Mi primer disco fue un Charlie Parker con Dizzy Gillespie, ese fue mi encuentro con la música afrocubana porque en una de las caras de aquel disco doble estaba Chano Pozo. Supongo que era una recopilación… Muy pronto descubrí que en las tiendas de discos de saldos había maravillas a buen precio. Por doscientas pesetas conseguías vinilos históricos de la Fania (vía discophon), colecciones de jazz que había programado Cifu de sellos como Impulse o Prestige. Así llegamos al A love supreme de Coltrane. Pero el disco que me más me impresionó del saxofonista fue otra recopilación. The Gentle Side of John Coltrane.

¡Guau!

El título del disco era exacto. Estaba la parte amable de Coltrane: dos temas maravillosos con Duke Ellington y otros dos con un cantante llamado Johnny Hartman. Podías quedarte a vivir en aquel disco doble… Pero no hay cielo sin infierno y así nos metimos en la piel de Coltrane que tras su A love supreme (1964) lanzó una serie de grabaciones que desafiaban las fronteras musicales. Entre todos Expression (Impulse, 1967) aquel disco brutal “que sirviría para calentar un apartamento una noche de invierno en Nueva York”.
Así conocimos a Archie Sheep que nos vino a visitar al Johnny en 1980 y buscamos la grabaciones de Eric Dolphy

Ahora veo la foto de Jorge Pardo sosteniendo el saxo tenor y me recuerda aquella portada de Coltrane. Hay en la pose de Jorge un regusto flamenco, una manera de sentarse con su tenor en el regazo. Ahí descubrimos “lo flamenco” en Coltrane más allá de su Olé (Atlantic, 1961) y volvemos al primer movimiento de A love supreme y cuando lo fundimos con la música gnawa reconocemos el mismo trance que buscaba Coltrane.

Me siento particularmente orgulloso de la primera mezcla del programa que conecta el mantra del “A love supreme” con el flamenco de Antonio Reyes y Diego del Morao. El día de la presentación de su disco en Madrid -a las 12 de la mañana en Las Tablas- el lugar donde se grabó ese disco, me encuentro con el fotógrafo Pepe Lamarca, el hombre que retrató a Camarón y Paco de Lucía y que ha vuelto a ponerse detrás de su cámara para retratar el encuentro entre Antonio Reyes y Diego del Morao.

Me acerco a saludar al maestro de la fotografia y le pregunto si nunca hizo una foto de Camarón y Paco de Lucía en los billares de Callao que estaban un poco más abajo del Oba Oba y el café Berlín (en su antigua ubicación de la calle Jacometrezo).

-No, nunca hice una foto de Camarón y Paco jugando al billar en Callao. Cuando ibamos a los billares íbamos a relajarnos después de trabajar- me dice Pepe Lamarca.

Ah… los billares de Callao aún puedo escuchar aquel rumor de carambolas. El lugar, como todos los billares, era tremendamente cinematográfico. Un gran sótano sembrado de mesas verdes buscando carambolas con “jugones” y apuestas a media voz. Nunca me crucé con ellos, pero entiendo la jugada maestra, el lujo de una carambola que cambió nuestra música popular.

Veo la foto de Jorge Pardo y me acuerdo de aquel disco de Coltrane en el que te podías quedar a vivir… pero nos fuimos a la calle a buscar unos billares abiertos.


Comentario

Deja tu comentario