“Elvis está vivo… y es hermosa”. La frase es de Madonna; la aludida, Kathryn Dawn Lang, más conocida como K. D. Lang,  ella quiere que se escriba con minúsculas. Apareció en los 90’s y todo el mundo estaba encantado con Lang. Incluso la rubia ambición le tiró muchos tejos.

Tiene una de las más voces más admiradas de la música, empezó a cantar con cinco años y estuvo toda la niñez rodeada de pianos que sonaban en en su casa.

Se dio a conocer como exquisita cantante de country estilizado, tuvo fortuna como artista pop, flirteó con la electrónica y hasta ha probado suerte con los otros géneros, grabando a dúo con Tony Bennett. Para ella, tal eclecticismo no supone conflictos: “soy una intérprete que va cambiando de trajes, en lo musical y en la ropa. Si empecé con el country fue por cuestión estética: me gustaban los trajes vaqueros.”

Ella nació en la campiña canadiense y cuando tenía doce años, su padre se escapó con la vecina de la casa de al lado y jamás volvió. Con esa edad, ya tenía dos puntos bien claros: le gustaban las mujeres y le gustaba cantar. Su primera banda se llamó Reclines y su mito fue Patsy Cline, un mito del country, muerto en accidente de aviación.

K. D. Lang se ganó el cariño del público vaquero más allá de lo previsible. De hecho, no se enfadaron cuando ella salió del armario sino cuando dijo que en su nevera no había carne de vaca. “La gente es mucho más flexible en aceptar que una artista se desvíe de la moral establecida pero que no tolera que vaya contra su bolsillo. La economía, en muchos estados, se basa en la ganadería. Y algo parecido paso en mi pueblo.”

Con varios Grammys  en su haber y defensora a ultranza de todo lo que sea solidario, su voz es una de las más importante que han salido de un país repleto de grandes cantautores. Creció escuchando a Cohen, Jon Mitchell, Neil Young, pero se fue a California porque creía que la libertad estaba allí.

La portada de Vanity Fair le colocó en un lugar publicitario y un poco morboso que ella no rechaza “tenía treinta y pocos años, me requerían de todos los lados y quería divertirme. ¿Quién se va a negar a dejarse afeitar por una Cindy Crawford en traje de baño? Lo que ocurrió después es que hubo un momento en que temió convertirse en una lesbiana profesional. Pero las cosas han cambiado y ella aclara “de aquellas semillas crecen árboles hermosos”. Y defiende todo lo que sea bueno para las personas desde el movimiento gay a la alimentación, la espiritualidad y es una convencida budista.

Para Lang la canción y la vida caminan juntas y son referencia una de la otra. Sus momentos favoritos van desde cantar en el Royal Albert Hall o cuando está paseando a sus perros. Dice que la meditación ha cambiado su canto. Su voz la trabaja para lograr todo tipo de sonido para llegar a conocer la capacidad y los sonidos de la voz.

La carrera de Kathryn Dawn Lang comenzó a mediados de los años ’80 y en la música country. Su debut discográfico fue con A Truly Western Sperience y en 1989 ya ganó su primer Grammy por la canción Crying. Después vino su disco más exitoso, ingenue, donde su corte Constant Carying fue uno de los temas más solicitados y escuchados del año; ahí consiguió su tercer Grammy como cantante vocalista pop.

Ya en 1995, cuando editó All you Can Eat, dejó bien en claro que sus canciones estaban dedicadas a mujeres. Dos años más tarde edita Drag, y en su portada lucía traje oscuro y corbata, un estilo que tuvo por años. Y en 2000 Invencible Summer, un disco fresco, en donde todas sus canciones están inspiradas en las playas gay de California.

Después viene su primer disco en vivo Live, By Request y en 2001 llegó su cuarto Grammy por el dúo con Tony Bennett en el disco que grabaron juntos, A Wonderful World. En 2004 graba uno de sus mejores discos: Hymns of the 49th Parellet. Aquí interpreta temas de los canadienses:  Young, Cohen y Joni Mitchell, entre otros. La portada solo mostraba un paisaje nevado en un desolado invierno, pero todo se ilumina en el interior con la voz e interpretación de Lang.

Todos las canciones de todos los géneros siempre tienen un blues dentro. Porque la música como la vida tiene momentos oscuros y otros repletos de felicidad. Y la de Lang también.

Por cada canción escrita sobre el amor a la felicidad, probablemente hay otras 100 que cantan al amor no correspondido, a la ruptura, los celos y la obsesión. “La felicidad es una cosa difícil de poner en una obra de arte”, dice Lang. “Hay mucha más realidad en cantar el lado oscuro, porque la felicidad es una cosa difícil. La felicidad ha conseguido una muy mala reputación y creo que es pasado por alto por cursi o superficial o trivial”.

Lang, no es ni una cosa ni otra. Y mucho menos un escándalo en estos tiempos en los que de la normalidad gay hemos pasado a la época “trans”.