La Spanish Harlem en el Spanish Harlem
Una crónica sobre la supervivencia del viejo espíritu salsero en el barrio que vio nacer la música del Caribe urbano.
Las Taíno Towers son cuatro enormes edificios que conforman una manzana entre la Segunda y Tercera avenidas y entre las calles 122 y 123 en la parte alta de Manhattan. A mitad de camino entre las paradas 116 y 125 de la línea 6 del Subway (el Número 6) y a escasas dos cuadras del East River, las Taíno Towers son el punto más alto y más visible del Spanish Harlem, de El Barrio. La idea de su construcción nació en 1965 como un proyecto de interés social y de vivienda asistida, pero la propia obra comenzó en 1972 y culminó siete años más tarde. Es decir, que la edificación duró lo que duró la época de oro de la salsa.
Cerrados sus accesos por vallas metálicas que impiden entrar libremente pero si permiten salir, las torres no tienen portero, aunque si vigilante. Una puerta de vidrio da acceso a un hall alfombrado en el que están los ascensores que conducen a los apartamentos y al llamado cultural building que incluye un teatro, una escuela preparatoria, una iglesia, un gimnasio y tres salones para actos sociales. En uno de ellos, en el The Crystal Room, se celebran los bailes Taíno Towers Salsa Wednesday.
Richie Briñez, melómano entusiasta que un buen día dejó para siempre su natal Cali para seguir la estela de la salsa en Nueva York, describía así estos eventos creados por iniciativa del percusionista Jimmy Delgado: “Ahí te vas a encontrar con la vieja guardia, Jose, gente mayor, muy respetuosa, que cuando se tropieza contigo te pide perdón. Gente que baila muy bien el mambo y que no tiene nada que ver con la de los domingos”.
Briñez se refiere Salsa on Sunday, encuentros dominicales de bailarines profesionales que tienen mucho éxito y que también nacieron allí. Con pasos ensayados y la mente siempre contando uno, dos, tres, cua…, para no equivocarse, estos bailarines jóvenes de domingo son los mismos participantes de los salsa congress, aquellos a los que una gran cantidad de músicos adjudica la supervivencia de las orquestas tradicionales de salsa gracias a unos eventos de baile que le dan la vuelta al mundo.
Y en efecto, el público de Taíno Towers Salsa Wednesday es distinto. Es la noche del miércoles 9 de octubre de 2013 y las señoras llegan con sus mejores galas, trajes de coctel y looks recién salidos de la peluquería. Los señores visten de traje y corbata, muchos con sombrero a la vieja usanza. Todos se conocen, conocen a los músicos, conocen al del guardarropía, conocen a Augusto que vende maracas y güiros junto a la escalera de emergencia, conocen a la señora que recibe en la entrada los 25 dólares de donación para la organización de evento, y conocen al chico de la puerta. En esta fiesta de barrio al único que no conocen es a mi.
El anfitrión, con una bandera de Puerto Rico colgando al cuello, estrecha las manos de cada uno y escucha muestras de agradecimiento, felicitaciones y consejos mientras al fondo resuena la música de Joe Cuba por todo lo alto. Desde luego tienes que ser un músico habituado a los volúmenes de sala de baile para no agacharte y pegar el oído para escuchar lo que dice cada persona. El spanglish va y viene. Los invitados hablan en español, los músicos en inglés y entre ellos en spanglish… More sabor.
Las Taíno Towers son la tercera sede que ha tenido Salsa Wednesday. Delgado comenzó este proyecto en 2008 en el Lehman Center for the Performing Arts en la parte alta del Bronx. Luego estuvo en el Julia de Burgos Latino Cultural Center en la 105 y Lexington, y ahora está en este salón que ha visto desfilar algunas de las grandes leyendas de la música latina: Manny Oquendo & Libre, Típica 73, Orquesta Broadway, Orlando Marín, Conjunto Imagen o Grupo Latin Vibe.
