Billie Holiday canta como si fuera un eco con una voz llena de dureza y ternura. “Mi corazón tiene un dolor / Es tan pesado como una piedra”. Fue la más grande, pero no por su voz sino por su estilo arrebatado y diferente. Y pese a ello, esta mujer fue capaz de vivir en la cima del jazz golpeada por la desgracia.

Un amigo dijo, “ella era su peor enemigo”, invitaba a la dominación y maltrato. A pesar de ello, convirtió las tribulaciones en la fuente desafiante de fuerza. Sean cual sean sus aflicciones domésticas, permaneció, de pie regia en el centro de atención, con sus gardenias en el pelo, y una entrega en sus actuaciones de infarto.

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Nieta de esclavos y abandonada por su padre, la vida por repetida de las grandes de la música no deja de estremecernos. Abusos infantiles, prostitución y malos tratos es un repertorio como para que cualquier nota que saliera de su garganta nos deje el corazón como un barco a la deriva.

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Dicen que el dolor agudiza la creatividad pero opino que lo único que agudiza es el miedo, el temblor y más sufrimiento. Lo que ocurre que si tienes tanta desolación, tienes que aliviarla con sustancias de cualquier tipo.

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Por otro lado, al igual que algunas de las más grandes incluida Amy Winehouse, necesitan tanta afectividad que la ponen en manos de cualquiera. Billie se casó dos veces y los dos le maltrataron y robaron. El único caballero auténtico que conoció en su vida fue su perro Mister.

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Ella misma dijo en su autobiografía Lady sings the blues: “Puedes ir vestida de raso, con gardenias en el pelo y no ver una sola caña de azúcar en varios kilómetros a la redonda y, aun así, seguir trabajando en una plantación”. Lady Dy sabía de qué hablaba.

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Su propia raza la rechazó por su mal ejemplo, su discográfica en un primer momento su reivindicativa canción Strange Fruits. Hoy es es un himno de derechos que le costó algunos contratos. A pesar de sus excesos, nunca fue un juguete roto, sino una mujer que caminó por la vida sin desaliento, a pesar de las muchas piedras que se encontró -y le colocaron- a cada paso.

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A los 10 años ya estaba limpiando en un burdel que -cosas del destino- le permitió escuchar a Bessie Smith y Louis Armstrong en una jukebox que entretenía a la clientela mientras esperaban turno. Entonces se llamaba Eleanora Fagan: “Mamá y papá eran niños cuando se casaron, él tenía 18 años, ella 16 y yo 3. Pero él se largó y ella me quiso desde el mismo momento que se enteró de su embarazo mientras fregaba suelos”.

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A los 13 tuvo su primera actuación dejando al personal en estado casi catatónico porque Billie Holiday desde ese momento hizo de su voz un lamento de una profundidad apasionada y mágica, una sensibilidad realmente única e irrepetible. Se dice que nadie como ella pronunciaba con más emoción las palabras “love” o “baby”.

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Su forma de vida pasó factura a su voz,  y aún cuando en ocasiones sus trémulas notas parecían graznidos, su arte prevaleció. Un crítico observó: “Algunos dicen que lo hace Billie ahora no es cantar. Sea lo que sea, lo que consigue es hacer temblar”.

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Conforme pasan los años, Billie Holiday se distingue en el panteón de jazz, inimitable y triunfante. Por siempre viva, porque solo mueren los que no son recordados.

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