Margarita Royero nos transporta a la edad dorada de las noches habaneras
Rosa Marquetti conversa con la cantante Margarita Royero, voz femenina del jazz en la vieja Habana.
Aunque Margarita conocía de sobras los más destacados lugares de la noche habanera, los predios del Riviera rivalizaban con el bar Starlite del Hotel Nacional como feudos indiscutibles de la cantante y los sitios de moda para el deleite de los aficionados a la buena música.
Converso con Margarita Royero en su casa de la barriada habanera de Playa. Asombran sus espléndidos 85 años pero mucho más la alegría con que los vive.
“Imagínate, yo ya casi no salgo y ¡eso fue hace tantos años..! Pero recuerdo esos tiempos del Riviera y el Nacional con mucho cariño. A pesar de que cuando llegué al grupo de Felipe Dulzaides yo ya tenía cierto recorrido en los escenarios, trabajar con Felipe fue algo especial. Nos teníamos mucho cariño, nos quisimos como hermanos. Yo era su amiga, su confidente. Nunca hubo otra cosa. Y lo más importante: Felipe me permitió crecer, me dio la posibilidad de ser la voz de uno de sus álbumes en un gran momento para el cuarteto que dirigía”.
Margarita nos conduce con sus recuerdos en un emocionante viaje al pasado, repasando con cierta nostalgia los hitos de su carrera musical y de su vida. Pero interrumpiéndose a menudo con su risa sonora y deleitándonos con su sempiterna alegría.“Nací el 24 de diciembre de 1932 en el barrio de Atarés, en La Habana, el barrio de los guapos –pero yo no soy guapa. Jajaja-, un barrio con mucha tradición musical y sobre todo rumbera”, dice. Su nostalgia es recordar con felicidad aquel pasado amable que pudo vivir intensamente.
“Desde muy pequeña yo siempre quise ser artista. Mi madre murió cuando yo era muy pequeña aún y mi abuela se quedó a mi cuidado. Fue a ella a quien le insistí para que me llevara a un programa de radio, La Corte Suprema del Arte, el concurso de talento más famoso de la época. Ahí me subieron a una silla y recité una poesía de José Martí pero creo que como había ido sola no gané.
Yo quería ser artista así que insistí e insistí. Le dije a mi abuela que sabía hacer otras cosas, y me volvió a llevar. Esta vez fui con muchas más personas, con una ‘comisión de embullo’, con una ‘claque’, cantando una canción que escuchaba a través de la radio de un vecino, porque nosotros no teníamos radio. Canté en esa tarde gris y de tanto que me aplaudió mi ‘claque’ pues gané.
Desde entonces y hasta el sol de hoy, no dejé nunca de cantar. Estudié música y canto, lo elemental, primero el canto con Carmelina Banderas. Y el piano, teoría y solfeo con un maestro que vivía cerca de mi casa entonces. Eso es, básicamente, lo que más necesita un artista porque con lo demás ya uno viene, se nace.”
¿Cuándo comienza usted a cantar de manera profesional?
“Como yo lo que quería era cantar pues cantaba donde y siempre que podía. En cuanto cumplí 18 años, la mayoría de edad, dondequiera que hubo una posibilidad allí estuve yo. Lo mismo en los cabarets de la famosa Playa de Marianao que en cualquier otro sitio. No recuerdo dónde ni cuándo pero unos empresarios me vieron y me contrataron. Viajé a Puerto Rico y Colombia donde estuve en 1956 y 1957, recorrí todo el país, Bogotá, Cali, Medellín… En Puerto Rico no hice grabaciones. En ambos países me presenté en cabarets y televisión”.
Según cuenta, sus primeras grabaciones fueron en Colombia para el sello Ondina-Venus en Medellín junto a la orquesta de Edmundo Arias. Fueron publicadas en dos discos de 78 rpm e incluían cuatro temas: Merecumbé en Cuba y el merengue La Cruz (conocido también como Palo Bonito) (Ondina 367); el bolero-mambo Yo Quiero Hacerte una Canción y la guaracha Lo Que me Gusta a Mí (Ondina 370), fonogramas de rareza incuestionable que destacan con luz propia en la discografía de la Royero.
