La génesis del Minyo Cumbiero
Indagamos más sobre la historia que originó el Minyo Cumbiero: From Tokio to Bogotá, un encuentro memorable de la tropicalía trasatlántica contemporánea.
A estas alturas de la cuarentena ver a través de la pantalla a más de una docena de músicos hacinados en un mismo cuarto, genera nostalgia, si no es que envidia. Mal contadas, hay 16 personas en aquella habitación del estudio Mambo Negro en el barrio Teusaquillo en Bogotá. Es una tarde a finales de julio del 2019 y del clarinete de Marco Fajardo y el saxo de Koichiro Osawa empiezan a dibujar una reversión de “Cumbia del monte” de Pedro Laza y sus Pelayeros e interpretada por Pascual Rovira; sólo que esta vez su voz ronca de juglar ya no dice Vamos, vamos a bailar, que en la playa está el fandango. Un negrito, una negrita, que en la orilla está bailando, sino un fraseo más dulzón y traducido en un acento japonés difícil de imitar.
En la habitación hay seis colombianos y ocho japoneses. Los primeros, los locales de Frente Cumbiero y los visitantes, los atrevidos de Minyo Crusaders. Juntos, en un periodo de 48 horas, conspiraron una de las mezclas más visionarias de la tropicalia trasatlántica contemporánea, bautizada como Minyo Cumbiero: From Tokio to Bogotá y que hoy finalmente ve la luz completamente en un EP memorable y de colección.
Para que este junte fuera posible, se tuvieron que alinear muchos astros a lo largo de varios años. El primero con la publicación de un vinilo de 45 rpm de Frente Cumbiero publicado por el sello japonés Okra, lo cual tiempo después, a finales de julio de 2018, desembocó en la primera visita del comandante del sabor y su cuarteto al festival Fuji Rock. Pero todo esto se dio gracias también a la labor de Alejandra Gómez, directora de Biche y manager de Frente, quien ya se codeaba con el booking en el festival y en conjunto con el sello. Esa labor y el acercamiento de Mario, lograron una gira amplia por el país asiático en un esfuerzo conjunto. Sabiendo con anterioridad que íbamos a ir a Japón, yo me puse en la tarea de contactar al “parche” de allá que estaba acercándose a las vueltas tropicalistas, a las cumbias, a los vinilos latinoamericanos y entonces dí con una gente que desemboca en el sello Okra. Resulta que en el primer concierto, al final del show, se nos acercaron unos chicos con un disco a decir que les había gustado mucho. Nos tomamos una foto, una cerveza, hablamos un momentico y hasta ahí llegó la cosa, cuenta Mario Galeano. Más tarde, ese mismo día, los mismos que aparecían en la foto que se habían tomado horas antes estaban en tarima. Después de verlos con toda la banda quedamos muy “tramados” con el sonido de ellos. Fue el mejor show que vimos en ese momento en el festival y desde ahí quedamos conectados, agrega Galeano.
Lo que siguió de ahí fue una suerte de relación epistolar de enviarse discos de un lado al otro. El cerebro detrás de Frente Cumbiero, cuenta que le resultaba increíble la manera en la que Minyo Crusaders abordaba el acercamiento a lo tradicional con esas influencias del Caribe y lo empezó a compartir con sus amigos. Aquí empieza la segunda alineación calculada de los astros. Dio la casualidad que a Chucky García (programador y curador artístico), le pareció muy interesante para el festival Colombia al Parque. Pero transportar de Japón a Colombia a 15 músicos no empataba precisamente bien con el presupuesto del festival. Aquí entra otra pieza clave en la historia que dio como resultado el junte. Ximena Guerrero, programadora de la franja de conciertos que ofrece la Universidad de los Andes, luego de hablar con Chucky, fue la encargada de juntar el Centro de Estudios Japoneses de la universidad, con la embajada de Japón y su presupuesto para completar la titánica -y costosa- tarea de subsidiar los pasajes, el show y la estadía en Bogotá, que además resultaría siendo su primer show fuera de Japón y el inicio de un circuito por varios festivales del mundo.
En septiembre del 2019, en el estudio de Mambo Negro, con 14 músicos dentro de un mismo cuarto y en 48 horas, se dio vida a algo más que una combinación de dos bandas reinterpretando canciones tradicionales como Tora Joe y Opekepe que hacen parte de antiguos festivales japoneses, o Cumbia del Monte Fuji, que es una readaptación de Pascual Rovira, interpretada por Pedro Laza y sus Pelayeros, o Mambonegro Daisakuseen que es un boogaloo derretido, extasiado y sudoroso, inspirado en videojuegos nipones. No. Más allá de este clásico instantáneo, existe un puente que hermana dos territorios en un mundo que constantemente traza límites absurdos que en vez de juntar nuestras diferencias nos apartan aún más. De hecho, parte de la razón por la cual se hizo una selección de covers y no unas versiones originales de canciones nuevas fue, según cuenta Mario Galeano, porque el concepto de Minyo Crusaders es hacer reversiones que rescaten la tradición de lo que suena incluso en los pregones de las calles, como es el caso de Opekepe.
En medio de esta conversación y de este puente que se traduce en reinterpretaciones tradicionales, entra también el tema cada vez más reflexivo de la apropiación cultural. Sobre esto, la cabeza de Frente Cumbiero comenta que este es un proceso que Minyo lleva haciendo desde hace mucho y ellos vienen de un sitio muy parecido al de nosotros y es que se han acercado a estas inquietudes a través de los discos, son coleccionistas de vinilos, DJs y tienen una mirada bastante particular de cómo las cosas pueden encajar unas con otras. En el ámbito de la apropiación cultural, dice, es uno de los grandes dilemas contemporáneos. Siempre es interesante ponerlo al lado o como antagonista del multiculturalismo. Entonces tenemos por un lado una mirada multiculturalista y por el otro lado una mirada de apropiación cultural y encontrar ese punto medio es muy complejo y además atraviesa lo filosófico, lo político y lo económico.
La conclusión, al final, resulta ser un proceso de investigación de ambas partes por entender su posición, su conocimiento y poder transformarlo y materializarlo en un “junte” que dio como resultado estas cuatro canciones, pero que además abre la posibilidad de ampliar el espectro y generar un efecto dominó en el que una cosa lleve a la otra, o mejor, una banda lleve a la otra y esta a otras más de su escena, hasta que el mercado asiático vea en esta unión la entrada a más tropicalista de este lado del mundo y viceversa.
Minyo Cumbiero, lejos de ser la colaboración que se ha impuesto desde la industria mainstream, es quizás la apertura del “lado b” de la música latina menos difundida y reconocida, a una de la naciones más consumidoras de música del planeta. Es un mercado al que estamos muy contentos de llegar porque se nos amplía ese círculo, pero también porque más allá del mercado hacer esta colaboración con nuestros hermanos lejanos de oriente tiene que ver con nuestro mestizaje y ese factor tan importante de la cultura y la influencia que nos llegó a través del estrecho de Bering, porque incluso se habla de viajes en barco desde China, Corea, Japón hasta América. Entonces poder enlazar ese lado de nuestra historia y esas uniones ancestrales de la melodía me parece muy chévere porque siempre hemos intercambiado con públicos europeos y latinos, dice Mario.
Quizás después que la pandemia termine a nivel mundial, Minyo Crusaders y Frente Cumbiero hayan establecido un puente directo que nutra y ayude a fortalecer ese vínculo trasatlántico. Mientras tanto viajemos a esa geografía surreal que proponen estas cumbias japonesas: