Joaquín Mulén y “Mi Salsa”, la voz de la timba
Detrás del boom de la timba cubana hubo un gran locutor, Joaquín Mullen. Rosa Marquetti habló con él sobre aquellos años de impacto bailable.
La Cuba de los años 90, la bailadora y musical, no ha olvidado nunca la voz y la alegría de Joaquín Mulén. Considerado uno de los más reconocidos comunicadores cubanos, su popularidad le viene de la integralidad de su accionar en los estudios de radio y televisión, frente a los micrófonos, pero sobre todo de su carisma y estilo personalísimo, su perfecta dicción, su capacidad discursiva, su habilidad para interesar a quien escucha, y su dominio temático para hacer sentir cómodo a cualquier entrevistado.
A todo esto hay que sumar el papel que Joaquín Mulén jugó en la radio musical cubana de los años 90, la década del llamado Período Especial. Sin temor a error, el afamado locutor, productor, director y host de programas, fue un factor clave en el extraordinario éxito y popularidad de la timba, como género musical, en los años 90 en Cuba. La timba entró al mismo tiempo por los oídos y los pies de los bailadores que frecuentaban el salón Rosado de la Tropical y por las ondas de Radio Rebelde y Radio Taíno, dos emisoras que capitalizaban los índices de audiencia en sus programas de música bailable, y especialmente a través de Mi salsa, el programa televisivo que en horario prime time centraba la atención del público bailador. En todos ellos, Joaquín Mulén fue un factor determinante. Su carisma se unía a otro de sus rasgos distintivos: su pasión por la música popular cubana, su alto nivel de información y conocimiento, que lo convertían no sólo en un perfecto anfitrión sonoro, sino también en un crítico imparcial y fiable.
Las cosas son como son: Mulén iba para técnico, pero otro aspecto de los medios de comunicación lo cautivó por el camino que le llevó al movimiento timbero. En exclusiva para Gladys Palmera, nos cuenta:
JM: Cuando me gradúo en ingeniería de radio y televisión comienzo a colaborar en la ciudad Holguín en programas dramatizados en Radio Angulo; ya antes había sido corresponsal de algunos programas informativos. Dirigí y escribí programas y también comencé a trabajar como locutor. Es una ventaja de las emisoras provinciales, que te permiten crecer mucho y de manera diversa, pues haces desde un dramatizado, un musical o un informativo. Allí propongo y me aceptan realizar el programa Tengo, un espacio exclusivamente de música bailable, pues entonces consideraba que la música que se estaba haciendo para los bailadores estaba alejada del concepto con que se difundía la música que venía de otros países, dando mayor destaque a ésta a la hora de presentarla. Gracias al locutor Franco Carbón y al director Alberto Fernández, comienzo a colaborar todavía viviendo en Holguín- con Radio Rebelde, emisora de alcance nacional. A finales de los 80 e inicios de los 90, Radio Rebelde era la gran difusora de la música popular bailable. El programa Club Caribe –que hacía la venezolana Lil Rodríguez, en la madrugada–, y Sonido, que le sucedió, marcaron un momento en que la música latina y cubana, respectivamente, tuvieron una preponderancia tremenda. Sin saber que era una prueba, me invitan a participar durante una semana en Sonido, que ya hacía Franco Carbón como programa enteramente de música cubana, y ahí se decidió que me contrataban. Me mudé a La Habana y el 28 de enero de 1992 empecé en Radio Rebelde, de 12 de la noche a 5 de la mañana. Ahí estuve poco tiempo, porque enseguida me proponen pasar a la programación del día en el afamado programa informativo Haciendo Radio, que había creado, presentado y dirigido algunos años antes el radiodifusor uruguayo Jorge Ibarra. En paralelo, me proponen pasar a un nuevo programa de música cubana y latina: MB Caribe, bajo la dirección de Ramón Espígul. Este es mi primer gran guiño a lo que surgía y se conocería después como la timba cubana. En ese programa, Juan de Marcos González tenía una sección: Músicos de siempre, donde con una tremenda coherencia con lo que ya tenía en mente, traía la obra y anécdotas de vida de todas esas figuras que estaban olvidadas y que él rescataba en esa sección.
