Hay suficientes divas en el mundo, pero solo hay una Aretha Franklin. La voz de Aretha Franklin es una de las grandezas de la música americana. Su tono de mezzosoprano con increíble nivel, es una fuerza de la naturaleza. Sin embargo, lo que la convierte en una de las cantantes más grandes de la historia es el conocimiento y dominio con que emplea esa fuerza.

Ágil, sensual e insinuante, su voz se funde con igual categoría en el gospel, soul, jazz y rock porque posee un espíritu de improvisación más allá de los géneros. De hecho, todos esos géneros encuentran una rica expresión en su repertorio, pero su pasión por el soul convirtió a Aretha en The Queen of Soul o simplemente, Lady Soul.

Franklin en algunos conciertos -y he tenido la suerte de verla- es la calma regia con un toque de funk. Es una suerte de ola que va y viene para acabar rompiendo con estruendo en la orilla. Suave, profunda y susurrante va tejiendo notas mientras toca el piano.

A su padre un pastor llamado C.L. Franklin, se le llamo “La voz de un millón de dólares” y ella podría haber heredado el legado de Mahalia Jackson como Reina del Gospel o bien seguir el camino de Billie Holiday en el blues o el de Sarah Vaughan en el jazz.

En los años 70, además de ser una de las más grandes estrellas internacionales de toda la música pop, Franklin también era un símbolo de la Black America, reflejando la creciente conciencia y orgullo de los afroamericanos. Naciendo en un coro y defendiendo su raza no es de extrañar que dos de los momentos más emocionantes de su vida hayan sido cantar para Obama y para el Papa Francisco.

En Young Gifted and Black (1971) apuntaba hacia el orgullo y defensa de raza, así como Live at Fillmore East, con Ray Charles. Pero ninguno alcanzó la magnitud de su álbum doble de música gospel, Amazing Grace (1972), que representaba un retorno a las fuentes de su inspiración y a las raíces de la propia música soul, con una Franklin verdaderamente trascendental.

La artista más grande de todos los tiempos, como la llamó la revista Rolling Stone, la reina Franklin dice que ella ha aprendido de gente que canta de verdad: Etta James, Mahalia Jakson, Clara Ward etc. Comenzó en un coro. Y quizás por eso canta alto, claro y con sentimiento.

Hace 43 años el gran director Sidney Pollack, dirigió un documental del concierto Amazing Grace de góspel que Franklin ofreció en la Iglesia Baptista de Los Ángeles.

Pese a que ninguna de las divas que protagonizan documentales ha tenido un director de su talla, ella se niega a que pueda estrenarse y boicotea esas dos noches de auténtico soul y música, del cual se grabó un álbum para la historia consiguiendo, un doble platino. Este año ha conseguido retirar su estreno de festivales internacionales.

Amazing Grace son 20 horas de música que duerme en el limbo de los justos. Franklin dice que le gusta, pero que el sonido no está sincronizado. Pero además del sonido y del sentimiento, también está el money. Por un quítame allá 880.000 dólares, la estrella está dispuesta a ponerse unos tapones en los oídos.

En el documental se ve a meciéndose en la parte posterior de la iglesia a Mick Jagger y Charlie Watts (que, estaban a punto de grabar Exile on Main Street, el más abiertamente álbum de gospel de los Rolling Stones). “Yo había visto Aretha muchas veces en concierto,” dijo Jagger a The Hollywood Reporter”, pero esta era la primera vez que la había visto en una iglesia. Fue una ocasión emocionante y única.”Aretha ha ganado 18 premios Grammy (ocho de ellos consecutivos) el más reciente en 2006, A Home is not a Home, en el álbum tributo al malogrado Luther Vandros.

Su voz fue declarada un “tesoro natural” por el estado de Michigan. Franklin continúa siendo The Queen of Soul. También en mi santoral.