En abril de 1957 la revista cubana Show se hacía eco de su paso por Colombia y las favorables críticas de su actuación en la televisión de aquel país. En junio de aquel año Royero regresó a La Habana presentándose en el Casino del Hotel Sevilla e iniciando su participación con diferentes cuartetos. El primero de ellos fue Les Aristocrats, dirigido por Salvador Bol Vivar e integrado además por René Urbino y Jaime Altamira. El Casino de Sevilla era en ese momento uno de los de mayor renombre en la ciudad entre los casinos habaneros y se convirtió en la residencia artística de Royero en 1957 y parte de 1958. Allí compartiría escenario con Sarita Arceo, Mayra Freire, la vedette Natalia Herrera, el percusionista Manteca y con Bebo Valdés y su trío.
En 1958 se suman al elenco la vedette Olga Chaviano y dos cantantes que recrean los repertorios español y argentino: Obdulia Breijo y Berta Pernas. También una novel Lourdes Torres –la misma que luego tomaría parte del cuarteto Los Modernistas– en una fuerte confrontación de figuras femeninas. En la pista del Casino de Sevilla la Royero también canta con el Conjunto de René Urbino en el que el argentino Eddy Gaytán aportaba una singular peculiaridad con su acordeón.
Margarita era una cantante versátil, una mujer de gran belleza con una imagen moderna que le valió ser reclamada por muchos directores y músicos. En aquella época era fácil verla también en frecuentes apariciones en el cabaret Venecia de la ciudad de Santa Clara, donde compartiría escenario con Gaytán y Jorge Guerrero en el espectáculo Havana Follies.
¿Tras regresar de Colombia, qué más hizo?
“Trabajé con Calonge, un español que tocaba el vibráfono y que había trabajado con Libertad Lamarque cuando ella vino a Cuba. Me acompañó en el Parisién donde estuve dos años siendo muy joven, antes de trabajar allí con Felipe Dulzaides”.
¿Y cómo se produce el encuentro entre usted y Felipe Dulzaides para entrar en Los Armónicos?
“Estaba yo en el Riviera cantando acompañada por la orquesta Casino de la Playa. Estaba dirigida, como siempre, por Liduvino Pereira. ¡Qué persona, qué hombre excelente, qué educación! Tengo un recuerdo muy grato del maestro Liduvino. Sería probablemente ya en 1959, no recuerdo bien, Felipe llega, me escucha y me propone formar parte de su cuarteto ante la salida de Doris de la Torre para convertirse en solista. En ese momento Felipe Dulzaides y su cuarteto actuaban en el Casino del Hotel Comodoro y ahí comencé con él, luego pasamos al Hotel Riviera y poco después al bar Starlight del Hotel Nacional”.
Margarita tuvo que enfrentarse a un verdadero reto: reemplazar en febrero de 1960 a Doris de la Torre, una cantante villaclareña de personalísimo estilo y dominio de las claves del jazz vocal, que había sido hasta ese momento la imagen femenina de Los Armónicos y que marcó un hito no sólo con la formación de Dulzaides sino en toda la escena.
Royero fue recibida con gran éxito desde sus primeras presentaciones en el Casino Comodoro, donde ya era catalogada como “una de las reinas del feeling, admirable en sus interpretaciones por su gracia y por su ritmo.” En el Starlight del Hotel Nacional, según la revista Show, se convierte de inmediato en “la nueva atracción que destaca por su feeling”. Es tal la aceptación de Felipe Dulzaides con Los Armónicos y Margarita Royero que la casa discográfica Discuba, subsidiaria de la RCA Victor, decide grabar el LP Una noche con Felipe Dulzaides y su Cuarteto, con la voz de Royero junto al excelente guitarrista Pablo Cano; Manuel Franca, en el bajo; Nelson Padrón, en la batería y por supuesto, Dulzaides con su piano. El track-list de este LP, que se graba el 13 de julio de 1960, reproduce algunos de los éxitos de la Royero y Dulzaides, apresa el espíritu de aquellas mágicas noches y alcanza excepcionales índices de ventas.
