Aute y Silvio mano a mano
Luis Eduardo Aute, Silvio Rodríguez y un disco que conquistó a una nueva generación por la vía de la canción de autor.
Tenía seis o siete años cuando escuché por primera vez ese griterío inicial, una primera estrofa que narraba el sexo sin yo saberlo, y una segunda que contenía una palabra que me invitaba al trabalenguas insospechado: “concupiscencia”.
Era Anda, de Luis Eduardo Aute, lo que sonaba: la primera canción del concierto que el artista (artista total: pintor, poeta, músico, escultor, actor, director de cine…) español nacido en Filipinas, soltaba en el marco de una noche compartida con Silvio Rodríguez, máximo estandarte de la nueva trova cubana e icono de la canción de autor más política e imperecedera. Pero también era la primera canción de un álbum de culto, que certificaba como nunca antes el encuentro maduro que abrazaba dos maneras de allanar la canción de autor.
Aquel Mano a Mano que publicó BMG Ariola en 1993, que mis padres compraron posiblemente en alguna de las tiendas Musimundo del Buenos Aires del final de la primera legislatura menemista y que hoy no está disponible al menos de manera legal (vaya a saber uno por qué trama burocrática de las grandes multinacionales) en ninguna plataforma de música en streaming; no sólo es una de las incontestables bandas sonoras de mi infancia y de mi vida, de esas canciones que cantas sin saber que las sabías, sino que sigue siendo un manual de cancionismo y un viaje de ida y vuelta entre la canción libertaria y romántica. Pero, sobre todo, fue el acercamiento de un icono de la canción de autor española a las fauces y registro de un icono de la canción de autor cubana, y viceversa.
(MÁS DE) UNA CANCIÓN LOS TRAJO HASTA AQUÍ
Son tantas las cosas en las que coincidimos, que me gustaría acordarme de alguna discrepancia, pero no lo consigo, decía entonces un Silvio Rodríguez ya maduro, pero con casi treinta años menos, en una rueda de prensa previa al mítico concierto que ofrecería junto con Aute en la Plaza de Toros de Las Ventas. Este ida y vuelta de elogios confirmaba una amistad y una admiración mutua que venía de tiempo atrás.
El primer contacto de ambos no los rozó de manera física; pero sí musicalmente. Un amigo en común de ambos, el cineasta vasco Antxon Eceiza, viajaba con frecuencia a Cuba, y el tránsito de música de un lado y del otro era fluido. De uno de sus viajes, en torno a 1970, trajo a España unas grabaciones de Silvio Rodríguez años antes de que publicase “oficialmente” su debut en 1975, cuando pudo grabar en unas cintas de cassette el resultado de una compulsiva obra compuesta casi en su totalidad navegando en el Playa Girón un año antes.
Por otro lado, Eceiza también acercó música de Aute a un Silvio que, al escuchar la obra del español, le confesó a su compañero Pablo Milanés: éste nació equivocado, ¿éste qué hace en España?.
Su primer encuentro fue en 1975, con Franco y la dictadura agonizando a la vez; pero con la censura prohibiendo dos de las canciones que formaron parte del primer disco de Silvio, que presentó en una España que ya coreaba sus canciones, sobre todo en circuitos universitarios y de activismo político, donde las cintas de Silvio pasaban de “mano a mano”.
En Cuba, las canciones de un Luis Eduardo Aute que, tras un parón de cinco años entre 1968 y 1973, desde entonces acabaría publicando un disco por año (como un Woody Allen de la canción de autor hispana), corrían como la espuma por las ondas de radio cubanas: la única manera de sonar allí era ésta.
Sería en 1983 cuando compartiesen escenario de un modo que pasaría a la historia: la grabación del primer directo de Luis Eduardo Aute, titulado Entre Amigos, y donde tanto Silvio Rodríguez como Joan Manuel Serrat, Pablo Milanés o Teddy Bautista lo acompañaría. Pero con Silvio había una conexión especial: no por nada, el tema que abre el disco es Te Doy Una Canción, que canta a dúo con el cubano. Pero para encontrarlos solos sobre el escenario habría que esperar una década más.