“Estos músicos son mis ídolos y también mis amigos”, argumenta Jimmy Delgado, en cuyo curriculum están los álbumes Siembra y The Last Fight de Willie Colón y Rubén Blades, Solo de Willie Colón, o Vigilante de Colón y Lavoe, siempre como timbalero. “Ahora estoy metido en la piel del productor”, dice este hombre nacido al sur de Manhattan a quien se le ocurrió esta idea al ver que no había clubes en la ciudad que pusieran salsa de la vieja guardia.
Pero desde aquel tiempo en que Delgado arrancó la situación ha cambiado. Su impulso ayudó a rescatar la presencia de la salsa brava en la ciudad que la vio nacer. Hoy se puede percibir este sonido en bares de moda como Nublu, Latin Quarter, Zinc Bar, SOB’s, y González & González; o restaurantes como El Viejo Yayo o Willie’s Steak House. Los músicos que tocan en estos sitios hacen parte de la nueva camada y llegan con ideas marcadas por la mezcla y la fusión global, pero son muy buenos. En su mayoría tienen que alternar cartel con DJ’s especializados y habituarse a que los clubes no son exclusivamente latinos, pero es un paso adelante.
Lo que hace diferente a los Salsa Wednesdays es el añejo ambiente familiar. Estamos en El Barrio y sería imperdonable que al centro de acción del Spanish Harlem no llegara la Spanish Harlem Orchestra.
Ya la gente comienza a llegar…
El show está a punto de comenzar y Jimmy Delgado pregunta micrófono en mano si es la primera vez que la Spanish Harlem toca en El Barrio. Su director, Oscar Hernández, le responde con gestos y Delgado, para no extenderse, le cuenta a su auditorio que si, que es la primera vez. Hernández le indicaba en realidad que todos sus músicos han tocado allí, pero la orquesta en conjunto nunca hasta ese momento.
Oscar Hernández está muy orgulloso de su creación. “Es lo mejor que me ha pasado” confiesa alguien que se ha dado el lujo de haber sido la mano derecha de Ray Barretto en su orquesta de los 80 y de Rubén Blades en Seis del Solar, por citar dos personalidades de su larga lista de colaboraciones. “Ya mirando hoy doce años después de haberse creado la Spanish fue una oportunidad de mantener una carrera y mantener mi concepto de lo que es esta música tan vital y vigente” dice antes de argumentar: “Es que no es sólo una orquesta de baile. Es algo más complejo… Hacemos latin jazz”.
En realidad se podría agregar que no es sólo latin jazz y salsa. La relación con la discográfica Six Degrees y la participación de Paul Simon en el tema Live in the Evening del álbum United We Swing en 2006 supusieron el acercamiento de la banda a un World-fusion inconcebible para una agrupación tan afrocubana. “Estaba hablando por teléfono con él de otras cosas”, dice refiriéndose a Simon. “y se me ocurrió hacerle la pregunta, y yo pensé que me iba a decir que no: Paul, ¿te gustaría grabar un tema con nosotros?, y me respondió Cómo no, ¿qué tema?, le sugerí dos, aceptó, le dí al papel y nos fuimos a grabar”.
Paul Simon y Oscar Hernández se habían conocido años atrás con motivo de la banda sonora del fallido musical de Broadway Songs From The Capeman, la poética visión del advenimiento y recuperación de un pandillero puertorriqueño condenado a muerte. Allí Hernández trabajó con varios de sus compañeros habituales: Robby Ameen y Blades de Seis del Solar, y Nelson González y Ray de la Paz, quienes harían parte de la Spanish Harlem Orchestra.
De hecho, la fidelidad es uno de los rasgos esenciales de la carrera musical de Hernández, pues González estuvo con él en el debut en solitario del ya legendario cantante Ismael Miranda (Así Se Compone Un Son, 1973). De la Paz, entretanto, lo acompaña en esta noche en las Taíno Towers… lo acompaña a todas partes junto al cantante manabita Marco Bermúdez, y entre los tres, en la noche en cuestión, se dedican a apuntalar detalles de la presentación dos horas antes de iniciarse el evento.
