Era muy difícil que “Rompan Todo: Historia del Rock en América Latina” contentase a todos.

Pero, a pesar de las buenísimas cifras de audiencia, la serie documental que estrenó la plataforma Netflix hace apenas un par de semanas, parece que no ha contentado a (prácticamente) nadie.

Quizá no haya que ser tan injustos: el documental ha conseguido que decenas de artistas y la historia de América Latina se cuente a través de los ojos del rock. Pero, lo cierto, es que lo que se está poniendo en tela de juicio es la construcción del relato: el peligro de que esta sea la historia oficial, cuando claramente no es la historia definitiva, y hay varias cuestiones como mínimo peligrosas en el relato final.

Seamos claros: hay una serie de imprudencias que se cometen en “Rompan Todo”, y que llama la atención que, especialmente el productor ejecutivo y una de las personalidades más omnipresentes en todo el relato del documental, Gustavo Santaolalla, no haya tenido en cuenta. El tiro, aunque funciona bien a nivel audiencia y repercusión global, parece que le salió por la culata a uno de los mayores iconos de la historia de la música latina.

UNA LANZA A SU FAVOR

Si de romper hablamos, rompamos una lanza en su favor: la supuesta intención del documental es narrar el nacimiento del rock en Latinoamérica y, consiguientemente, la forja de una identidad, la evolución y el momento presente que vive el rock en la región.

Casi setenta años de historia, con centenares de horas de entrevistas y archivo documental, que es muy difícil sintetizar en seis capítulos de poco menos de una hora cada uno: representar a todos los países, todas las sensibilidades, decidir qué artistas y qué contenidos merecen espacio y cuáles no y, además, que todo el relato tenga coherencia, no es nada fácil.

Seguramente los productores sabían que, una vez emitido, tanto los ausentes como los presentes levantarían el dedo para reclamar un trozo de la tarta más grande. Al fin y al cabo, es la primera vez que se realiza una serie documental de tal magnitud, y el relato que se cuente en él va a tener un carácter relativamente “oficial”, sobre todo para el que se asome a ello sin tener mucho conocimiento previo sobre el tema y la historia del rock latino.

Lo cierto es que, a pesar de que tiene un gran ritmo fílmico y un valor historiográfico interesante, quizá lo mejor del documental es la construcción de una narración de la evolución del rock en la región que va en paralelo a los conflictos sociopolíticos, especialmente las dictaduras, censuras y persecuciones que el rock ha vivido entre los años ’60 y ’80, ambos inclusive. Ese valor sociológico e historiográfico que tiene “Rompan Todo” sirve para contar la historia del continente en las últimas seis o siete décadas; pero, a la hora de construir un relato realista de la historia del rock latinoamericano, hay varios sesgos peligrosos e imprudentes.

 

 

¿CUÁLES SON LOS LÍMITES DEL ‘ROCK’?

Quizá habría que empezar por ahí. Hay momentos en que se debate sobre la etiqueta de “rock”, sobre la genealogía de su sonido, sobre los artistas que se adscriben a este movimiento y los que no; e incluso el propio Fher Olvera, líder de Maná, uno de los grupos cuestionados por aparecer en el documental, invita a reflexionar sobre si son rock o no.

Pero, más allá de la presencia o no de Maná, hay varios momentos en los que uno se pregunta por qué sí se incluyen a algunos y no a otros. Que Julieta Venegas, Calle 13 o Bajofondo tengan presencia en el documental (y no una presencia menor, concretamente) ha abierto muchos debates. ¿Por qué están estos artistas y no tantos otros? ¿Ha sido más rockera y representativa universalmente Julieta Venegas que Shakira, por ejemplo? ¿Ha sido Bajofondo más fundamental en el nuevo tango que Piazzolla? Una pista: Gustavo Santaolalla produjo los dos primeros álbumes de Venegas; y es uno de los líderes de Bajofondo.

Incluso si queremos dejar pasar esto y tomárnoslo como algo testimonial, o una manera de incorporar a proyectos de “espíritu rock” pero de sonido con una idea de fusión vanguardista más avanzada… ¿por qué no hay menciones al reggae, el ska, el funk? Todos ellos, géneros muy apegados a la cultura rock en Latinoamérica en los años ’80 y ’90, con artistas muy importantes como Panteón Rococó, Cultura Profética, Los Pericos, Los Cafres…

Y algo mucho más doloroso e inexplicable: la prácticamente ausente mención al punk y al heavy metal. Apenas se habla de ello cuando intervienen Stuka, líder de Los Violadores, grupo pionero del punk en Argentina; y Juanes, presente sobre todo en la época en la que se habla de Ekhymosis en sus primeros años, más cerca de una órbita metalera. Y eso es todo el punk y el metal latinoamericano del que se habla.

