Beyoncé: cabeza y cuerpo de delito
La gran monarca del mundo del espectáculo, la chica perfecta, es un huracán que sufre en sus carnes más que prietas, los dolorosos efectos de la infidelidad.
Beyoncé tiene que hacer tremendos esfuerzos para demostrar que no solo es una cantante muy sexy. Es una mujer con mucho talento, poderosa en los escenarios que ejerce además de empresaria y madre. Puede que uno de sus únicos errores sea el seguir casada con el poderoso rapper y productor Jay Z. La gran monarca del mundo del espectáculo, la chica perfecta, es un huracán que sufre en sus carnes más que prietas, los dolorosos efectos de la infidelidad. Las demás que somos mortales, nos consolamos viendo que hasta las más guapas llegan a tener este “problemilla”.
Es obvio lo de guapa-sexy y está tan a la vista que no hay que ponerse las gafas. Lo que se ve, existe. Es más que una estrella pop, es un icono y una leyenda absoluta. Ella declara que su único objetivo superado es el de ser una popstar, “no quiero estar buena, quiero ser un referente musical”. Y lo es en un mundo donde las cantantes, aparecen cada día en los concursos televisivos como hongos en otoño.
Ella ha llegado a ser quién quería ser, no por casualidad ni fortuna; viene aprendiendo el oficio desde los ocho años, cuando ganó una audición de talentos para integrar un grupo pop-rap de niñas que se llamó Girl’s Tyme. Lo cuenta en los mini documentales de presentación que lo acompañan. Su hermosura parece que va a más siendo impactante y sus discos están trabajados, sus presentaciones con la producción impecable de las canciones, el fabuloso arte de los vídeos (la estética, los colores, todo es de una gran belleza), indican exactamente lo contrario de la banalidad televisiva.
Beyoncé, además de cantar y bailar, defiende el hecho ser mujer con mayúsculas. En el comienzo de Flawless, y hacia la mitad, canta “todas deberíamos ser feministas”, frase entresacada del discurso que dio la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie el año pasado. Y agrega “les enseñamos a las niñas a empequeñecerse diciéndoles: puedes tener ambición, no demasiada. Hacemos de nuestras niñas competidoras pero no profesionalmente, sino por la cantidad de éxito con los hombres”.
Esa belleza que emboba hasta a los focos, representa lo mejor de la juventud y la adultez: sexo y monogamia, diversión y vida en familia, independencia y maternidad. Y todo lo muestra con un despliegue poderoso que además hace creíble.
Beyoncé también se atreve en su disco Formation, con comentarios intencionadamente serios sobre la realidad social y política norteamericana. Habla de la tragedia del huracán Katrina y el abandono estatal que sufrió la ciudad después. Habla de esa violencia policial contra la gente de color por parte de la policía- hechos que hoy siguen sucediendo-, y reivindicaciones de orgullo afro en la que salen los “black panthers”. Pero también hay un lugar para la rapera queer Big Freedia, capitana de pasarelas y pistas del movimiento de hip-hop de New Orleans. Eso fue una “popstura” ejemplar que deja también sitio a mujeres que son lo opuesto de ella. Beyoncé así ejerce de monarca y diosa total, repasando la realidad sin que por eso pierda una pestaña.
La unión de Big Freedia/Beyoncé es ejemplo del poderío pop uniendo los fragmentos de la cultura que le resultan más atractivos y haciendo visible lo que es marginal sin que por ello se pierda a la vez, toda la distancia necesaria entre ambos universos.
El sexto álbum de estudio de Beyoncé titulado Limonade tuvo críticas absolutamente rendidas. Se describió como “desafiante”, “valiente” y “poderoso”, y la presentación visual fue uno de los suyos más fuertes. La impresión que transmitía era el ver una parte oculta de Beyoncé que nunca mostró y que ha sido revelador. Y a pesar de que pasan por el vídeo muchos dramas contemporáneos, quizás lo que se propuso crear era una conversación personal de sus inquietudes.?? Es como un viaje de auto-exploración, una carta de amor generacional a las mujeres de color, una declaración política, además de mostrar sin complejos la vulnerabilidad. Complejidad como la de esa limonada dulce y amarga, fresca y gratificante, que es la vida.
Su manera de ser consciente de los problemas reales y personales, con un disco impecable en el que canta de todo corazón, introduciendo profundos dilemas, llega a las ideas y emociones de muchas personas. Es una estrella, cuyo mundo es muy diferente de la de sus fans. Sin embargo, en los asuntos del corazón, con sus complicaciones y paradojas, Beyoncé es una de las nuestras.
Da la sensación que Jay Z debería prestar atención a esas palabras. Porque Beyoncé es mucha mujer.