Cuando Jimmy Delgado termina de hablar, la orquesta arranca con La Salsa Dura, convertido en perfecto tema de presentación: “Ya la orquesta comenzó y viene dura, ya la gente comienza a llegar. Es un ritmo con sabor a salsa dura agradable para el paladar”. Los más jóvenes sacan a relucir sus iPhones y graban todo el show. Los más veteranos se lanzan a la pista para deslizarse con la elegancia propia de los viejos bailadores de mambo y cha cha chá de los grandes salones.
Posiblemente sólo unos cuantos de ellos vivieron el apogeo del Palladium, pero es indudable que ese estilo de baile hacia delante y hacia atrás se convirtió con el paso de los años en el estilo del Spanish Harlem. Y eso que la orquesta extrae lo más explosivo y contemporáneo de su repertorio.
“Esta orquesta nació como un concepto único”, recuerda Hernández. “Era una idea de Aaron Levinson (en ese momento quería ofrecerlo a Warner Records) que yo acepté, lo discutimos, escogimos las canciones, mandé a hacer todos los arreglos, reuní a los músicos, nos fuimos al estudio y grabamos. La compañía se desconectó del disco, nunca lo sacó, él lo sacó pa’lante, lo llevó a otra compañía pequeña después de un año y medio, y el resto es historia… Fue el destino para mí porque me dio una oportunidad única; yo estoy agradecido con Dios porque creo que fue algo hecho para mi…”.
Ese proyecto inicial data de 2002 y se tituló Un Gran Día En El Barrio, nombre inspirado en la archifamosa fotografía A Great Day In Harlem de Art Kane, en la que 57 músicos famosos de jazz posaron en una calle de Harlem junto a un grupo de chicos. El nombre de Spanish Harlem Orchestra le dio el definitivo toque latino al nombre del proyecto de Levinson.
“Para mi tocar aquí hoy es un honor”, dice Hernández, algo en lo que coinciden Reynaldo Jorge, Héctor Colón y Jorge González. Jorge es un veterano de mil batallas (sólo por citar una, la Fania All Stars en el Cheetah). No es un hombre locuaz en palabras, pero si tu le das un nombre de cualquier artista importante de los últimos 40 años en la música latina, él te responderá: “Yo toqué con él”. Colón es menos tímido y su experiencia, aunque más reciente, es apabullante (las big bands de Machito, Tito Puente y Chico O’Farrill). González, por su parte, va camino de su grabación número 200 como acompañante y eso sin incluir sus trabajos habituales para jingles de televisión (Dunkin Donuts, por ejemplo).
Quizás por tanta veteranía, la Spanish Harlem Orchestra es vista por algunos de sus críticos como un cementerio de elefantes. Nada más lejos de la realidad. Es casi imposible encontrar en el mundo un grupo de músicos caribeños mejor acoplados y afincados. La veteranía es un grado y cuando suena el afro instrumental Rumba Urbana, comprobar tal hecho resulta apabullante. Junto a los citados se encuentran otros dos pesos pesados, Mitch Frohman y George Delgado.
La parte joven de la plantilla la integran el bajista Máximo Rodríguez, el trompetista John Walsh, el trombonista Doug Beavers y el cantante tico Carlos Cascante. Y como todo esto necesita un eslabón que una ambas cadenas, como decía Tito Rodríguez, el generacional es Luisito Quintero, heredero de la tradición familiar y musical del legendario Grupo Madera. Aunque era muy conocido desde sus inicios, Quintero saltó a la fama internacional como solista de la mano de Louie Vega con aquel magnífico Percussion Madness de 2006, posiblemente uno de los mejores discos latinos en lo que va de Siglo XXI.
Quintero es el encargado de entusiasmar a la parroquia de las Taíno Towers con sus danzoneras pausas en el cha cha chá Como Baila Mi Mulata y con sus redobles sin excesos en el montuno Mi Negro Tiene Candela. El simboliza la salsa de siempre en una orquesta que toca salsa de siempre en el lugar donde surgió para el mundo.
Las Taíno Towers reciben ese nombre en recuerdo de la primera tribu precolombina que habitó las grandes islas del Caribe, la tribu de Anacaona, santo y seña de esa vieja guardia que permanece intacta en la cuarta planta de unos edificios en mitad del Spanish Harlem de Nueva York.
José Arteaga