Una peli, tres citas y un pasmo. Olga Pericet
“La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora”.
No soy un especialista en danza y lo del baile flamenco me llega inevitablemente por los oídos. Quiero decir que, si te metes en el flamenco, el baile te llega y acabas viendo y apreciando a los genios por encima de todo y de todos. En doce días he visto a Olga Pericet en tres espectáculos diferentes. Dos en Nueva York y el último en Madrid y estoy rendido a sus pies. Por ahí, por los pies, comienza su último espectáculo “La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora”.
Aunque ¡TSK!, el título de la obra resulta demasiado largo, muy narrativo para ser abstracto. Hay que aprender del cine. Raoul Walsh tituló en 1941 “Murieron con las botas puestas” con un par, el título te cuenta que la película acaba mal y además cómo. Hay que ver la peli y ahí te enteras por qué Custer muere en Little Big Horn a manos de la tribu de Caballo Loco.
© Alejandro Mallado
Al tema. El escenario está cortado por una espina y llueven zapatos sobre una escena que hubiera firmado Dalí si hubiera sido mujer y bailaora. ¿Surrealismo?
El programa dice: “viaje personal que nace de las heridas y los besos. Lo real y lo onírico”. Así que es un viaje al interior del cerebro.
Olga duda entre ser flamenca y contemporánea, clásica o moderna. ¿Meterse en el cerebro de otra persona? Nos metemos en sus zapatos mientras ella se los zampa.
Elige zapato por montera.
© Alejandro Mallado
Escena goyesca con castañuela moderna, al rato muda en muñeca autómata. Sale la bis cómica, el gag. Imaginen al Chaplin melodramático intentando arrinconar a Charlot en el fondo de su mente. Olga no va buscando el gag, le sale de contínuo pero hay mucha disciplina detrás, así que se organiza los chistes.
Aparece una mesa, casi de billar, se reúne la compañía a su alrededor. Al toque Antonia Jimenez y Pino Losada, al cante Miguel Ortega y Miguel Lavi. Jesús Fernández hace del gallo de corral mientras Olga está a un paso (de baile) de poner un huevo.
Pino, aspecto de trash metal, toca la sonanta con la energía del sepulturero. ¿Quién será ese Diego que lleva tatuado en el brazo? Por el otro lado Antonia equilibra la balanza de género (y de la rabia) y toca su guitarra, dulce, en el reverso. Antes de afinar se aplica el carmín. Luego brindan.
El momento más sensorial de la velada se produce en el final de las guajiras en las que la bailaora es mecida por el aliento del cante, buen cante que acompaña toda la función. Un instante que intuimos en New York City Center en “la Gala Flamenca” y que aquí se muestra mejor perfilado.
Flash back 1. Día 9 de marzo 2017 Nueva York Flamenco Festival
“Gala Flamenca”
A mi lado se sienta Chano Domínguez que me cuenta que ha cambiado la costa oeste por Nueva York y que tiene banda flamenca en la ciudad. Se abre el telón. La voz de Rocío Márquez funciona como hilo conductor de una coreografía de Manuel Liñán que tiene el dinamismo de Broadway (literalmente a tiro de piedra). Hay cuatro estrellas de la danza: Juana Amaya, Olga Pericet, Patricia Guerrero y Jesús Carmona. Cumbre. Me encandilan las guajiras de Olga.
Tras el concierto de Alfonso Aroca la noche del 11 de marzo nos encontramos en el “Guantanamera” un restaurante con orquesta cubana cerca de la Calle 54. Olga le cuenta a un compadre del zapato que necesitaba “echarse un baile”. Hay que despojarse de un espectáculo para enfrentarse con otro. Creo.
Flash Back 2. Día 12 de marzo 2017 Nueva York. Compañía de Olga Pericet
“Pisadas”
El espectáculo nunca deja el flamenco así que cuando aparecen los elementos “contemporáneos” no tardan en integrarse en el compás. Olga deslumbra con el traje corto, de nuevo. Le suenan los adornos de la chaquetilla torera y se enfrenta a una fiera a ritmo de garrotín. Asombro.
Pasmo. Día 23 de marzo 2017. Madrid. Ellas crean.
“La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora”.
El espectáculo ha sido estrenado hace unas semanas en el festival de Jerez en el que está presente la brigada mundialista del tacón. Estudiantes de baile.
Olga no solo baila, maneja la bata de cola con ese enganche a la tradición que exige crear, y ella se envuelve y se vuelve cola y trata los objetos como si fueran su misma piel y le da la vuelta del revés, al vestido, y apareces en misa, desnuda.
Lo que son las cosas. Hace una semana no sabía nada de Olga, ahora salgo de sus sueños a los míos
¿Una pesadilla? Hemos pasado de un teatro de 2000 butacas lleno durante cuatro días en Nueva York a un teatro para 250 en Madrid. No sé lo que significa, no sé cómo hay que valorarlo. No lo entiendo.