RM: ¿Y cómo llegas a la televisión y al programa Mi Salsa?
JM: Ya mucho antes de 1992 había comenzado el programa Mi salsa en el canal Cubavisión. En realidad, y contrario a lo que muchos piensan, yo no fui el primer presentador de Mi salsa: fue Felipe Romero; un tiempo después, Pedro Rafael Cruz Crucito, un hombre muy conocedor de la música cubana, y luego Hugo Gerardo. Yo llego después, llamado por su director, Víctor Torres, justo en el momento en que el programa tiene ya altos ratings y me propone comenzar en octubre de 1992 sólo con una sección, pero en diciembre soy uno de los presentadores del programa de fin de año, que da paso a enero de 1993, cuando se decide que me quede como único host de Mi salsa.
RM: Esto quiere decir que tenías los principales programas de difusión de timba y salsa.
JM: Efectivamente, en radio y televisión, lo que también como derivación lógica, hace que me llamen para presentar por todo el país festivales, eventos de música popular, bailables y conciertos de las diferentes orquestas. El boom de la timba duró casi toda la década de los años 90 y surgieron otros programas que emulaban con el reinado de Radio Rebelde en su difusión: así aparece años después el popularísimo De 5 a 7, en la parrilla de Radio Taíno, creado por Juan Cañizares, al que después también me sumé como director y presentador, ya cuando dejo Rebelde.
RM: En los años 90 en Cuba la gente casi no compraba discos, no podía, por lo que el disco dejaba de ser el elemento central de difusión. Con la timba, se retoma una práctica que era habitual antes de 1959: que los sellos discográficos se apoyaran esencialmente en la radio y la televisión en su negocio. Con la nacionalización y expropiación de la industria discográfica y el monopolio estatal sobre este sector, esto cesa, pero vuelve con fuerza cuando ese monopolio se extingue al permitirse la entrada de varias disqueras extranjeras que producen en territorio cubano, encabezadas por Magic Music y Caribe Productions, de los empresarios españoles Francis Cabezas y Federico García, respectivamente, y que son las marcas que mayoritariamente grabaron el repertorio de la timba cubana de los noventa. Aquí confluyeron los intereses de estos empresarios con una radio que era monopolio estatal, ¡y aún no estaba internet, ni los formatos digitales de reproducción! ¿Cómo viviste ese cambio de paradigma en la promoción de esta música emergente?
JM: Aún tenía el convencimiento de que la música cubana no estaba siendo valorada como se debía; era común en lo que escuchaba que no se ahorraran elogios para los músicos de otros países. Cuando Los Beatles fueron “descongelados” en Cuba, los locutores parecía que trataban de compensar los años de censura, y se esforzaban en aportar datos, anécdotas e informaciones, mientras que los músicos nuestros eran un tanto subestimados, muchos desconocidos, otros censurados o sencillamente olvidados; historias donde un decisor decretaba que tal o cual bolerista ya estaba pasado de moda o era decadente… todo lo que sufrieron Lino Borges, Fernando Álvarez, Tito Gómez, y otros de su generación, que con carreras importantes decidieron quedarse en Cuba, pero después fueron objeto de resoluciones y decretos –siempre verbales– que indicaban lo que había que radiar: todo esto iba en contra de la música popular cubana, en especial la bailable. Así que decidí emplearme a fondo en hacer lo que creía. En esos años viene la vorágine grande, empiezan a aparecer éstos y otros sellos foráneos, que apoyan la realización de la Feria Cubadisco, también como elemento de la difusión, entre muchos otras acciones de promoción comercial, algunas impensables para lo que era Cuba entonces, que convierten a la timba y a sus principales exponentes en un fenómeno de masas, algo nunca visto hasta entonces.
