Contaré un secreto. A menudo me da vergüenza lo que ignoro. No recuerdo las formaciones completas de las bandas de Duke Ellington o Count Basie, las de Benny Moré o las de Sun Ra. Luego me pongo las gafas, saco mis discos favoritos, y la lupa, e intento asociar los nombres con esos sonidos que me siguen cambiando la vida. Cuando vi por primera vez en acción a los músicos de Isaac Delgado en una jam en el Café Berlin en Madrid a finales del siglo pasado, me caí de culo, tardé meses en distinguir a los pianistas: Pepe Rivero, Ivan Melon Lewis y Javier Gutierrez Masó Caramelo. El bajista Alain Pérez se comenzó a destacar en los Piratas compartiendo con Javier Colina.

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Recuerdo la cara de satisfacción de Bebo Valdés cuando me contaba en una cafetería de Gran Vía que la noche anterior le habían nombrado Pirata del flamenco. Bebo mostraba orgulloso una cinta en su muñeca que lo acreditaba. Los Piratas eran Jerry González, Niño Josele, Javier Colina, Alain Pérez, Caramelo, Piraña

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Una noche me enviaron a hacer una crónica de un grupo de rock hipermoderno. La verdad es que no me impresionó, pero uno es un profesional. Esa misma noche me pasé por el Clamores y ahí estaban los Piratas, me crucé con Andrés Calamaro con los ojos húmedos de la emoción. Al día siguiente hice la crónica del grupo “megamoderno”, supongo me salió escéptica. Un lector afeó mi conducta porque al final contaba que lo mejor de la noche había ocurrido en el Clamores. “Ese es tu problema” decía y era verdad. Es mi problema y el del periodismo madrileño que se mostraba incapaz de contar lo que estaba ocurriendo debajo de sus narices. En esas sesiones de los Piratas me encontraba con colegas (no muchos, Javier de Cambra, Chema García…) a los que les pasaba lo mismo que a mí. En las redacciones no les interesaba que la historia de la música estuviera cambiando.

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Eso me recuerda una anécdota protagonizada por Charlie Mingus, estaba tocando en un club en los primeros días del free-jazz. Los músicos competían con los clientes por hacerse escuchar. Mingus se hartó, paró la música, impuso un silencio y dijo:

– Si piensan que lo que hacemos es raro, ¿por qué no se miran a sí mismos?

Ah ¡los hipsters! ¡Qué majos! Supongo que en ese café nació la leyenda. “Soy raro y escucho música rara”.
Pues eso. Pero el caso es que la música que nació en Madrid en esos días alcanzó un nivel de notoriedad planetaria. Paco de Lucía y Calamaro ficharon a la misma banda (no de la misma manera, claro que en ambas bandas estaba Antonio Serrano y su armónica). Bebo Valdés hizo con Diego El Cigala ( y Javier Colina) el Lágrimas Negras. ¡Cataplúm! Éxito universal.

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Una noche flamenca en Dakar (Senegal) Javier Colina me susurra al escuchar por tercera vez Lágrimas Negras:

– Debe ser el único disco que tienen.

Ya ven, nuestros mejores músicos, a veces, hablan como los hipsters.

A lo que íbamos. Alain Pérez ha sido uno de los protagonistas de los cambios sonoros de la música de Madrid. Por eso la entrevista comienza por La Habana. Hay una segunda parte en la que se sigue hablando de flamenco y de música cubana.
Seguiremos informando.

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