EXCESO DE SANTAOLALLISMO Y JARDÍN DE AUSENCIAS

La principal crítica reside precisamente en eso: que el productor ejecutivo sea Gustavo Santaolalla ha tenido mucho que ver en el relato que se construye de la historia del rock latinoamericano. Ha levantado mucha polvareda algunas declaraciones que hace sobre Charly García en un tramo del documental; pero es que, además, y aunque ha sido y sigue siendo un artista capital en la forja del rock argentino y ha firmado algunas de las producciones más importantes del rock latino, quizá hay demasiado autobombo.

Hay algo de desequilibrio en la presencia de artistas protegidos y/o producidos por Santaolalla. Por mucho que haya sido un grupo fundamental en la identidad del rock mexicano, lo cierto es que la cantidad de minutos que se le dedica a Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio o a Café Tacvba están muy por encima de otros artistas que apenas aparecen. Y la presencia de un grupo absolutamente menor en la historia del rock latino como Wet Picnic, que compartía Santaolalla con su socio Aníbal Kerpel, es de traca.

Ni hablar de que no estén presente grupos como Caifanes o Jaguares, por ejemplo; pero que de lo único que se hable de Fito Páez sea de su etapa de “El amor después del amor”; o que la única aparición de Andrés Calamaro sea con sus bandas Los Rodríguez y Los Abuelos de la Nada, obviando álbumes fundamentales como “Alta suciedad” u “Honestidad Brutal”; o que de solistas como Mon Laferte, Javiera Mena o Natalia Lafourcade apenas entren en una serie de diapositivas finales de “artistas femeninas”; o que ni siquiera se mencione el movimiento de punk medallo que aconteció en el Medellín de los años ’80; o que pareciese que la carrera de Spinetta acabase en Pescado Rabioso, obviando otros cuarenta años de trayectoria; o la ausencia de iconos del rock uruguayo como No Te Va Gustar, grupo de estadios desde hace al menos una década; o que el ultramasivo rock barrial argentino, con bandas como La Renga o Los Piojos, que han llenado estadios de fútbol durante muchos años, no tenga apenas mención en el rock de los años ’90…

Puede que no se le pueda dar espacio a todos, pero el desequilibrio a la hora de definir un relato de rock latinoamericano sin mencionar movimientos, artistas o momentos absolutamente fundamentales en la historia y el devenir del rock en español deja a los productores en un lugar, como mínimo, cuestionable.

¿CUÁLES SON LOS LÍMITES DE AMÉRICA LATINA?

Parecía fácil agarrar un mapa, pero no lo ha sido para los productores del documental. En ocasiones, parece como si Brasil tuviera una entidad propia, no formase parte del cono sur de América Latina. Como si fuese un apéndice al sur, un territorio neutro con el que no hay conexiones y no hay que considerarlos ‘latinos’. ¿Qué son, entonces?

Si el objetivo de “Rompan Todo” era narrar la historia del rock en castellano, quizá el subtítulo adecuado hubiera sido “Historia del Rock en Castellano en América Latina”. Pero se supone que lo que se cuenta es la “Historia del Rock en América Latina”.

Se pasa absolutamente por encima del rock hecho en Brasil: posiblemente de las primeras grandes factorías de música rock en América Latina, cuando allá por los años ’60 la MPB (Música Popular Brasileña) y artistas como Os Mutantes, Novos Baianos y las evidentes conexiones de nombres como Caetano Veloso, Gal Costa o Gilberto Gil han tenido con aquellos primeros años de rock. Y ni hablar de grupos y artistas formalmente rockeros, desde Os Paralamas do Sucesso, Titãs, Legião Urbana o Cazuza, entre otros.

Otro debate que hay en torno a la territorialidad ha sido la escasa presencia de países como Perú, Uruguay y Colombia, casi testimoniales en el cómputo global; y la ausencia de muchísimos países. Lo cierto es que, teniendo en cuenta que incluso se ha dejado fuera a artistas fundamentales de los principales centros rockeros (Argentina y México), es entendible que, sabiendo que no ha habido grandes iconos fundamentales del rock en países de Centroamérica (Calle 13 son los únicos representantes de esta zona) o en países como Venezuela, Paraguay, Bolivia o Ecuador, se hayan quedado fuera.

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