Los Armónicos también serían elegidos de modo consecutivo entre las agrupaciones más destacadas en 1960 y 1961 de acuerdo a la selección de los columnistas del espectáculo en los diferentes medios de prensa cubanos.
“El disco lo grabamos en el estudio de Radio Progreso”, cuenta nuestra protagonista. “El ingeniero fue Medardo Montero. El productor fue el propio Felipe Dulzaides, y fue él quien seleccionó las canciones. Los arreglos los hicieron Felipe y Pablo Cano, el guitarrista. Tengo muy buenos recuerdos de Pablo, excelente músico y mejor persona. Pablo se fue de Cuba y hasta hace muy poco vivía en Estados Unidos. Pablo era ingeniero de profesión, estudió esa carrera casi para complacer a sus padres. Les dijo que terminaría la carrera, colgaría el título en la pared y después se dedicaría a lo que le gustaba en realidad: la música. En el cuarteto todos tenían otras profesiones pero los unía el gusto por la música: Felipe [Dulzaides] era contador; “El Flaco” [Nelson Padrón], el baterista, era enfermero y vivía en la barriada de Regla y con frecuencia llegaba tarde. Felipe entonces lo regañaba con sorna: ‘Se ponchó la lanchita de Regla, Flaco? Qué mala suerte, Flaco!’ y terminaba riendo. Cuando estuve en Miami, me reencontré con ellos, con Pablo Cano y con Nelson Padrón, mis compañeros del cuarteto de Felipe Dulzaides”.
¿Cómo era el trabajo en el cuarteto? ¿Quién hacia los arreglos vocales?
“Era Felipe. Tenía mucho gusto para montar voces. Y me daba la posibilidad de destacarme como solista en muchos temas”.
Margarita, visto desde la distancia ¿cuáles han sido sus influencias, en qué cantantes se reconoce usted más?
“Me nutrí de muchos. Como siempre tuve inclinación hacia el tango seguía mucho a Libertad Lamarque. Después, chansoniers como Nat King Cole y otros cantantes norteamericanos, también españoles. En realidad no me aferraba a uno en específico, me dejaba influir por los mejores del momento”.
¿Usted tocó algún instrumento alguna vez?
“A veces coqueteé con el piano”.
En 1964 Margarita con Los Armónicos forma el elenco que ameniza los famosos Lunes de Jazz en el Capri junto a Ela Calvo y con el gran guitarrista Guyún, del Combo de Samuel Téllez. El 21 de noviembre graba para el sello Areíto (EGREM) su único LP como artista principal: Margarita Royero y su Grupo (LP-3110) donde revisa diversos géneros: de boleros y canciones a fox y guarachas; de sambas a mambos y chachachás. Un álbum donde destaca un personal abordaje de Un Telegrama (Hermanos García-Segura), muy popular entonces en la voz de la chilena Monna Bell, además de tres piezas de la autoría del pianista Francisco Paquito Hechavarría, -quien había entrado al cuarteto en reemplazo de Dulzaides cuando éste fue encarcelado – en particular Descarga a la Royero.
“En julio de 1964 me presenté en el Salón Internacional del Hotel Riviera, junto a Los Armónicos y los cantantes Óscar Martín y Leonora Rega, muy de moda en ese tiempo los dos.
Después continué vinculada al cuarteto de Felipe unos tres o cuatro años. Y continuamos trabajando un tiempo más cuando Felipe se vio obligado a abandonar la formación. Seguí trabajando como solista pero nunca más lo haría en un cabaret de primera categoría. Entonces ya se habían creado instituciones estatales, empresas musicales, y mis asignaciones siempre fueron en las provincias del interior, sobre todo en lo que le llamamos Habana Campo. En cierto sentido el problema que debió enfrentar Felipe afectó también las carreras de sus músicos, la mía incluida”.
Margarita Royero continuaría cantando en esas circunstancias durante muchos años más, alternando su trabajo con la atención de su familia y de sus hijos. Aunqué editó algún sencillo posteriormente Margarita Royero no volvió a publicar ningún álbum. El feeling siguió siendo muy popular en Cuba y ella siempre tuvo un espacio para cantar en la isla. Nunca se planteó dejar de subir a los escenarios, porque cantar es lo que más le ha gustado en su vida.