph creó su primer club, el 3 and 1. En los años 60, promocionaba a artistas de soul como James Brown y Aretha Franklin.
Pero se dio cuenta de que su punto fuerte estaba realmente en la música de salsa y la música latina, dice Damaris.
En 1972, Ralph fundó RMM Management y contrató a Ray Barreto y Eddie Palmieri como primeros clientes.
Como promotor de los artistas de Fania en la década de 1970, Mercado, (él y Dolores se separaron), hacía giras en el extranjero con tanta frecuencia que Damaris amasó una colección de muñecos de diferentes países que traía a casa como recuerdo de sus viajes internacionales.
Al mismo tiempo que ampliaba la carrera de sus clientes más allá de Estados Unidos, Mercado abría un terreno sagrado en Nueva York.
Cachao, Papo Lucca, Tito Puente, Eddie Palmieri, dice Damaris, no habrían tocado en el Carnegie Hall si no fuera por mi padre.
Después de conquistar el Carnegie Hall, Mercado puso su mirada en un objetivo mayor.
Su creencia en la música era muy fuerte, cuenta su hija. Tuvo la idea de alquilar el Madison Square Garden. Al principio, cuando quería ir al Garden, tenía que ir con empresarios judíos como respaldo. Eran judíos y eran blancos.
Pero mi padre sabía que la música era daltónica, subraya. Sabía cómo maniobrar en diferentes entornos y conseguir cosas. No tenía miedo de experimentar.
Mercado, con su entonces socio Ray Avilés, y colaborando con Masucci, de Fania, produjo el primer festival anual de salsa de Nueva York en 1975. En 1979, el festival, con un cartel encabezado ese año por Rubén Blades, Willie Colón, Celia Cruz y Johnny Pacheco, estaba patrocinado por los cigarrillos Kool. Tuvo eco hasta en el New York Times.
La gente viene de Puerto Rico, California, Venezuela, Panamá, Colombia, le dijo Mercado al escritor del Times, Robert Palmer. Ya sabes, esta oficina reserva salsa en todo el mundo ahora, y por lo que puedo decir la música todavía está en su apogeo. El negocio está creciendo, el dinero está mejorando, las condiciones de trabajo de los músicos están mejorando. La música latina sigue creciendo, y éste es el mayor festival latino que existe.
La trayectoria de Mercado en la Fania terminó en la década de 1980, cuando la popularidad de la salsa decayó y la empresa se hundió, cesando la producción. Jerry Masucci, que hacía tiempo que había comprado la empresa a su socio Pacheco, se retiró a Argentina.
Ralph Mercado estaba decidido a poner en marcha una Era 2.0 de la salsa. En 1987 fundó RMM Records, trabajando con los productores Sergio George y, posteriormente, Isidro Infante, para actualizar el sonido de la música. Con George como productor, Mercado alimentó las carreras de dos artistas de la escena musical bailable “freestyle” de Manhattan: Marc Anthony y La India, y se hizo cargo de otros artistas jóvenes como el cantante Domingo Quiñones, mientras seguía trabajando con Cruz, Puente, Barreto, Palmieri y otros nombres establecidos.
Se aseguraba de que la música estuviera ahí y de que los artistas fueran escuchados y se mostraran, dice Damaris. Para él, tenían que tener talento. No se trataba sólo de una cara.
Mercado tenía la sede de RMM en un edificio de la calle Prince, en pleno centro del Soho. La ubicación en el cada vez más moderno barrio del centro de Manhattan fue en sí misma una declaración de que la música latina, y por extensión el público latino, no se deberían “ghettoizar”.
En su apogeo, RMM (que significaba Ralph Mercado Management y, cuando se establecieron las ramas de grabación y vídeo, Ritmo Mundo Musical) tenía unos 140 artistas en su lista, que representaban no sólo la salsa sino también el jazz latino, el rock en español y el merengue en sellos como Tropijazz, SOHO Latino y Merengazo. Mercado incorporó a grupos internacionales como la Orquesta de la Luz, el grupo japonés que se convirtió en una estrella internacional de la salsa y que vendía discos de oro.
Fue un gran elenco de personajes que pasaron por allí, te lo aseguro, recuerda Damaris, que empezó a trabajar entre bastidores en los espectáculos de su padre cuando era adolescente y, tras la universidad, trabajó para RMM en la producción de vídeos que estaban llevando la música latina a la era de la MTV.
