Cándido con las manos ardiendo
El legendario percusionista Cándido Camero cumple 98 años y está como un roble. Lo entrevistamos en Miami.
Con sus dedos envueltos con las bandas de cinta blanca que con los años se han convertido en una parte misma de sus manos, el conguero Cándido Camero está sentado en una silla de ruedas, esperando subir al escenario.
En el momento de nuestro encuentro entre bambalinas en un teatro en Miami, Cándido está por cumplir los 98 años. Lo celebró el día 22 de abril.
Cada vez que lo pienso me inspira más todavía, dice a propósito de su edad, y empieza a reírse con gusto.
A ver si puedo llegar al otro 98
Viendole tocar, no parece imposible.
Durante el concierto, un tributo al centenario de su fallecido amigo Cachao, el público espera una breve apariencia del nonagenerio como invitado especial. La silla de ruedas espera vacia en el escenario mientras que le ayudan sentarse detrás de sus tres congas.
Se incorpora con la orquesta y sus manos comienzan a tocar la melodía de Manteca, el tema icónico que sonaba en sus noches de gira con la banda de Dizzy Gillespie. Con esta tocaba después de la muerte, en 1948, de Chano Pozo.
Cándido llegó a Nueva York por primera vez el 4 de julio de 1946, con un contrato para acompañar a la pareja de baile Carmen y Rolando, en el Havana-Madrid de Manhattan, entonces conocido como “el único restaurante cubano-eEspañol de America”.
El percusionista tenía 25 años y una notable carrera en La Habana. A las 20 años estaba tocando con la Orquesta del Cabaret Tropicana. Allí, formó parte del show afrocubano Pantera, junto a Chano Pozo. Más tarde fue integrante del conjunto de Bebo Valdés, cuando presentó su ritmo la batanga al público.
De pequeño su tío le introdujo en los instrumentos de percusión. Cuenta que cuando tenía cuatro años su padre, a falta de dinero para comprar un set de bongos, fabricó unos en casa con dos latas de leche condensada cubiertas con piezas de cuero. También desde joven Cándido tocaba el tres, y cuando aún era adolescente reemplazó a su amigo Niño Rivera como tresero en el Septeto Bolero.
Un momento clave para Cándido fue cuando Machito le presentó a Gillespie una noche en el Club Downbeat de Manhattan. Gillespie, después de la perdida de Chano, aún buscaba conguero. Según Cándido, pasó la prueba que le puso el gran jazzista esa noche, pero como no hablaba inglés, tardaría más que un año en incorporarse a la banda.
Dizzy dijo algo de mañana, que quería decirme que al día siguiente iba a empezar a tocar y viajar con él también. Pero yo no entendí nada, yo oí que Dizzy dijo “mañana”. Yo entendí que me decía ir a tocar con él la siguiente noche en el Downbeat.
Allí, en el club, dice Cándido, en vez de Gillespie, se encontró a Billy Taylor. Igual se pusó a tocar, y siguió tocando con el trio de Taylor en el Downbeat por un año y medio más, antes de finalmente embarcarse en la gira con Gillespie.
Cándido cuenta como en aquel entonces, el idioma seguía dandole mucha batalla. Cuando tenía hambre, estaba obligado a hablar inglés, recuerda. Yo sabía solamente decir hot dog. Me iba a la cafetería y yo “hot dog, hot dog”.
Ya no como mas hot dogs, bromea. No, realmente sí, siempre me gusta comer hot dogs, porque me traen recuerdos.
Cándido lleva ya décadas viviendo en Manhattan, en la zona del oeste del Central Park. El conguero hoy habla un inglés fluido, con un peculiar acento de jazz. Su cadencia y argot quedaron marcados por el ambiente de los clubs y de tantos años trabajando con muchos de los músicos más cool de la historia americana.
Además de Gillespie y Taylor, Cándido colaboró con Charlie Parker, Count Basie, Duke Ellington, Lionel Hampton, Stan Getz y Frank Sinatra, entre muchos otros; Tony Bennett es aún un buen amigo y vecino.
Cuando se dedicaron a oír la música latina y vieron las congas y el bongó, ellos lo primero que pensaron es, bueno, esto es un instrumento extra que no tiene que ver nada con la música de jazz, o la música americana, dice Cándido reflexionando sobre la evolución de su instrumento. Pero cuando le gustó el sonido de la combinación, ellos decidieron también usar una conga para ese sonido que ellos oyeron y les gustó. Y así empezó la combinación de la música cubana, la música americana y la música de jazz y la música afro: todo tipo de música. Buena música, y cuando agregaron el ritmo de las congas, pues eso hizo su música más popular y más fuerte en el mundo entero. Y nunca hasta ahora ha habido ninguna orquesta, ninguna orquesta de America Latina, ni americana, ni de afro ni de samba ni lo que sea que no tenga el ritmo de las congas.
Cuando no estaba de gira, el conguero dejó su huella en la evolución de la música Latina en Nueva York: Machito, Pupi Campo, Joe Cuba, Tito Puente; las orquestas de todos los músicos latinos de nombre grande, dice. Cándido recuerda con especial cariño a Marco Rizo, con quien grabó el tema para la serie I Love Lucy con Desi Arnaz y Lucille Ball. Sus discos como solista abarcan las epocas de mambo, salsa y disco. Actualmente, está grabando un nuevo álbum junto con una banda de jovenes músicos de Nueva York.
Cándido fue pionero en tocar multiples congas a la vez, desarrollando un estilo innovador e influyente para hacer melodías con las congas, acariciando los tambores como las teclas de un piano.
Me gustaba la música sinfónica, y cuando iba a los conciertos me fijaba más que nada en el timpanista, con tres timpanis, tocando melodías, recuerda.
Primero tocaba la conga y el quinto, explicó a José Arteaga en una entrevista en La Hora Faniática: Llevaba por ejemplo el ritmo en la conga con la mano izquierda. Entonces, improvisada con la mano derecha en el quinto. Asi que la mano izquierda estaba acompañando todo el tiempo sin parar. Y la derecha improvisando; así que eran dos cosas diferentes… Cuando llegue aquí a los Estados Unidos fue cuando se me ocurrió usar las tres congas para tocar melodías. Yo fui el primero en usar tres congas para tocar melodías. Y hasta ahora.
Es muy importante la creación, añade durante nuestra conversación en Miami. Cada cual tiene su creacion y su estilo. Y eso es lo que más trato de hacer, -no imitar a nadie- lo que si me gusta es crear para ser diferente.
¿Sus secretos de la longevidad?
No fumar, no usar drogas, y no oír malos consejos y no estar con malas compañías, enfatiza. Si quieran llegar a tener éxito en la música, esas tres cosas hay que eliminarlas, porque no es necesario. Y lo que no es necesario, no me interesa.
Durante el concierto de Miami, Cándido empieza a tocar un solo. Y sigue. Mientras, pasan quince, después veinte minutos. El público queda asombrado. Cándido para, sonriendo, y dice lo que todos están pensando: ¡wow!
El público me da ánimo. Cuando miro y veo que les gusta, pues voy a seguir haciéndolo, si Dios quiere, para demostrarle al publico que no hay edad para una cosa buena. Otra vez se echa a reir.