EL CONCIERTO DE LAS VENTAS
El 24 de septiembre de 1993, cuando la canción de autor veía cómo sus referentes pasaban por una etapa de madurez que anticipaba el consiguiente bajón que sufriría el género y en un momento en el que el género-tendencia era el grunge; un Aute que estrenaba sus 50 años y un Silvio que los miraba de cerca (es tres años menor); se subían por primera vez juntos y en igualdad de condiciones a un escenario que firmaría el directo que marcaría no sé si a una generación, pero sí a un género.
Un álbum que se anticipó dos años al En Blanco y Negro, de Víctor Manuel y Pablo Milanés, y un año a aquella convención de la canción de autor española que fue el Mucho Más Que Dos, liderado por el mentado Víctor Manuel y Ana Belén junto a una corte de invitados: Joaquín Sabina, Manolo Tena, Antonio Flores, Pablo Milanés, Juan Echanove, Joan Manuel Serrat y Miguel Ríos. También haría patente la fortaleza de dos repertorios que fueron coalición por una noche para la eternidad.
Ni el cubano ni el filipino-español se anduvieron con rarezas. Cada uno tuvo su parcela para mostrar sus credenciales, hubo más bien poca mezcla sobre el escenario (apenas en la canción final, Albanta), pero tocaron lo que tenía que sonar. Rodríguez no dejó clásico sin tocar, desde La Maza a Unicornio, Óleo de Mujer con Sombrero, Ojalá, Sueño Con Serpientes o Te Doy Una Canción, mientras que Aute hizo lo propio con La Belleza, Anda, Sin Tu Latido, De Alguna Manera o Las Cuatro y Diez, entre otras.
EL LEGADO DE AQUEL DISCO
Más allá de que hay críticas que por entonces catalogaron al álbum como poco trascendental en la obra discográfica de ambos cantautores, más allá que se trate de una alianza sobre el escenario en el que cada uno se turnaba para presentar sus mejores bazas hasta el momento, estamos ante un álbum que sí que ha tenido un calado importante con los años.
Tanto a esa entidad casi de disco de culto y oculto que le da ese carácter inédito, al no estar disponible en plataformas, y ser una especie de “cromo difícil de conseguir”, se le suma también el momento de madurez y reposo de dos de los mejores repertorios que ha tenido (y probablemente que tendrá) la canción de autor cantada en español en toda su historia.
Pero también está la influencia generacional que aporta este “mano a mano” en el que los mapas se difuminaban, y tanto la canción trovera de Silvio como el empaque arty del cancionero de Aute se fundían en un abrazo. En un momento en el que no eran especialmente dos artistas populares ni formaban parte de la nómina tendenciosa de las radiofórmulas, aquel disco vendió más de 200.000 copias, y se convirtió en una especie de clásico, de grandes éxitos, de alianza de canción de autor transnacional, de repertorio elemental para cualquiera que quisiese introducirse en el cantautorismo en español.
Un abrazo que volvieron a darse cuando salieron de gira en 1999, para despedir el milenio, pero también para saldar una cuenta pendiente: la de poder presentar en ciudades de distintos puntos del mundo un repertorio que muchos consumieron como conjunto gracias a aquel concierto en Madrid que se tradujo y reprodujo en Mano a Mano.
Hace siete años, en 2013, en un encuentro de ambos músicos en Ciudad de México, Aute confesó que tenían planes de retomar esta alianza, y volver a presentarse en directo en varias ciudades. Hemos hablado del tema y sólo nos falta coordinar agendas, decía el español. En 2016, sí que hubo un encuentro: en uno de los últimos conciertos que ofreció Aute, cantó junto al cubano la mítica Al Alba en su concierto de Madrid. Pero el proyecto de retomar una gira conjunta no fue posible debido a los graves problemas de salud que empezó a tener el español desde finales de aquel año hasta el 4 de abril de 2020, que falleció finalmente.
Silvio Rodríguez sí que participó en diciembre de 2018 en el marco del concierto ¡Ánimo, Animal! que reunió a amigos como el cubano, Sabina, Ana Belén, Ismael Serrano, Dani Martín, Pedro Guerra, Jorge Drexler, Miguel Poveda o José Mercé, entre otros. El cubano lo despidió emocionado en su blog Segunda Cita, recordando los versos de la canción De Paso del propio Aute. Nos quedará para siempre aquel mano a mano inoxidable. Contradiciendo al maestro: de alguna manera, no habrá manera de olvidarlo.