“Ya no estás más a mi lado, corazón, en el alma sólo tengo soledad, y si ya no puedo verte porque Dios me hizo quererte para hacerme sufrir más”.

Es la historia de un amor, una canción de despedida, un epitafio, un intenso recuerdo de una mujer que había partido para siempre. Esas líneas y las siguientes en forma de bolero se las entregó con un abrazo sentido Carlos Eleta Almarán a su hermano Fernando que acaba de enviudar.

“Siempre fuiste la razón de mi existir, adorarte para mí fue religión, y en tus besos yo encontraba el calor que me brindaban el amor y la pasión”.

Mercedes estaba enferma de polio y estaba embarazada. Estando a punto de dar a luz su enfermedad se agudizó y anticipándose a lo que pasaría y antes del dictamen de los médicos, le pidió a Carlos en su lecho de enferma que cuidara de Fernando, que no lo dejara solo ahora que tanto necesitaba de afecto y seguridad. Al poco tiempo falleció.

“Es la historia de un amor como no hay otra igual, que me hizo comprender todo el bien, todo el mal, que le dio luz a mi vida apagándola después. ¡Ay que vida tan oscura!, sin tu amor no viviré”.

Corría el año de 1954 y Eleta Almarán trabajaba en sus empresas de distribución y comercio tabacalero en Panamá, en tiempos de la creación de zonas libres y del gobierno militar de Remón Cantera. Eleta era panameño, hijo de españoles, brillante estudiante de administración y un eficaz empresario. Pero en las noches cálidas de las costas del Caribe su inspiración no tenía límites, y amante del bolero como era, se dedicaba a escribir.

Todo tenía un pretexto, un punto de partida nacido de las pasiones que veía a su alrededor y de los dramas que leía en los diarios. Cuando sus canciones salieron a la luz, empezó a firmar como Carlos Almarán, intentando crear una figura distinta, romántica y bohemia, alejada de su perfil empresarial. Pero todo el mundo lo reconoció en seguida y Nostalgia y Lejos de Ti fueron asociadas a la misma persona que comerciaba con cigarrillos Chesterfield, entre otros productos.

Así las cosas, uno de sus empleados, Arturo Hassan, aunque siete años mayor, se convirtió en su mejor parteniere para componer estrofas y melodías. Una tarde, aturdido y abrumado, Hassan le contó a Eleta que la chica a la que pretendía se la había jugado, que lo había dejado plantado y lo que era peor, parecía que ni siquiera le gustaban los hombres. Y Eleta, comprensivo como siempre, le dedicó un bolero que decía: “Perdónala Señor, yo te lo pido, perdonad sus mentiras y traiciones”.

Sin embargo, esa y docenas de canciones más quedaron opacadas ante el impacto mundial que desató Historia de un Amor. Su primer intérprete fue el argentino Leo Marini cuando hacía parte del staff de la Sonora Matancera, pero quien la internacionalizó fue un español, Gregorio Barrios, un bilbaíno que grabó la canción en Medellín con un arreglo del talentoso Edmundo Arias. Casi al mismo tiempo, otro grande, Luis Arcaraz la grabó con su gran orquesta y en una de sus largas temporadas en los salones de Ciudad de México fue escuchada por otra argentina, Libertad Lamarque, quien también la grabó enseguida.

Era el tiempo del boom del cine musical mexicano, una gran industria que rodaba sin parar a las estrellas de la música y Lamarque era una de ellas. Así, Historia de un Amor se convertiría en un filme dirigido por Roberto Galvadón y que fue también conocido con el subtítulo de Cautivos del Recuerdo. Lo protagonizaron Libertad Lamarque, por supuesto, y el galán de moda, Emilio Tuero. La escena de Lamarque con su vestido de satín cantando el bolero en un estudio de grabación es uno de los momentos cumbres de aquel cine musical del recuerdo.

Carlos Eleta Almarán hizo muchas cosas en su vida. Fue hombre de radio y de televisión, coleccionista, presidente del Partido Laborista de Panamá, representante hípico y apoderado de boxeadores en tiempo de Mano de Piedra Durán. Sin embargo, nada fue tan grande como su carrera de compositor, y en ella ninguna canción fue tan famosa como Historia de un Amor; hoy tras su muerte a los 94 años convertida en su propio epitafio.

Lo sobrevive su legado y su amplia familia, y entre ésta su sobrina Alejandra Fierro Eleta, Gladys Palmera.

José Arteaga.

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