RM: Tu implicación sobrepasa con mucho la mera labor del host o presentador, tu pasión es perceptible y habla de tu gran empatía con la música que proponías en sus programas y fuera de ellos, lo que te convierte en un promotor. ¿Veías esto como algo coherente con lo que hacías y querías?
JM: Mi labor trascendió la radio y la televisión: presenté espectáculos bailables con las principales orquestas timberas; fui el presentador de muchos eventos importantes, como los recordados conciertos del Team Cuba de la Timba en Varadero, el Paseo del Prado de La Habana y luego en Zaragoza, Barcelona, Gijón, Madrid, París y Hamburgo; también estuve entre los presentadores del evento El son más largo del mundo, que impuso un record que pretendió ser reconocido en el Libro Guinness. Asimismo, viajé a México para presentar el Festival del Son Cubano en Veracruz, a Perú presentando a Manolito Simonet y a la orquesta Camagüey, de Lima, que se ha dedicado a cultivar la música cubana y fui uno de los presentadores de las Jornadas de la Timba Cubana en el Festival Internacional Fiesta, en Roma. En Cuba, tuve igualmente el placer de presentar los primeros dos grandes conciertos de Cheo Feliciano con músicos cubanos como Issac Delgado, Pedrito Calvo, Mayito Rivera, Manolito Simonet y Los Papines, entre otros.
RM: A finales de los años 80, el sello Areíto comenzaba a registrar la inquietud de los jóvenes músicos que recibiendo influencias del jazz y del movimiento salsero neoyorquino y bebiendo de la tradición, experimentaban desde la novedad: los primeros discos de la timba cubana fueron vinilos de larga duración, donde ya se perfilaban elementos timberos. Los discos grabados por José Luis Cortés El Tosco con su Todos Estrellas, Issac Delgado, La Charanga Habanera, y otros. Eres un gran conocedor de la música cubana. Viviste esos años con una intensidad y una presencia mediática incomparable. Quisiera tu valoración sobre ese momento de la música cubana. En tu opinión, ¿cuáles crees que fueron las agrupaciones determinantes entonces y que hayan podido asegurar una trascendencia de la discografía de la música cubana?
JM: Hay una eclosión de fuerza creativa entre los músicos jóvenes, la mayoría de ellos egresados de las academias, de las escuelas de arte, y entre los que el jazz tiene una influencia tremenda. De hecho, algunos de los principales creadores de las primeras composiciones, como José Luis Cortés El Tosco y Germán Velazco, venían de Irakere, el ícono del jazz afrocubano. Pero todos, absolutamente, venían de abajo, de vivir y convivir con la tradición popular en los barrios, etc. Las orquestas que rápidamente ascienden en el favor popular son NG La Banda, de José Luis Cortés; Issac Delgado, La Charanga Habanera, de David Calzado; Paulo FG y su Élite; Manolín El Médico de la Salsa, que se unen a otras dos bandas no precisamente timberas, pero que incorporan temas al calor de este movimiento: Juan Formell y Los Van Van y Adalberto Álvarez y su Son. El defensor del changüí, Elio Revé con su Charangón no hace timba precisamente, pero una obra suya, Mi salsa tiene sandunga, inmensamente popular como tema del programa Mi salsa, lo hace merecedor de figurar en el repertorio timbero. Después se suman otras nuevas formaciones, algunas de ellas creadas por figuras escindidas de estas agrupaciones principales, como Danny Lozada, Rojitas, Héctor Valentín, Yumurí y otros.
RM: ¿Por qué crees que fracasó la timba?