El imperio de RMM también incluía dos ramas editoriales, Caribbean Waves y Crossing Borders Music, y la empresa de gestión de Mercado y su empresa de promoción de conciertos, Ralph Mercado Presents.
Abarcaba la grabación, la composición y las giras, dice Damaris. Y dijo: también voy a tener clubes nocturnos.
Se aseguraba de que todo sucediera.
Junto con su empresa, creció la reputación de Mercado como hombre de negocios astuto, y callejero.
Ninguna de las empresas independientes podía funcionar como lo hacía RMM. RMM funcionaba como una major, dice Damaris. Sony y Universal eran su competencia.
Mercado estaba en la cima de su juego cuando, en el año 2000, se vino abajo, derribado por una demanda de derechos de autor. Un jurado federal dictaminó que RMM tenía que pagar al compositor puertorriqueño Glenn Monroig 11 millones de dólares, con intereses, por adaptar su canción Yo soy y utilizarla sin permiso en una versión cantada por Cheo Feliciano y Gilberto Santa Rosa, que sirvió de base para la banda sonora de la película documental Yo Soy del Son a la Salsa, producida por RMM. Mercado se declaró en bancarrota y vendió RMM, y su catálogo a Universal en 2001 por una suma que, según se informa, ascendió a 18 millones de dólares. Los derechos de publicación se vendieron posteriormente a Peer Music.
Fue emotivo, dice Damaris. Fue intenso. También fue una decisión injusta por algo que podría haberse arreglado por unos cientos de miles de dólares. Le costó todo. La compañía discográfica y el imperio que construyó.
Universal no le ofreció a Mercado seguir supervisando el sello ni seguir trabajando con los artistas que él había cultivado.
Fue un momento duro, recuerda Damaris. Mi padre sabía que no era sólo él, sino todas las vidas de las personas que trabajaban en la empresa, todos los artistas que dependían de él. Todo el mundo tenía que pensar a dónde ir.
Mercado seguía con la música en vivo, y continuaba promoviendo conciertos y espectáculos globales en los clubes nocturnos; Mercado tenía una participación en los clubes neoyorquinos Babalú y Latin Quarter, y en el Conga Room de Los Ángeles.
Luego se le diagnosticó un cáncer. Ralph Mercado murió en 2009. Tenía 67 años.
Nadie puede quitarle su legado, dice Damaris.
Pero tras la repentina desaparición de RMM y su posterior muerte, los restos físicos de ese legado se dispersaron. Damaris no tiene ahora acceso a las grabaciones, y mucho de su memorabilia está en manos de otros miembros de la familia, o se ha ido a lugares desconocidos.
El legado que Damaris recibió de su padre y de RMM incluye un alijo de discos de oro, incluido el álbum Todo a su tiempo, de Marc Anthony de 1994. Ella ha conservado algunas de las cartas y faxes que recuerdan el día a día de los negocios de la empresa en sus mejores tiempos, así como carteles y folletos de conciertos de toda la carrera de su padre. Y están las queridas fotos familiares.
Después de su muerte no pude ni escuchar la música durante un tiempo, dice Damaris, que dejó el negocio de la música para establecer una carrera como consultora de bienestar. Fue durante la pandemia cuando empezó a poner en práctica la idea de honrar la memoria de su padre.
Hasta ahora, las actividades del Proyecto Mercado han incluido exposiciones en universidades y festivales, eventos durante el Mes de la Herencia Hispana y el Mes de la Historia Negra en Estados Unidos, y talleres para adolescentes.
Los jóvenes pueden identificarse con su historia, dice Damaris. Un joven de color que alcanza la mayoría de edad en los años 50 en el centro de Brooklyn. Estaban los italianos, los judíos y los irlandeses; había un crisol de razas como el de hoy, y se sigue hablando de los mismos temas que hoy cuando se habla de racismo.
Además de exponer objetos de su colección personal, Damaris está recopilando un archivo de entrevistas que viene realizando a artistas y personas que trabajaron con su padre a lo largo de los años.
Estoy contando la historia de mi padre, pero también la de otras personas. Hay mucha gente que ha tenido una conexión con él de alguna forma o manera.
También se trata de que yo descubra más cosas sobre mi padre, añade. Para todo el mundo es Ralphie Mercado. Pero para mí, es mi papá.