JM: La timba fracasa por su alto grado de elaboración, que parece imposible de decodificar para el bailador no cubano. Por un lado, lo maravilloso de la timba –esa carga tremenda de jazz y de experimentación– que paradójicamente, se convierte en un hándicap. Y una cosa que también contribuyó, quizás sutilmente, con ese “aldabonazo” en contra de la timba fue, otra vez, la nueva trova. Otra vez la nueva trova se sintió agredida, como se había sentido agredida en la época de los boleristas que te comentaba y del emergente pop cubano. Era muy evidente en el caso de la timba, porque los trovadores quedaron apagados; ten en cuenta que si en los años 70 e inicios de los 80 los jóvenes coreaban todas las canciones de la nueva trova y se las sabían de memoria, conforme fue pasando el tiempo, a finales de los 80 y ya en los 90, la gente lo que coreaba no era la trova: era la timba. Recuerdo que en una de las entrevistas que le hice a Amaury Pérez Vidal por aquellos tiempos me dijo: “La gente está necesitando música para pensar, no música para bailar”. Pablo Milanés y Silvio Rodríguez ya eran y seguían siendo quienes son: unos clásicos dentro y fuera de Cuba, pero muchos otros, los que no llegaron a ese renombre internacional, estaban apagados. Y creo que esa fue otra de las cosas que contribuyó al declive “oficial, por decreto” de la timba, sumado todo esto al famoso incidente que involucró a Michel Maza y La Charanga Habanera en la explanada de La Piragua, y que hoy se sabe fue de alguna manera provocado para silenciarlos en el momento más alto de su popularidad.
RM: Ciertamente, fue un momento único de la música popular cubana, donde las orquestas además de una sonoridad de mucha pegada, tenían líderes jóvenes, carismáticos y que explotaban mucho su visibilidad mediática. Recordemos la rivalidad entre Paulo FG y Manolín, El Médico de la Salsa, una especie de antecedente de las tiraderas entre los reguetoneros. Evidentemente, ese liderazgo que era individual y también colectivo tenía que molestar a algunos.
JM: Así fue. Sólo te cuento una anécdota: el centro nocturno La Cecilia, cercano a la Playa de Marianao, se convirtió durante mucho tiempo –y después del Palacio de la Salsa en el hotel Habana Riviera–, en el sitio obligado de la timba, el de mayor popularidad y afluencia de bailadores. En La Cecilia yo fui el presentador, llegué ahí a propuesta de Issac Delgado. A iniciativa de Juan Formell, acogida por los demás líderes de bandas, allí se hizo una serie de conciertos para recaudar fondos para la reconstrucción del teatro Amadeo Roldán, otros para la impresión de los Cuadernos Martianos, pero curiosamente, el día de la reinauguración del Amadeo ni un solo músico de la timba fue invitado. Fueron semanas y semanas de actuaciones con estos fines. Y estas iniciativas nunca fueron focalizadas por la prensa. Esto se suma a los recelos que ya despertaba el movimiento timbero representado por sus singulares líderes.
RM: Todos reconocen que impusiste un estilo muy personal y hoy muy seguido por nuevos locutores y presentadores. ¿Quiénes te han influído?
JM: En el estilo conversacional de entrevistas y hacia el público, sin dudas, mi referente entonces fue Franco Carbón. Para elegancia, recuerdo el programa Ritmos con Jesús López Gómez, el legendario presentador del programa de la Orquesta Aragón en Radio Progreso, a quien seguí muchísimo.
RM: ¿En qué crees que radicó tu éxito durante esos años?
JM: Puse en práctica lo que yo consideraba que estaba ausente en la difusión de la música popular cubana: documentar cada figura, cada tema, cada autor, cada disco. Traté de interpretar el arraigo de esa música en la gente y traté de defenderlo. Ni siquiera puedo decir que me implicara o me decantara por ésta u otra orquesta de manera personal: simplemente defendí y exalté lo que consideré que lo merecía.
Hace años que Joaquín Mulén dejó el mundo de la música latina como elemento central en su carrera en los medios, que hoy transcurre en España. Pero su etapa en la radio y la televisión será para los cubanos, la más recordada e impactante. Como el jazz tuvo a Symphony Sid y la salsa, a Izzy Sanabria, la timba cubana tuvo en los 90 a Joaquín Mulén como voz comunicante y estilo de identidad.